006.

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En el momento en el que Sami entró a la habitación y vio el cuerpo de Jimin en la camilla el cielo se le abrió, hacía una semana no veía esa cabecita negra y vaya que lo había extrañado. Poco le importó el llevar miles de apuntes y la máquina que su novio usaba para rebajar su cabello en su bolso, simplemente lo tiró y corrió hacia el cuerpo del pelinegro, muchos besos y abrazos cuidadosos llegaron a Jimin, acarició esa melena negra que tanto le gusta y le sonrió con toda la calidez del mundo.

Inspeccionó el rostro de Park notando una leve palidez en este y como sus labios habían vuelto a tomar ese color sin vida, había muchas marcas en sus brazos y varias curitas cubriendo los pequeños agujeros que dejaron todas las agujas que entraron  en el cuerpo del chico, muchos pequeños hematomas adornaban la blanca piel de Jimin haciendo que esta pareciera el lienzo perfecto para quedarse por mucho tiempo.

El frío de la habitación se sentía un poco más particular que otras veces, Samanta no sabía si correr por más mantas para Jimin o simplemente quedarse allí y abrazarlo por horas. Maldijo un sin fin de veces, ¿Cómo era posible que hubiesen dejado al chico en ese estado tan decadente?, Se suponía que el trabajo de los profesionales que trataban a Jimin era con el fin de intentar que e mejorara, no que cada vez que volviera de un chequeo pareciera que le quedaban horas de vida. Estaba furiosa, no aceptaba verlo de esa manera, no se acostumbraba a hacerlo, porque no era la primera vez que Jimin se veía tan demacrado y con un estado lastimero, pero aún así se negaba, se negaba a aceptar lo horrible de la situación.

Más de una vez pensó en salir en busca de su superior y preguntarle qué rayos le habían hecho a Park y por qué este estaba como un maltratado muñeco de trapo sobre la fría camilla.

Pero no, debía recordar las advertencias del viejo. No debía ser el cariño de Samanta hacia Jimin el que hablase por ella. No podía superarla.

Así que se quedó, se quedó al lado del chico por varios minutos tan solo mirándolo, intentaba convencerse a sí misma de que aunque la situación fuese la más cruda y áspera, siempre pero siempre había un poco de esperanza que se quedaba cerca por si le fuese necesario aparecer. Sami cría firmemente en que ese chico tenía a la esperanza tomada de las manos y que en cualquier momento esta tiraría de el para despertarse.

Toda su vida creyó en eso, y aunque muchísimas veces no le sirvió de nada, lo siguió haciendo.

Se obligó a si misma a salir del pequeño asiento e ir por todos los abrigos de ese cuarto para Jimin. Cubrió al chico hasta un poco más arriba del ombligo y acomodó la camilla para que esta quedara un tanto levantada, lo necesario para poder llevar a cabo lo que la chica pensó desde el primer día que vio al pelinegro.

Sonrió y fue hacía su mochila, por unos segundos rogó que el aparato no se hubiera roto debido al golpe tras tirar su mochila, Jeon la mataría si la rompía. Sacó todo lo necesario del su bolso y acomodó cada cosa para poder comenzar con su gran hazaña. Cortarle el pelo a Park. 

Porque sí, Samanta había estado planeando que iba a hacer en esa cabecita negra desde que la tocó.

Humedeció un tanto los cabellos del chico y lo peinó, esperaba con toda su alma que el mirar vídeos de peluquería cada vez que tenía tiempo le hubieran servido de algo, porque de lo contrario iba a tener que rapar a Jimin. Encendió la máquina y comenzó con su trabajo, las mechones caían sobre la toalla blanca que había tendido sobre el chico haciendo que esta en pocos segundos tuviera un capa de pelo negro sobre ella. Rebajó, cortó, peinó, volvió a rebajar, a cortar y a peinar. Quería que Jimin fuese el más lindo del pasillo de terapia intensiva y vaya que lo estaba logrando, el corte elegido por la pelirroja le estaba sentando de mil maravillas, Park enamoraría a toda enfermera que entrase a su cuarto, Sami estaba segura de eso.

Coma |P. JM|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora