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Ambos sabían que posiblemente habían hecho la cosa más tonta del universo y es que ¿Para qué salir del departamento a morir de frío durante un par de calles para ir a un café? Ni uno de los dos lo tenía claro y se habían burlado de eso todo el camino.

Ambos caminaban hasta pareciendo ignorar lo helado del clima. Jimin observaba todo a su paso como si de un turista se tratase, pensaba cuanto había cambiado la ciudad en su "ausencia" y como está ahora lucía mucho más bonita, más viva. Todo estaba mucho más vivo, menos el.

Sumido en su cárcel mental de recriminación, solo podía repetirse cuanto tiempo se robó a sí mismo por haber sido un completo y enorme imbécil. Arrastraba la culpa desde el comienzo hasta el final de su día, sentía como rocas enormes amarradas a cadenas y puestas sobre sí mismo. Pero le consolaba saber que se lo merecía, que estaba pagando por su error, estaba dispuesto a llevar consigo el peso de todos los males que causó hasta el día que mueriera, esperaba que fuera pronto.

Miraba con ojos vacíos todo lo que la chica le señalaba, en algún punto había dejado de escuchar el tono de voz de Samanta, en su cabeza solo se reproducían gritos y ecos, chirridos y golpes. Ya se había acostumbrado, lo vivía incontables veces al día, tampoco hacía nada para detenerlo, solo dejaba que su presencia desapareciera y se dedicaba a escuchar toda la secuencia del momento más catastrófico de su corta vida. También estaba seguro de que merecía eso.

Cada vez se sentía más lejos de donde estaba, comenzaba a sumirse en recuerdos y pensamiento de "que hubiera pasado si", esos que le hacían un nudo tan grande de intriga y angustia en pecho sintiéndose como una masa que quisiera arrancar con sus propias manos. Sentía pena por si mismo, pero el asco era mayor.

Sumido en el mayor desastre que un humano podía experimentar internamente, no supo en qué momento comenzó a marearse, apretaba los ojos en un intento de aclarar su vista, pero poco le duraba la claridad, todo se volvía borroso en cuestión de segundos otra vez. El aire comenzó a sentirse tan seco y su garganta demasiado estrecha, era como si quiera sacar oxígeno de un pedazo de concreto, su pánico había llegado y como siempre, en los momentos menos adecuados.

Se sintió inestable por unos segundos, lo cual hizo a su miedo crecer aún más, tal vez si pierna derecha le iba a jugar otra mala pasada, seguramente caería y quedaría en ridículo. Pero eso no pasó.

Sintió una especie de calor abrazador envolver su mano y saliendo de la especie de trance en el que su mente lo sumía, vio como Samanta había sustituido su bastón por su brazo, pasando su mano por debajo de este para hacer de soporte. La miró un tanto extrañado.

-Tu mano estaba quedando violeta. -Comentó la pelirroja mientras frotaba su mano contra la del chico para darle calor- te pregunté si no sentías frío en ella una calle atrás.

Pero era claro que no la había escuchado, si estaba ocupado sepultanse en su propia miseria.

-Me distraje viendo todo lo nuevo.-Mintió.

-Y esto no es nada eh -habló emocionada haciendo que Jimin pusiera toda su atención en ella.

-¿Qué más hay?

-Muchas cosas, pero el lugar más lindo sin dudas es el paseo de la costa.

-¿Hablas de la que está cerca del puente? Ese lugar es horrible.

-Lo era -corrigió- ahora remodelaron todo y de noche hasta hay un pequeño juego de luces. Algún día podemos ir para que lo conozcas.

Jimin solo podía pensar en ese lugar como un abismo negro del que se escuchaba el ruido del agua moverse con el viento. Nada podía ser lindo allí y menos de noche. Soltó un "Ajá" bastante desinteresado, el cual le había dejado claro a Sami las nulas ganas del castaño por ir a ese lugar. Lo miró unos segundos y no insistió, entendía a la perfección que no podía esperar una alegría desbordante por parte de el. Solo apretó fuerte su agarré y caminó los últimos pasos hasta el café.

Coma |P. JM|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora