**Aliadas**
Austin podía sentir la sangre que goteaba desde su pierna. "Me precipité".., pensó al mirar atrás el árbol con el cual había tropezado y que cuya corteza lo había herido; pero llevaba prisa y no le importaba el dolor, así que se dirigía cojeando y muy rápido hacia la finca de los Watson. Un poco más y obtendría la información que podría cambiarle la vida.
Habían pasado meses desde que vio por última vez a Becky, largos meses en los que creía que se había ya marchado de su vida para siempre. Pero si ese rumor era cierto, si era posible que Becky llevara a su hijo dentro... Él se preocuparía muchísimo por las consecuencias que le pudieran acarrear y por esa razón, se marchó hasta bien entrada la noche hasta dar con un techo inclinado, que apareció justo por encima de las copas de los árboles.
Todo al parecer estaba tranquilo en la finca, ya todo el mundo se había ido a dormir, excepto los pocos guardias apostados en la puerta. Él, furtivamente se movió con su cuerpo contra la pared, teniendo la precaución de esconderse en las largas sombras y recovecos hasta quedar justo debajo de la ventana donde fue la habitación de Camila. Pero esta vez, estaba visitando a una doncella diferente.
Su ascensión era más laboriosa de la que recordaba preguntándose, si también muchos pasteles robados tenían algo que ver con ello. Esta vez, Camila no estaba ahí para ayudarlo. Se obligó a abrir la ventana con una mano, la otra, le resguardaba su inestable vida teniendo el conocimiento de que si caía, vería su lamentable final.
Cayó por la ventana abierta con un ruido sordo. Se detuvo, para escuchar el movimiento en el otro cuarto antes de levantarse. La pequeña puerta estaba sellada; se sacudió y se asomó a través de la oscuridad.
Detrás de finos velos blancos, pudo distinguir una figura que yacía aún en la cama. Se sintió extraño al estar allí, sucio, ensangrentado y no apto para la vista de nadie. Aquella figura era tan delgada que no veía señales de embarazo. "Por supuesto que no"..., pensó para sí mismo cuando dió su primer paso hacia adelante.
Veía como la chica se estiraba de manera irregular sobre la cama, como giraba y arrugaba la cara de manera preocupada. Colocó una mano sobre su boca para ahogar el grito de sorpresa y sacudió sus hombros suavemente. Becky, abrió los ojos y dejó salir un grito.
- Shh, Shh, señorita, soy yo - Le susurró.becky se lanzó hacia el lado opuesto de la cama.
- Austin! ¿Qué estás... ¿Cómo entraste? No, ¡vete! - Gritó, en parte creyendo que su presencia era un sueño. El chico se sentó en la cama y puso sus manos sobre ésta para demostrarle que no le haría ningún daño.
- ¿Es verdad? - Le susurró.
- No entiendo lo que estás diciendo, ¿es cierto que? - Ella exigió, tapándose con las cubiertas cerca de su cuello, como si la manta gruesa podría protegerla de él si éste quería intentar cualquier cosa. En respuesta a su pregunta, él miró hacia donde estaba su estómago. Siguió su línea de visión y palideció cuando se dio cuenta de lo que estaba insinuando.
-¿Lo sabes? – dijo Becky, El hilo de su voz era de derrota y suspiró profundamente. Sus ojos se agrandaron cuando Austin apartó la mirada en lo que sólo podría ser vergüenza. Y luego, en voz más alta, con pánico. Dijo.
- ¿Quién más sabe?
- Nadie - Austin aclaró inmediatamente - Escuché que estabas enferma y... - Casi le dijo que los rumores ya corrían por la ciudad, pero rápidamente se dio cuenta de que sólo la incitaría a preocuparse - Tuve una sensación...
- Me pregunto con cuántas otras " tenías una sensación" - Dijo Becky dándole la espalda y dejar colgando sus piernas al otro lado de la cama. Miró hacia abajo, hacia sus pies desnudos y se preguntaba cuántos meses transcurrirían antes de que su estómago se hinchara hasta el punto donde ya no pudiera verlos. Se preguntaba cuántas semanas pasarían para no entrar más en ninguno de sus vestidos, o cuando su madre comenzaría a comentar de que ella había ganado peso. Cuándo se rompería todo bajo sus pies - Por favor déjame sola. No quiero volver a verte - Susurró a media voz. Austin permanecía aún allí a su lado a pesar de sus deseos. Becky no se resistió, cuando se deslizó a través de la cama y lo envolvió en sus brazos, éste la abrazo de igual manera con sus brazos fuertes, sosteniéndola firmemente.
- ¿Me amas? - Ella le preguntó.
