Entre Capitán y Subordinada

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Otra noche lluviosa, como habitual señal de augurio horas previas a una expedición. Si el terror ante lo venidero persiste aún entre los soldados más preparados de la Legión de Reconocimiento, en aquel momento parecía lo contrario.

Los corredores se encontraban vacíos, los establos acunaban los fuertes equinos de la lluvia, las puertas de los dormitorios de los soldados permanecían cerradas, los murmullos de algunas conversaciones se perdían con el paso de las horas, aquella tranquilidad reflejaba la simpleza de la vida y el fin del ajetreo de un día rutinario; a pesar de que la vida de un soldado era instantánea como el frágil parpadeo de los ojos, en algunas ocasiones se alcanzaba encontrar un poco de paz entre las incesantes batallas.

La subordinada era de pequeña pero firme figura, y muy joven. En sus manos portaba con la habitual tetera de porcelana y el par de tazas acompañante. No existía nada especial en la puerta de madera la cual se encontraba frente a ella, más la presencia de quien se encontraba dentro podía considerarse abrumadora. Era un lugar casi sagrado para la mayoría de los soldados, una pulcra habitación con pocos objetos de gran valor.

Usualmente mantenían conversaciones de pocas palabras, no existían temas en común entre ambos que los unieran, pero la hirviente esencia del té era lo suficientemente aceptable para que permanecieran a pocos metros de distancia, frente a frente. La subordinada en la solitaria silla en la que él dormitaba y el hombre de pie, a un costado de la mesa.

El capitán era poco expresivo y de ruda forma de hablar. Su mirada era penetrante, azul sombrío como el remanente de su pasado, solitario en su manera de socializar, era el más fuerte en toda la historia de la guerra contra los seres gigantes, con luchas internas que se consideraban un misterio como las profundidades de la leyenda sobre la existencia de un mundo de agua con sal.

—El de ayer tenía mejor sabor. —Nunca iniciaba conversaciones en aquel tiempo, más por alguna razón sintió la necesidad de conversar con alguien, o en otras palabras con ella en especial.

—Puedo preparar otro si así desea, capitán.

Se limitó a emitir un suave gruñido, en señal de negación. Miró de reojo el cómo la taza vacía regresaba a la bandeja, y el cuerpo de la soldado levantarse de la silla. Ella sonrió complacida de haber cumplido la última disposición del día y era más que suficiente. Porque las promesas no existían entre ambos.

—Ve a descansar, Petra.

En aquellas palabras sentíase el peso de lo que se avecinaba, en el rostro agotado de la soldado y en el sonido de la lluvia a las afueras de la habitación. Estaba acostumbrado, sabía cómo sobrevivir ante las atrocidades de aquella jaula en la que vivían, pero era el juramento de lealtad ante el Comandante Smith sobre llegar hasta el fin, más fuerte que la muerte. Mismo que ella perseguía, más no podía evitar que algo podía escapársele de las manos.

Inconscientemente sus dedos sintieron el contacto con los de ella, sus ojos se encontraron y aquella sonrisa lo inundó de una foránea sensación.

—Buenas noches, capitán.

No era un acuerdo, ni mucho menos un pacto. No era una historia de romance, más quedaba poco tiempo y ambos lo sabían.

Fue la curiosidad lo que lo llevó a probar sus labios aquella vez...dulces y suaves. Era prohibido, extranjero entre sus pensamientos, era cruzar la línea entre el bien y el mal, pero era la única forma existente en mostrar su gratitud hacia ella, porque a pesar que él no podía ofrecerle un bien, dentro de sí mismo surgía una necesidad de ver por su bienestar, más allá de ser su subordinada.

Un beso torpe, brusco, ambos tuvieron que separarse. La sonrisa de la joven soldado se ensanchó en magnitud y nunca la había visto tan fascinante, más le llevó un largo tiempo admitirlo.

—¿Está bien así? —fue la pregunta del Capitán Levi antes de ver aquella figura retirarse de la habitación.

Sí, capitán. —Petra respondió en un susurro, con la bandeja sin remanentes de té en sus manos y en un instante, la pequeña figura desapareció de su vista.

La noche era frágil y lluviosa, la vida de muchos se acortaba con el transcurso del tiempo; ellos lo sabían, más el mundo necesitaba de ellos.

Y si fallaban, o si la humanidad llegaba a olvidarse de ellos, al menos la historia se encargaría de plasmarlos en la línea del tiempo antes de que los titanes vivientes fuesen destruidos, porque el fin se acercaba.

Apenas iniciaba.
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A/N: Siendo realistas, creo que en el canon, Levi y Petra hubiesen tenido una relación muy extraña. He ahí la torpeza del Capitán, y que Petra no esperase na
da de él. Ya saben, vencer a los titanes es más importante aunque después de todo, son seres humanos (en un mundo anticlimático).

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