Capítulo N° 41

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Lauren no había visto al príncipe en ningún momento, desde su llegada, ya que todo era un caos por la preparación del funeral. Al parecer, él había despertado más temprano de lo que ella lo había hecho ese día; en parte fue debido a lo tarde que llegó al castillo esa noche y la única información que recibió fue que éste, había salido muy temprano en la mañana. Él había salido de cacería para evitar la conmoción. De igual forma, pensaba en como abordaría al príncipe en cualquier momento. Sin embargo, vio a su padre que corría de aquí para allá organizando a los huéspedes y al personal. Si no hubiera sido por las ropas de luto y la atmósfera general de pesimismo, habría parecido como si el castillo se estaba preparando para una gran fiesta.
Se quedó allí con su padre, ayudándolo en cuanto podía. Apenas pudo percatar que Michael estaba distraído, salió fugazmente hacia el establo.

El hombre que ensillaba los caballos, le ayudó a alistar uno.


- Seguro que no necesita nada más para su viaje, señorita? - Preguntó.

Lauren respondió negativamente y montó su caballo, ansiosa porque su padre no le viera y así ahorrarse explicaciones. Estaba tan concentrada en llegar hasta donde Camila, que no se percató que el coche de Becky Watson estaba parado unos cuantos metros más allá.

Becky también estaba perdida en sus pensamientos, que no vio a Lauren salir del castillo. Entró y le pareció que muchos de los invitados la miraban fijamente y se burlaban de ella. Si era su imaginación o no, no se preocupó. Tenía un vacío por dentro desde la cena que ya no le importaba lo que decían de ella a sus espaldas.

En su mano sostenía una cesta de frutas recién recogidas de varios de los huertos de la finca de su padre. Había dado instrucciones de que las recogieran exclusivamente para llevárselas al príncipe, sin embargo, cuando entró en la sala donde estaba el trono, abrazó más la cesta, buscando alguna señal de encontrarse con alguien de la realeza, pero no veía a nadie en ese momento.

Un movimiento en el lado opuesto de la habitación llamó su atención, miró, y su mirada fue a dar en una chica pelirroja, que sostenía una canasta muy similar a la de ella. Se quedó un momento pensativa, pero al instante reconoció a la chica como la joven Elena Katina, era la hija de un noble que no tenía tanto rango en el país. Pero no fue la presencia de la chica que le agobiaba, fue el regalo que la chica traía en ese momento. De repente el vacío en su interior fue reemplazado con la vergüenza. Su rango era mucho mayor que el de Elena pero esta traía en sus manos un regalo de igual valor o más que el de ella. Pensaba en cómo sería la burla y que a sus espaldas dijeran: "Qué vergüenza, la hija del Marqués solo pudo ofrecer unas pocas manzanas al príncipe".

Elena notó a la castaña y se le iluminó el rostro al ver una cara familiar. Rápidamente avanzó con pasos rápidos.


- Señorita Becky!! - Elena exclamó - Te ves bien como siempre.

Ya estando cerca, Becky vio que ni siquiera había elegido una cinta de diferente color para el regalo del príncipe. La castaña la veía con rabia y no respondió ni el saludo. Elena la veía preocupada. Estaba acostumbrada a ser saludada efusivamente. La pelirroja había escuchado los rumores del desafortunado final que había tenido Becky en la búsqueda de un esposo. Seguramente eso era lo que la tenía de mal humor.

- Lo siento, nunca me gustó el Duque Bilan - dijo la chica, tratando de aligerar el ánimo de Becky - El asistió a una de mis fiestas...- Becky no oyó más. Su rostro se enrojeció de rabia y dando vuelta sobre sus talones, se alejó rápidamente. Elena, al darse cuenta de su error, la persiguió.

- ¡Espera! - Elena la llamó - Por favor, discúlpame, no quise ofenderte, era simplemente...

- Simplemente qué?!!- Grito Becky dando vuelta para quedar frente la chica de cabello pelirrrojo. El repentino grito que dio, hizo caer la canasta con las frutas que traía esparciéndose por el suelo, rodando una pequeña distancia antes de detenerse.

- YO...No la quise ofender a usted, señorita Becky – dijo Elena agachándose al piso para recoger las frutas de Becky. La castaña suspiró y cerró los ojos. Deseaba poder desaparecer, tal vez irse a otro país, allí ya no tenía nada que buscar. Había perdido su reputación. Ni siquiera podía imaginar que alguien quisiera casarse con ella ya.

- El país entero ya lo sabe ahora, ¿verdad? - Susurró para sí misma.

Una Caja Musical me Llevo a TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora