Recorro las calles como un alma en pena, con la cabeza agachada, mirando el suelo por donde piso y con las manos en los bolsillos de mi sudadera. Algunos me miran con pena y otros simplemente me ignoran, no es muy normal ver a una chica llorando y caminando tranquilamente, es irónico.
Paso de todos y sigo con mi camino, hasta que llego. "Cementerio", leerlo y ya me deprimo más. ¿Qué hace una chica de mi edad en un cementerio? La respuesta es, aquí está enterrado mi corazón, mi alma, mi vida, la única persona a la que alguna vez he llegado a amar, Pietro Maximoff.
Me siento en el suelo sin importarme si me mancho o no, esto ya es una rutina, vengo aquí todos los días sin falta y cada día dejo un pedazo más de mí.
-Hola cariño, estoy aquí, otra vez. Me gustaría poder decirte que me siento mejor-sorbo mi nariz-, cariño, cada día me derrumbo más. Sé que te gustaría que fuese feliz pero, tú me hacías feliz, el único, ahora no estás y no sé qué más hacer. Estoy cavando mi propia tumba, me quiero morir-sollozo-. Quiero volver a estar entre tus entre tus brazos, quiero volver a probar el sabor de tus labios, quiero que cada mañana cuando abra los ojos, no ve a un sitio vacío, sino que estés ahí con una sonrisa. Diciéndome buenos días en sokoviano. Simplemente te quiero a ti. Te amo mi vida, espero que por lo menos tú seas feliz, estés en donde estés.
Me levanto del suelo sacudiendo mis pantalones, en ningún momento había dejado de llorar, era algo imposible. Me di la vuelta y lista para irme.
-Te amo, printsessa-susurraron en mi oído.
Juraría que había sido Pietro, pero ahí no había nadie más, solo una pequeña brisa, su espíritu. Por primera vez en 3 años volví a sonreír, no duró mucho, porque los recuerdos invadieron mi mente. Tenía que dejarlo ir, tenía que intentarlo.
