"Internet"

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Como en cada instituto, los alumnos tienen el deber de dejar en orden los salones fijados para las actividades extracurriculares y en el caso del laboratorio de química, todo rastro de las pruebas empíricas efectuadas debía ser eliminado por cuestiones de seguridad. Sin embargo para una persona catalogada como el conserje más quisquilloso de la ciudad de Shingashina, la rutina de dejar reluciente el laboratorio conllevaba una metodología rigurosa de limpieza.

—¿Por qué me miras así? —fue la pregunta de Hanji al dar el tercer bocado del emparedado a base de pollo que se encontraba en una de sus manos, la contraria se mantenía fijada en las frágiles teclas de su laptop en espera de una respuesta por parte del ordenador.

—Están prohibidos los alimentos. —indicó Levi con simpleza y aburrimiento, sin dejar su labor de seguir e indicar las normas implantadas en momento alguno.

—A quien le importa las reglas, muero de hambre.

El hombre pasó con su escoba a un lado de la profesora, eliminando rastro de remanentes de migajas de pan integral que yacían olvidadas en el suelo. Acto seguido, el recogedor anaranjado que usualmente portaba se encargó de llevarlas directo hacia el cesto de basura. Un trabajo aburrido para muchos pero lo suficientemente rutinario y satisfactorio para alguien como Levi, donde no necesitaba a nada más que su arsenal de limpieza para combatir contra toda suciedad y desorden que se le presentase encima.

Se encontraba inmerso en sus propios pensamientos, en el suave sonido de la escobilla combatir contra el polvo y la suciedad, hasta que el susurro de una risa chillona conocida le desconcertó. Se giró hacia la excéntrica profesora, intentando descifrar las palabras provenientes de la vistosa pantalla de la laptop y en los movimientos del cursor que movía con su mano.

—¿Qué se supone que estás haciendo?

—Nada.

Nada en el lenguaje de Hanji, significaba efectuar un plan que nunca terminaba bien. Intentó no prestarle atención y continuar con su labor, pero una segunda risa se escuchó por parte de ella. Tuvo que acercarse, luchar con los lánguidos brazos de su compañera por unos momentos y lidiar con el aroma de emparedado que le causaba disgusto en su estómago. Finalmente, sus ojos se fijaron en la lustrosa pantalla y descubrir qué era lo que mantenía a la ruidosa de Hanji tan ensimismada.

—¡¿Por qué coño platicas con el cejas gruesas sobre eso?! —su voz se tornó grave, tomándola del cuello de la bata de laboratorio que portaba y dirigiéndole una mirada que para muchos significaba terror.

—¿Qué? ¿Acaso no le has contado a Erwin sobre tu pequeña travesura? —A la profesora de química se le subió el color hasta la frente, si bien la diferencia de estaturas entre ambos era notoria; en cuestiones de fuerza Levi era la definición exacta de un humano poseedor de una fuerza casi invencible; a excepción de aquel torneo de defensa en el cual una joven llamada Mikasa Ackerman le venció de manera limpia al enfrentarse a petición de los alumnos y el personal del instituto.

—Por supuesto que lo sabe, deja de ser una entrometida. —En cuestión de segundos, soltó su firme agarre, dejando a Hanji caer al suelo estrepitosamente. Dirigió una breve mirada alrededor del salón, satisfecho por el ambiente de pulcritud y orden que se emanaba. Sólo un par de salones permanecían pendientes por limpiar y su turno vespertino finalizaría.

—¿Cuándo podré conocerla? —preguntó Hanji con curiosidad al ver al hombre de cabello oscuro cargar con su arsenal de limpieza y caminar rumbo a la puerta.

No obtuvo respuesta alguna, más le conocía lo suficiente para indicar que en aquel mismo silencio se encontraba la respuesta a su incógnita.

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