020.

3.9K 507 402
                                    

Samanta siempre pensó que las cosas pasaban por algún motivo. Veía cada situación como algo que debía suceder para poder aprender de ello y sacarle el lado bueno. Siempre fue así, pasó años de su vida viviendo cada mal momento con una enorme sonrisa y yendo de frente hacia la solución, no se preguntaba por qué a ella y no a otro, simplemente tomaba lo malo, lo daba vuelta y sorprendentemente sacaba algo bueno para reflexionar.

Estaba orgullosa de eso, siempre lo estuvo. Pensaba que era como una especie de virtud que había logrado fijar en sí misma. Lo había pensando desde que salió del velorio de sus padres y fue llevada por su propia familia a asistencia social para que le buscasen otro lugar donde vivir, ya que no se querían hacer cargo de ella, desde que la amable mujer la llevó al hogar de niños, hasta cuándo con frío y hambre sonreía porque pensaba que sus padres la hubieran querido ver feliz siempre. Cada vez se afirmaba más a esa forma de pensar, incluso cuando sus padres adoptivos la golpeaban hasta dejarle marcas y una que otra herida. Sin darse cuenta, a esa corta edad, esa era su forma de protegerse y le funcionó, le permitió seguir hasta caer en manos de dos amables personas que terminaron con su dolor. Todo pasa por algo. Pensando así se mantuvo a salvo a si misma de la locura durante toda su vida.

Mucha gente se admiraba al ver su fortaleza, así como también muchos otros le le decían que algún día iba a quebrar, y con ella, lo haría toda su estabilidad.

Jamás pensó que sería capaz de pasar.

Haciendo eco todo a su alrededor, mirando hacia la cama de la habitación de la misma manera que un condenado a la silla eléctrica, respirando como si el aire fuera humo, paralizada cual persona frente a su peor temor. Así se encontraba, mientras no podía ver algo bueno de la situación.

El cuarto se encontraba totalmente vacío, ni pósters pequeños, ni discos, tampoco el álbum y la caja con fotos, no había más que frío y vacío. La cama tendida y lista para recibir a otra persona, como si antes no hubiera habido nadie allí, todo totalmente blanco otra vez, sin rastros de recuerdos. Y frente a todo eso, una pelirroja aturdida con mil escenarios en su cabeza.

¿Qué había de bueno en esto?

Estaba enloqueciendo, porque su mente en blanco solo le repetía esa pregunta, la cual le era imposible de contestar.

De pronto algo retumba cerca suyo, algo parecido a una voz, o eso creía distinguir.
Voltea ante el sonido de la puerta abrirse y no le hizo falta preguntar nada, porque su miraba hablaba por ella.

-Fue trasladado de urgencia. Nosotros no podíamos hacer más nada aquí. Sin cambios, Duncan. Descenso de actividad cerebral, mal funcionamiento de sus órganos, incluso falla en algunos. Sinceramente no creo que sobreviva al traslado, así que es mejor que salgas y vayas a cambiarte, tu trabajo en esta área terminó.

Nada bueno para rescatar. Pensó, de nuevo.
Miró al anciano parado imponente en la puerta y automáticamente el hombre negó firme.

-Te lo dije el primer día, que no te encariñaras con él porque su situación era crítica. No puedes involucrarte de manera sentimental con un paciente, no es profesional y lo sabes. Hiciste lo que estuvo a tu alcance para mantenerlo cómodo, quédate con eso y sigue adelante. De eso se trata este trabajo.

Samanta soltó todo el aire que se le había trancado mientras trataba de procesar todo lo que el doctor decía. Sintió su cabeza dar vueltas un par de segundos y por ende tuvo que apoyar sus manos en el borde de la cama.
El anciano se adentró en la habitación y la ayudó a sentarse.

-Tu padre me llamó días después de que comenzaste aquí. Me dijo que no te permitiera ser parte del caso. Que no sería bueno para ti y que no estaba seguro de que podrías volver a vivir algo así. Le dije que lo que pude ver a lo largo de toda la carrera me demostraba todo lo contrario. No me hagas darle la razón Samanta. Debes seguir, así como seguiste después de todo.

Coma |P. JM|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora