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Sobre la mesa del living del pequeño y extremadamente caliente departamento se encontraban dos tazas de lo único que Samanta atinó a ofrecer y que no le llevase mucha demanda de pensamiento, dos tazas de un té casi hirviendo que estaba haciendo a Park Jimin deshidratarse entero puesto que llevaba encima varios abrigos ya que el frió de afuera le calaba los huesos a todo aquel saliera a la calle, aunque jamás contó con que la morada de la pelirroja fuera una especie de horno para meter el pollo del domingo. Tomando dos sorbos seguidos y achicharrandose la lengua, hizo una mueca de dolor sobre la boca de la taza, la cual agradeció haber disimulado o que la pelirroja no lo notase, pensó automáticamente en la segunda opción, ya que para desgracia del chico, jamás había sido bueno actuando. Le causó gracia la serie actitudes y pensamientos que tuvo en cuestión de segundos y volvió a agradecer que la pelirroja estuviera tan absorta que no se había percatado de su ridículo accidente. Dejó la taza sobre la mesa y cruzó sus piernas lentamente, movió su cuello de izquierda a derecha como si la polera le estuviese ahorcando e hizo unos pequeños movimientos circulares hacia atrás con sus hombros queriendo así que la gruesa tela de su tapado se moviese un poco de lugar y así dejar de sentir que todo le quemaba, no buscaba comodidad, lo cierto era que Jimin estaba sudando como un puerco. 

Cosa que Samanta estando casi frente a él y con la mirada más fija que un felino fichando a su presa, no notó. Se encontraba con sus ojos tan grandes como un pescado muerto, sosteniendo la casi prendida fuego taza de té y con las mismas pintas desde que se había levantado. Su cabeza le daba oleadas de conciencia para que ella volviera en si y dejase de parecer alguna especie de loca, pero ganaba el asombro que la muchacha estaba experimentando en ese momento. Le parecía algo irreal, salido de la más dramática y ridícula historia que podía comprar en alguna librería por unos cuantos billetes y leerla mientras gritaba "NO PUEDE SER" cada que algo totalmente fuera de lo común en la vida de una persona pasaba. Pero ahí se encontraba, debatiendo en alguna parte de su cabeza que no estuviera presa del asombro, tratando de entender que el mismo chico de porte elegante que se encontraba en su momentáneo departamento era el mismo Park Jimin que hacía poco tiempo estaba con un pie en el cielo y otro en la camilla del hospital. Pensó en dejar la medicina y volverse escritora.

Jimin comenzó a no poder fingir más una plena comodidad cuando sintió como en donde su cabello chocaba con su frente se empezaron a concentrar pequeñas gotitas de sudor. Movió la mano hacia su flequillo tirándolo para atrás, tal vez parecería todo un galán, pero no era más que el pobre castaño secando su transpiración para luego volver a su posición de antes. Si tenía que ser sincero consigo mismo, no sabía si era la atmósfera de tensión que los ojos de la pelirroja fijos en el habían creado o la calefacción lo que estaba haciéndolo derretirse como un copo de nieve al sol. Se removió en su asiento y volvió a tomar la taza de té en búsqueda de hidratar de alguna manera su cuerpo o de lo contrario sentía que moriría ahí mismo, carraspeó su garganta ante lo caliente del líquido pero repitió la acción.

Algo en ese entonces le hizo click a Samanta, quién en cuestión de dos segundos se percató de que había estado observando al chico por unos quién sabe Dios cuantos minutos, que seguía en pijama, que no se había peinado, que Park Jimin estaba tomando el té con ella, que en el living hacia un calor del mismimo averno, que Park Jimin estaba tomando el té con ella, si, eso mismo, Park Jimin estaba tomando el té con ella.

Jimin está tomando el té conmigo.

Se podría decir entonces que la persona de cuál boca eran capaces de salir 150 palabras en un minuto, volvió en sí.

-No puede ser, ¡No puede ser!

Jimin se asustó, se ahogó, se quemó otra vez y casi tiró al demonio toda la ropa que lo estaba cocinando.

Coma |P. JM|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora