Capítulo I: Memorias

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Había sido un largo día de entrenamiento en los alrededores del gran Templo Jedi, la sede de la orden de los defensores de la paz. Galen continuaba a la espera de su siguiente misión y, mientras tanto, se enfocaba en mejorar su habilidad tanto con el sable de luz como con la Fuerza.

Muchos de sus compañeros Jedi le decían que simplemente estaba siendo modesto, y estaban en lo cierto; desde que lo habían nombrado caballero y le habían asignado una legión de clones, se había convertido en uno de los Jedi más eficaces de la orden. Y eso que acababa de cumplir los 18 años.

"Solo 18, a cualquier otro que hubiera dicho estar listo para las pruebas lo hubieran mandado a la mierda", dijo Galen para si mismo mientras caminaba por los pasillos del templo.

El joven llegó a su habitación, un cuarto muy humilde con poco más que una cama, un escritorio y una ventana. Tras cerrar la puerta y quitarse la túnica negra ajustada que siempre solía llevar, (el traje "aprendiz oscuro" de Star Wars: The Force Unleashed II) se sentó en el escritorio, sacó una llave que siempre tenia en uno de los múltiples compartimentos de su túnica y abrió el único cajón que tenía su escritorio.

Dentro no había mucho, unos cuantos papeles, piezas de repuesto para sus sables de luz y otras cosas de poca importancia, lo que a él realmente le importaba era un collar que residía en el fondo del cajón; una cadena con un simple colgante de color gris.

Una baratija a la vista de cualquiera, pero para él significaba todo por lo que seguia luchando, todo por lo que no dejaba de entrenar todos los días, todo por lo cual se había logrado convertir en caballero jedi a tan temprana edad. Al abrir el colgante salió proyectada una pequeña imagen holografica de el mismo abrazando cariñosamente a una chica, un poco mas joven que él, de la raza togruta, su nombre era Ahsoka Tano, en ese momento Aprendiz Padawan del caballero Jedi Anakin Skywalker, al que llamaban "El Elegido".

La relación entre Ahsoka y Galen era muy confusa, se podía decir que eran grandes amigos, puesto que habían entrenado juntos desde pequeños y habían formado un lazo de los que pocos se ven entre su credo.
Pero por lo mismo, aquella relación no pasaba de eso, más que nada por que ambos eran Jedi. Lo que Galen no podia negar era tenía sentimientos por ella aún más fuertes que los de una simple amistad, aunque luchaba por mantenerlos ocultos.

"No es correcto", pensó mientras cerraba el colgante de golpe y la imagen se desvanecía. "No es el camino de un Jedi".

Galen siempre había sido una persona muy cerrada y nunca hablaba más de lo necesario, siempre estaba enfocado en conseguir sus objetivos y nunca miraba hacia atrás. Excepto cuando estaba en su presencia, con ella cerca, se volvía una persona completamente diferente, cuando la veía, dudaba, cuando ella lo miraba con sus grandes y preciosos ojos azules, él simplemente dejaba de pensar, era consumido completamente como si de la peor droga se tratase.

Desde que ella fue aceptada como Padawan del Maestro Skywalker se veían menos, simplemente podía dedicar su tiempo entre misiones para meditar o entrenar y asi mantenerse alejado de todos estos sentimientos que solo lo distraían de su deber. De todos modos, ella nunca había pensado en él de esa manera, y probablemente nunca lo haría, ella estaba enfocada en su camino de convertirse en Jedi y solo lo veía como un gran amigo.

Galen volvió a guardar el colgante en el cajón y tras cerrarlo con llave se sentó en la cama, admirando por su pequeña ventana las vistas del atardecer de la gran metrópoli que era Coruscant, capital de la República Galáctica, rebosante de gente que la llenaba de vida.

Así quemó gran parte de la tarde, distrayéndose con el tráfico que iba hacia todos lados y con las luces de los grandes edificios que empezaban a encenderse, pero inevitablemente fue invadido por sus pensamientos y empezó a recordar como fue el inicio de todo, como había llegado hasta esa situación en la que se encontraba en ese momento.

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