Perspectiva

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A/N: Los personajes y la historia original de Shingeki no Kyojin son propiedad de Hajime Isayama.

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La noche caía y sus compañeros de equipo se despidieron al finalizar la cena para retirarse a descansar, por lo que decidió esperar algunos minutos mientras observaba a su compañera juntar los restos de la comida en una nueva bandeja.

—Petra, ¿Requieres ayuda?

—Descuida, todo está en orden. —se giró la joven para mirarle, dirigiéndole una rápida sonrisa.

A lo lejos, se lograba a escuchar los indicios de una lluvia venidera a las afueras del cuartel.

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Habían transcurrido algunas semanas muy difíciles. Después de regresar de una fallida expedición, debían entrenar lo más constante posible. Día tras día, muy temprano por la mañana cuando apenas el sol brindaba el primer resplandor, se formaban en hilera en los campos del cuartel para entrenar tanto en equipo como ser evaluados individualmente por el capitán. Y aunque honestamente él era el más hábil de los cuatro muchachos en cuanto agilidad, velocidad y destreza, aquella noche se sentía agotado.

No se debía a su cuerpo, un verdadero soldado se adapta ante cualquier momento de estrés y tensión, hasta que los músculos se acostumbran a disfrutar el dolor del esfuerzo y las caídas. Desde niño, supo dentro de sí mismo que había nacido para ser un soldado y cada vez que debía despedirse de sus hermanos antes de partir a casa, sus rostros se llenaban de admiración ante el hermano mayor que los salvaría de la muerte, lo cual infundía su corazón de una fuerza inquebrantable.

Pero ella, se le estaba escapando de las manos.

Cuando eran unos niños en aquel vecindario de la vieja Karanese, no existía más que el sentir del limpio aire calarles las mejillas enrojecidas por tanto correr y el disfrutar las tardes recolectando verduras junto al ella y el señor Ral. Ella era la definición de una persona con un futuro prometedor junto a una familia, la imaginaba una vez transcurridos los años con el cabello rojizo largo en una coleta y un cesto en su regazo, mientras un infante se aferraba a su falda en búsqueda de protección.

Se imaginaba a sí mismo, regresando de cada expedición rumbo a la ciudad que lo vio crecer para abrir la puerta de su hogar y encontrarse con ella recibiendo sus brazos.

Una vez ella declaró que se enlistaría para la Legión de Reconocimiento, supo que algo no terminaría bien.

Intentó comprender la razón de su decisión por mucho tiempo, mientras ambos crecían juntos al desarrollarse como reclutas y se fortalecían con el paso del tiempo. Tal fue su respuesta, al momento de presentarse ante el soldado más respetado de la Legión.

A simple vista, no existía nada especial en él. Más bien, lo dudó por una breve fracción de momento a causa de su estatura e inexpresivo rostro. Su hablar era rudo y de pocas palabras. Sin embargo, aquel día en el que tuvo que combatir junto a él y terminó en el suelo, las palabras que le dirigió se encontraban lejos de la jactancia o el orgullo, sino una lección de vida que nunca olvidó. Entonces, deseó dentro de sí llegar a ser como él.

Al observar el enfrentamiento de ella, se encontró que existía una extraña sintonía entre la joven y su contrincante por lo que permaneció enmudecido hasta ver el momento en el que el capitán caía al suelo no sin antes desviar el giro desbalanceado de la joven para terminar de igual manera que él. Los susurros sorprendidos de algunos compañeros se hicieron notar, por lo que no pudo evitar el momento una vez el hombre se levantó y le dirigió la mano a la joven recluta en señal de apoyo.

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