"Crianza"

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A/N: Rivetra week 2019-Tumblr, Crianza (Definición cercana al término Nurture)

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Se había despedido de sus largas y afiladas cuchillas de batalla una vez que la guerra terminó, años atrás. Aunque de vez en cuando, no estaba mal probar la calidad de la fruta que estaba dispuesto a pagar en el mercado de Trost con aquella navaja que siempre escondía en el bolsillo izquierdo de su pantalón de económica gabardina.

Ignorando la sorprendida mirada del comerciante, tomó la pieza cortada de manzana y la inspeccionó ante la claridad de la luz. El amarillento y sonrosado color del interior de la fruta le pareció adecuado para aprovecharlas un par de días ante de que terminasen su etapa de madurez y aunque hubiese deseado que fuesen de igual calidad como las que había adquirido varios meses atrás, lo cierto era que comenzaban a escasear a causa de la alza de precios y crisis social que el gobierno fracasaba en atenuar.

—Dos libras para llevar. —dijo el hombre una vez que tomó su decisión, impasividad mostrada en sus facciones mientras esperaba que el vendedor dejase de mover de un lado a otro en búsqueda de las bolsas de papel para llevarse la mercancía.

Algunas miradas curiosas, otras inquisitivas le veían a pasar mientras caminaba por los estrechos pasillos del mercado. No era como si fuese la primera vez que tomaba con tranquilidad el camino rumbo al mercado por las transitadas calles de Trost, se dignase a mostrar su presencia en los diferentes establecimientos de víveres y equipos de limpieza y adquiriese los artículos necesarios para regresar una hora después a casa.

Era su legendaria trayectoria como soldado, el remanente de la lucha reflejado en las profundas cicatrices en su rostro, el sanguinario emblema de las murallas caídas desde aquel fatídico día donde la historia de la isla de Paradis se repitió. Era el recuerdo de los soldados caídos, la sangre desperdiciada en inocentes, en el ciclo de la vida que renació en una nueva etapa una vez que el portador del poder titán desapareció sin dejar rastro.

Y cuando el soldado más fuerte de la humanidad abrió sus ojos; con el rostro y cuerpo cubierto de sangre, logró entender que el peso que cargaba en sus hombros desde que vio a su madre partir en la inhóspita soledad del mundo subterráneo no había sido en vano.

Ese fue el día que la guerra entre la isla de Paradis y Marley terminó. Ese día había alcanzado su mayor victoria.

Ya no tenía que lidiar con seres gigantes o políticos sin escrúpulos, o en fanáticos de ideologías radicales. Mucho menos en teñir una vez más sus manos de sangre, ya se encontraban lo suficientemente sucias y dudaba si algún ser divino más allá de la vida le concedería el perdón de sus errores. Por el momento, se encontraba satisfecho de no haberse topado con algún conocido de la guerra o con algún mocoso curioso que saliese con la misma historia de que su nombre se había contado en las clases de historia de la escuela local de Trost.

Él era un hombre acostumbrado a calcular su tiempo libre con precisión, sabía qué debía comprar cuando era necesario y mantenía su trabajo con estabilidad. Fue entonces cuando sus pensamientos le recordaron que ya era momento de regresar a su hogar y bastó una mirada para poder capturar su atención una vez que comenzaba a tomar el retorno a casa.

Era un establecimiento pequeño más lo suficientemente colorido para cualquier infante con la inocencia plasmada en su rostro. En un momento se sintió transportado en dirección al mostrador, frente a frente con el objeto que había llamado su atención.

No recordaba haber recibido algún obsequio cuando fue niño, más bien en el mundo subterráneo lo único que existía para los infantes eran las navajas con manga de marfil cuando cumplían los tres años de edad. En sus primeros años de vida, dormir en una cama con sábanas limpias era más que suficiente para él. Después había dejado de descansar lo suficiente hasta acostumbrarse a reposar en una silla de madera y dedicarse a lo que su mentor le había enseñado mejor para sobrevivir.

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