A/N: En dedicación para todos los lectores. Espero sea de su agrado a pesar de mi ausencia y habitual vaga manera de escribir.
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La espada de acero se quebró, el cielo se partió en dos y su alrededor se desmoronó ante sus ojos mientras que al mismo tiempo sintió que volaba como un ave que se libra de su jaula olvidada y oxidada, donde ya nada importaba más.
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Un rostro bonito, de ojos grandes y expresivos, pestañas largas y destellos de hilos semejantes a la tonalidad anaranjada del cielo antes de que el sol brinde su habitual despedida después de un día de pesares.
Una sonrisa genuina y la señal en su pecho que indica devoción a la humanidad.
Si tan sólo pudiese ver el fresco y juvenil rostro de aquella soldado otra vez.
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Se encuentra en el abismo en dirección al vacío, no hay luz ni color a su alrededor, más siente su corazón latir una y otra vez.
Trata de recordar los recuerdos de su pasado, pero el pesar dentro de si es tan grande que no logra comprenderlo; ya no hay un punto de retorno rumbo a la historia de su existencia, si es que alguna vez lo fue.
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Las cenas no fueron las mismas desde que ellos se fueron, aunque han pasado años desde que las expediciones se planearon a base de prueba y error, desde que Erwin se fue y los soldados restantes del remanente de la Legión habían decidido que las muertes de aquellos compañeros eran más que suficientes y a la vez demasiado tarde para intentar repararlo.
Aquella noche la Reina Reiss apareció ante la vieja mesa de madera para compartirles alimento como acto de bondad por su esfuerzo y dedicación, aunque quizá había una intención de más en aquella escena que sus ojos registraban; jóvenes que perdieron su inocencia desde pequeños gracias a la inmune crueldad del mundo y la maldición de su raza, acostumbrados a luchar por encontrar la libertad soñada por el ser humano desde el inicio de la historia y agradecidos con la alma caritativa de la Reina que siempre se preocupaba por un pueblo debilitado.
El suspiro de Hanji al tomar el primer sorbo de cerveza le persiguió como las sombras que lo acechan desde que su madre se alejó de su vida sin decir adiós.
—Linda noche enano, ¿No crees?
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Las sábanas son tibias y cómodas, la luz tenue proveniente de la lámpara del buró le hace recordar que es muy tarde ya, su mirada se enfoca en la pequeña mujer que duerme a su lado y sus pálidas manos no pueden evitar recorrer su piel ante la necesidad de sentir aquel ser tangible, afirmarse una vez más que ella siempre ha sido real.
La somnolienta mujer despierta con una suave sonrisa y algo en su mirada le hace ver que ella puede leer sus pensamientos, sintiéndose alarmado ante su habilidad de comprender con facilidad.
—¿Quieres que te dé una mano?
Sus cuerpos se moldean una vez más, su deliciosa esencia envuelve sus sentidos, el agitado respirar se intensifica con el transcurso del momento, el suave vaivén de su unión llena su interior y de una manera extraña sabe que este momento lo ha vivido en el sueño más intenso y recóndito de su mente.
—Me gustan mucho tus besos. —dice la bonita mujer con cariño, su pequeña boca y dientes jugar con su mentón una y otra vez, y él la mira con fascinación.
Su alma logra alcanzar más allá del cielo.
.Nunca se consideró buena persona, aprendió a hurtar y a matar como instinto de supervivencia; y al confiar ciegamente en aquel hombre de cabellos rubios y cuchillas de acero creyó que encontraría la respuesta, a pesar de que al final descubrió que no dejaría de ser un monstruo y un asesino.
Pero si era un asesino, ¿Por qué su interior se vaciaba cada vez más al transcurrir las estaciones y el mundo tornarse inhóspito y cruel? ¿Hasta donde llegaba el vacío?
No lo sabía y nunca lo entendió, jamás supo si logró cumplir su última promesa.
Su nombre y apellido era más que una simple leyenda.
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De pronto, su alrededor cobra vida y el sentir de sus pisadas rumbo al camino del fin le genera curiosidad.
A la mitad del puente de madera, sus manos se encuentran con el delicado palpitar de otras y sus dedos se entrelazan en forma de consuelo.
—Capitán, bienvenido. —la joven le dedica una sonrisa de alegría, su vestimenta brilla como el espectro del arcoiris y la forma en cómo ondea su cabello le distrae por segundos.
—Petra. —el nombre suena con firmeza, dulce entre sus dientes y con alivio en su ser—¿Cuánto tiempo ha pasado?
—Eso no importa ya.
Y la suavidad de aquellas manos le dirigen al destino final de todo ser viviente, donde sus compañeros le esperan con paciencia; para finalmente cerrar el libro de la vida y concluir que el fin no existe ya, si no el principio de la eternidad.
Donde todos han alcanzado la libertad.
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Universos
RomanceRecopilación de escritos Levi/Petra, distintos universos, mismo fin. (COMPLETO)