- Sí - Él respondió - Ahora más que nunca.
Así se quedaron un rato más hasta que Becky se quedó dormida, Austin no podía conciliar el sueño. Se sentó y miraba tristemente a Becky. La hija del Marqués también estaba despierta, habiendo sido alterada por el movimiento del chico en la cama. Pero ella yacía en silencio, fingiendo estar dormida. Sintió el cambio otra vez y unos labios que se apretaban contra su mejilla, suave. La cama se sacudió con su partida, escuchando en la oscuridad el sonido de la abertura de la ventana. Ella se quedó en la misma posición, escuchando los pasos y el sonido de las pisadas en el césped hasta que todo quedó en silencio otra vez y el sentimiento de soledad impregnó la habitación una vez más. Sus ojos se posaron sobre su vestidor donde yacía un pedazo de papel arrugado tan fuera de lugar entre las pertenencias perfectamente suaves, perfectamente colocadas. Austin no pudo salvarla, sólo ella podía salvarse.
"...Y ¿cómo les va?"
Michael levantó la cabeza de su escritorio. Su visión borrosa hacía ver la silueta de una mujer de piel blanca en blanco y negro. Empujó lejos su silla del escritorio apresuradamente.
- Mi amor... - Susurró.
"Nunca fui tuya - Ella se mofó - Eres patético".
- Nuestra hija se casará con el Rey! - Exclamó - Hicimos lo mejor que pudimos. Lo hemos logrado.
"¿Lo hemos? La voz era hueca y reverberada acompañada por una risa amarga. ¡Pobre, ciego, viejo tonto. No ves lo que está claramente delante de tí... No puedes ver que el pecado llena esta mansión"...
- ¿De qué estás hablando? - Gritó, levantándose inmediatamente y volver a caer sobre la silla - Qué...
- Su alteza, con quién está hablando? - La puerta se abrió y el mayordomo del Duque se asomó, convocado por la actitud absurda de éste. Michael volvió a enfrentarse a él.
- Nada - Dijo, mirando hacia atrás en el espacio vacío donde hubo imaginado a su esposa.
"Abre los ojos para que veas la verdad"... una voz más resonó en su cabeza.
- Puede irse - Su valet se inclinó y salió de la habitación. Michael se sentó en el suelo un tiempo reflexionando sobre las palabras que su "esposa" le dejó. Cada parte de él gritaba que no todo estaba bien y que estaba preocupado de manera racional, que no podía arreglar aquel asunto. Todavía tenía la voz que venía desde dentro, acaso habría dudas acerca del matrimonio de Lauren?
Se levantó y salió de la habitación. Inmediatamente, sus oídos pusieron atención a el suave sonido de la risa. La voz pertenecía a la de Lauren. No la había oído reír así en su vida y no esperaba oírla, no durante el período de luto. Se armó de valor y puso rígida su mandíbula, avanzando lentamente hacia la puerta del pasillo, donde se originaba el ruido. Se detuvo por un segundo a pocos metros de la puerta, justo a tiempo para que su mensajero lo detuviera.
- Duque, hay un mensaje de su Majestad - Las risas se detuvieron. El Duque quería quedarse callado, pero su valet se le quedó mirando extrañamente cuando él no respondió.
- Déjalo en mi escritorio. Lo leeré más adelante - Dijo antes de avanzar hacia la puerta otra vez. El pasillo se llenó de silencio y suavemente tocó con sus nudillos el marco de la puerta.
- Entra - Lauren dijo estoicamente. El Duque abrió la puerta lentamente, asomándose a través de ésta - Te puedo ayudar en algo, padre? - Preguntó inocentemente desde su cama. Estaba reclinada contra la pared, con un libro en la mano. Al lado, Camila parada sospechosamente ocupada con las cortinas que parecían ya organizadas. Michael no encontraba que decir. Todo estaba tan normal, pero ¿qué esperaba encontrar?
- Yo... Creo que he oído... - No podía describir lo que era que había escuchado, lo que le hizo entrar en esa habitación y mirar una escena aparentemente normal frente a él - No es nada. El Marqués y su familia envían sus condolencias. Becky en particular quería extender sus más sinceras disculpas por nuestra pérdida.
- Becky... - Lauren parpadeó por la sorpresa. Ella no se había percatado cuánto había pasado desde que había escuchado su nombre o la había visto - Cómo está ella? - Preguntó. La pregunta saltó de su boca antes de que ella pudiera cerrarla.
- No muy bien - Respondió el Duque - Solían ser amigas. Ustedes han peleado? – pregunto el duque a lo que la ojiverde Movió la cabeza.
- Lo que haya ocurrido es solo de mi incumbencia.
- Perdón por interrumpir - dijo Michael y Salió de la habitación cerrando la puerta. Quedándose por un momento detrás de ésta, escuchó los pasos de la castaña acercándose a la puerta. Tosió incómodamente y se retiró al final del pasillo.
Estaban conteniendo el aliento al momento en que la puerta se cerró y no exhalaron hasta que escucharon el acompasado de los pies bajar por las largas escaleras. Lauren fue la primera en hablar.
- Eso fue inquietante - Dijo después de algunas deliberaciones. Su corazón, había subido hasta su garganta cuando abrieron la puerta y la blusa de Camila aún estaba desabotonada.
- ¿Crees que sospeche algo? - Preguntó la castaña con las manos temblorosas hurgando en su camiseta.
- Dios, sinceramente espero que no – Lauren suspiró - Además, incluso si lo hiciera, lo negaría hasta el último aliento - Distraídamente tomó de la mano a Camila, su mente aún estaba procesando lo que había ocurrido, y su cuerpo hambriento de lo que habían interrumpido. Camila accedió pero no quería continuar lo que estaban haciendo.
- Si se enterara... - Dijo con un susurro - Señorita, tengo miedo por ti.
- No vendrá - Lauren dijo colocando un beso en los labios temblorosos de su amada - Lo prometo - Pero estuvieron lo suficientemente asustadas en ese momento y Lauren se preguntó a sí misma si ella podía mantener esa promesa.
El Rey miraba el pergamino sobre su escritorio, sin poder comprender mucho lo que estaba sucediendo en el país. Marcaba en rojo lo que fueron las zonas de conflicto, donde residentes habían tomado las armas contra los funcionarios. Habían más marcas rojas que la semana anterior y a la izquierda eran números; las muertes de hombres importantes por mantener el orden. Dejó escapar un suspiro frustrado y furioso, golpeando su mano sobre la mesa.
- Está todo bien, su Majestad? - Una voz desde la puerta le sorprendió y giró a su alrededor. La paranoia de pensar que pudiera ser un asesino, iba acabar inútilmente con su vida. Cuando vio que era simplemente un asistente, sus hombros cayeron hacia atrás y se sentó en su silla.
- Cada día más hombres mueren - Suspiró - Cada día este país amenaza con disolverse en guerra civil - Corrió una mano fría por su alborotado cabello oscuro - Le pido disculpas, no es cómo debe comportarse un Rey, incluso en su propio despacho.
- Señor, no soy nadie para juzgarlo - Su asistente respondió respetuosamente.
- ¿Hay algo que necesites de mí? - Preguntó Julian. Su asistente aclaró su garganta.
- La señorita Elena Katina ha venido a ofrecer sus felicitaciones por vuestro compromiso - El Rey se sentó erguido cuando escuchó el nombre de Elena. Su rostro sonrojado y luchando por no sonreír, emitieron un simple "gracias".
Sus pies caminaron con la rapidez que su mente envidiaba. Cuando entró en la sala del trono, su mente sólo había comenzado a procesar que ella estaba allí porque él iba a casarse con otra persona. Vestía tan sencillamente, haciendo que se preguntara como podía ser tan guapa aunque sus prendas fueran poco favorecedoras. En verdad que hasta pasaría por un plebeyo, sino hubiera sido por la fina cadena de oro colgando alrededor del cuello. La encontró admirando un cuadro de su padre cuando él tosió y ella saltó.
- Su Majestad - La canasta casi se le cayó de los brazos cuando se inclinó hacia abajo en una profunda reverencia. Su vestido se agrupó alrededor de ella.
- Por favor, levántate - Instó ayudarla - No es necesario - Se movió para ir a besarle la blanca y pecosa mano o tal vez abrazarla, pero ella sostuvo la cesta frente a él, buscando bloquear cualquier contacto físico.
- Huevos y queso fresco de una de nuestras granjas - Dijo - Es de lo mejor que podemos ofrecerle – Él tomó la canasta de sus manos.
- Su presencia es más de lo que podría pedir - Dijo. Ella se ruborizó, no estando tan segura de cómo responder a tales elogios de un Rey. Hubo un momento de silencio entre ellos antes de que Julian recordara porqué quería verlo - Yo, siempre he querido agradecerte por esa noche - Curiosamente ella inclinó la cabeza - La noche en que mi padre...
- ¡ Ah! - Asintió rápidamente
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Una Caja Musical me Llevo a Ti
FanfictionEn una época donde el mundo era gobernado por reyes, nació en una familia noble una hermosa niña llamada Lauren Jauregui hija del duque. Teniendo como destino desde su nacimiento comprometerse en matrimonio con el hijo del rey. Camila Cabello una n...