Como todas las noches, estaba sentada en mi cama llorando dejándome llevar por la ansiedad que había dejado que se llevara toda mi esencia para dejar solo un pequeño rastro de lo que una vez fui. Sabía que necesitaba ayuda, pero mi testarudez me decía que podía con ello, cuando en realidad lo único que conseguía era empeorar. Seguí sollozando, cuando de repente sentí una mano acariciando mi cabello.
-¿Por que lloras, preciosa?- de inmediato reconocí su voz. Peter, mi mejor amigo.
Me giré a mirarlo, tenía un semblante serio y se notaba que estaba preocupado. Me acerqué a él y lo abracé escondiendo mi cara en el hueco de su cuello, mientras desesperada me agarré a su camiseta, sentía que iba a morir en aquel instante, todo fruto de una fantasía creada por mi propia mente. Él me entendía, sabía perfectamente lo que pasaba y, en ningún momento, me juzgó ni me dejó de lado. Siempre me apoyó en mis decisiones y trató de darme la estabilidad que necesitaba en esos momentos. Nunca le conté toda la historia de porqué comencé a estar así, me salté varias partes de las cuales, por cierto, no estaba muy orgullosa, nadie lo estaría.
Estuvimos un rato así mientras me calmaba, luego nos separamos y nos tumbamos en la cama mirando el techo, como de costumbre. La presencia del otro hacía que todo se volviese pacífico. Él me abrazaba de lado acariciando mi brazo y dándome besos suaves en la sien mientras yo me encontraba acurrucada contra él con una mano en su pecho.
En ese instante supe que no podía seguir guardando me todo, tenía que desahogarme. Peter me ayudaría, siempre lo hacía. Pero la pregunta que más rondaba por mi cabeza era: ¿Seguirá haciéndolo después de contarle la otra parte de la historia?
-Peter- susurré su nombre.-Dime, Tammy- respondió, llamándome por el apodo cariñoso que me había puesto años atrás.
-Tengo que contarte algo-dije, asintió- pero necesito que me prometas que después de contarte esto no me mirarás de otra forma.-No hace falta que lo prometa, sabes que siempre puedes contar conmigo- me sonrió sinceramente.
-Necesito que lo hagas, por favor- insistí.
-¿Tan serio es?- asentí- . Lo prometo. Te apoyaré, así como tú hiciste cuando te conté lo de Spiderman.
Cogió la mano que estaba en su pecho, con la suya libre y la sujetó dándome ánimos para empezar, ya que yo, no sabía cómo hacerlo. Cogí una bocanada de aire y comencé...
-Ya sabes la mitad de la historia. La parte en la que mi madre murió por una sobredosis- asintió-. Lo que no te he contado es que fue mi culpa, esa habíamos discutido muy fuerte- cogí aire-. Le dije que estaría mejor muerta. Ella lo hizo por mi, Peter- casi no podía hablar, la culpa me ahogaba.
Su agarre se hizo más fuerte, luego me soltó, se levantó de la cama pasando las manos por su pelo y se puso a caminar de un lado a otro con el ceño fruncido. Mientras que yo seguí llorando, sentada en la cama. Sentí que se había parado enfrente mío. Cogió mis manos y las apartó de forma delicada de mi cara, mientras él se ponía de rodillas. Me miraba dolido, triste y preocupado.
-No fue tu culpa- susurró-, no puedes responsabilizarte de las acciones de los que te rodean. Aunque duela, ambos sabíamos que en algún momento pasaría, no estaba bien- asentí.
Nos quedamos en silencio sin saber que decir, nos miramos y poco a poco nos fuimos acercando, hasta que nuestras respiraciones se mezclaron. Agarró mi mejilla con una mano, con la otra la nuca y unió nuestros labios en un beso, mientras que yo con mis manos en su pecho fui subiéndolas hasta su pelo. Cuando el aire nos faltó, nos separamos y unimos nuestras frentes.
La tensión del momento se desvaneció, solo existíamos nosotros dos, pero sabía que si no solucionaba mis conflictos internos esto no funcionaría y estría jodido desde incluso antes de empezar. Buscaría ayuda.