Lo que estaban viendo mis ojos era algo que me causaba dolor, tristeza, culpa, miedo, todo junto, creando una sensación bastante chocante.
La habitación se encontraba tal como la habíamos dejado antes de escapar, solo que ahora Gonzalo se encontraba sentado sobre uno de los colchones y no en el mejor de los estados.
Tenía sangre seca en la mayor parte del rostro, pero se notaba que las heridas estaban en las cejas, nariz y labio. La camisa que había traído puesta, estaba toda rasgada y también manchada. Sin duda que su castigo había sido peor.
-¿Qué fue lo que te hicieron?- la pregunta escapo de mis labios cuando el guardia cerró la puerta detrás de mí.
Gonzalo, que hasta entonces había mantenido la mirada clavada en sus pies, la corrió hasta mí para inspeccionarme minuciosamente, por acto reflejo, escondí mis quemaduras para no preocuparlo.
Su rostro irradió alivio cuando no me encontró ninguna herida.
Sin pronunciar palabra alguna, se levanto del colcho con una mueca de dolor en el rostro y me envolvió en un abrazo que me tomo por sorpresa.
-Te encuentras bien- dijo con alivio y fue ahí cuando reaccione y le correspondí el gesto.
-Lo lamento Gonza, de verdad lamento no haber podido conseguir la ayuda- me disculpe contra su pecho, mientras que mis lagrimas empezaban a humedecer los retazos de su camisa -Lo intente, pero debí haberme esforzado mas, yo…- Gonzalo me aferro con más fuerza contra él y las lagrimas empezaron a ahogar mis palabras
-Tranquila, se que diste lo mejor y eso es lo importante ¿Si?- solo asentí contra su pecho.
No quería que me viera llorar, no quería demostrar debilidad.
-Bren- me llamo con dulzura, pero lo ignore y seguí escondiendo mi rostro -Bren- repitió y esta vez se separo un poco para tomar mi barbilla y obligarme a mirarlo.
Cuando mis ojos llegaron a su rostro, mas lagrimas corrieron por mis mejillas.
Gonzalo realmente se veía más mal desde cerca. Los lugares por los que no había brotado sangre, estaban de un color azulado o colorado y tenía una gran hinchazón. El castigo había sido atroz.
Involuntariamente lleve mi mano hasta uno de sus pómulos y acaricie la herida con delicadeza. Lo hice con cautela, esperando su rechazo, pero Gonzalo no se corrió, sino que cerró los ojos y pareció disfrutar del contacto.
Cuando fui consciente de mi atrevimiento, rápidamente retire mi mano y me aleje, no quería que pensara mal de mí. Gonzalo, al no percibir mi tacto, abrió los ojos y me miro confundido.
-Yo…- cuando estaba empezando a elaborar una disculpa, el sonido de la cerradura me interrumpió. Ambos volvimos nuestra atención hacia la puerta que ahora se encontraba abierta.
Cuando vi a la persona que se encontraba junto al guardia, sentí que mi pecho se comprimía.
-Acá les traigo un nuevo compañero- dijo el guardia, mientras lo arrojaba dentro de la habitación y volvía a cerrar la puerta.
De todas las personas que había encerradas en este lugar, ¿justo tenían que trasladarlo a él? Eso sí que era tener mala suerte.
-Brenda- dijo en un susurro cuando me vio
-Bruno- dije seca y él me miro confundido, ahí fue cuando recordé que el había estado inconsciente durante la aclaración de Titán.
-¿Se conocían?- pregunto Gonzalo mirándome fijamente.
-Por desgracia, si- dije con odio y luego me acerqué a la ventana para mirar a través de ella. El sol estaba rosando el horizonte y esa imagen me hacía sentir serena. La sola idea de pensar que a partir de ahora tendría que convivir en la misma habitación con Bruno, no me hacia la mínima gracia.
Estaba segura que todo había sido por obra de Titán, el había visto el dolor que me había causado esa confesión y no había decidido cambiarme de habitación, porque iba a ponerme en la misma habitación que un asesino.
-Bren ¿Qué es lo que…?- con solo escuchar su voz ya sentía el asco recorriéndome
-No me llames así, mejor dicho no me hables directamente- lo interrumpí con rabia -Mantente lo más lejos posible de mi, eres un infeliz-
No corría mi vista de la ventana, pero adivinaba la confusión en su rostro
Después de esas palabras de mi parte, un silencio se instalo en el lugar, que nadie se atrevía a romper.
El sol se perdía en el horizonte y las estrellas poco a poco empezaron a brillar en el cielo, recordándome a Thomas. Como lo extrañaba, como desearía que ese día nunca hubiese pasado, que el aun estuviese con nosotros, conmigo…pero era algo imposible, como la mayoría de lo que había intentado últimamente.
La puerta volvió a romper el silencio y con lo que seria, seguramente, nuestra cena.
Escuche como alguien caminaba hasta la mesa de siempre y luego se retiraba
-Bren…-
-Sí, Gonza, ya escuche- dije adivinando sus palabras y voltee a ver la mesa, pero en lugar de alimentos, había una caja que Gonzalo revisaba con curiosidad. Corrí la mirada por el lugar, hasta que encontré a Bruno sentado en uno de los colchones, con la mirada fija en mí, como si aun no me comprendiera, rápidamente le quite la mirada y volví a mirar a Gonzalo, que ahora tenía un frasco en su mano.
Me acerqué para ver de qué se trataba y me sorprendió encontrar una especie de botiquín de primeros auxilios
-Creo que te sintieron algo de compasión- dije cuando llegue a su lado. Me miro serio y con una ceja alzada -Bueno, medio tarde, pero algo es algo ¿No?- pregunte algo incomoda por mi comentario inoportuno, pero Gonzalo empezó a reír -¿Qué es lo que te hace tanta gracia?- pregunte con algo de molestia
-Tu cara- respondió como si nada -Si te hubiese visto, estoy seguro que reirías conmigo-
Me crucé de brazos
-¿Muy gracioso, no?- el asintió -Bueno, ahora vamos a ver quién te cura las heridas- dije con burla y el paro de reír en seco.
-¿Me las pensabas curar tú?- pregunto sorprendido
-Tal como acabas de decir, las pensaba curar, pero visto y considerando que te causa mucha gracia burlarte de mí, cambie de opinión- dije con una sonrisa de satisfacción.
Gonzalo miro las gasas en sus manos y luego a mí
-¿Me ayudas?- pregunto imitando la voz de un niño pequeño, pero negué con la cabeza.
Al final lo terminaría ayudando, pero quería hacerlo sufrir un poco.
-Por favor- volví a negar -Está bien, si después se me infestan será tu culpa- dicho esto, dejo todo en la caja y empezo a caminar hacia el colchón.
Al ver su reacción, lo tome de la camisa y lo obligué a detenerse
-¿Acaso no te piensas limpiar?- pregunte con sorpresa, y el negó -¿Te está afectando el encierro o qué? No puedes quedarte así, cuando tienes todo para desinfestarte, ¿acaso te volviste loco?-
Se volteo con aires de indiferencia
-No puedo verme el rostro-
Solté el aire con resignación y me tome el puente de la nariz
-Siéntate, que ahora voy- me termine rindiendo
-¿Me limpiaras tu?- pregunto con una sonrisa burlona
-Si sigue molestándome, te quedaras con la cara así, pero yo no te limpiare- sentencie y el asintió como un niño regañado, pero antes de poder darme vuelta me envolvió en un fuerte abrazo mientras levantaba mis pies del suelo, haciéndonos girar
-Gonzalo, ya basta- dije tratando de sonar furiosa, pero las carcajadas le restaban la seriedad.
En una de esas vueltas, vi que Bruno tenía los puños y la mandíbula apretados.
¿Por qué tenía esa sensación de culpa en el pecho?
¡Holaa! Las invito a pasarse por mi otra obra "INEVITABLE", es una historia corta (demasiado diria yo). Es algo diferente a ésta pero espero que les guste!!
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Mi locura, tu salvación|✔
ActionDi dos pasos más, para internarme en el lugar, cuando un olor nauseabundo me invadió por completo, provocándome un leve mareo. Al recupéreme y buscar con la mirada el origen de la peste, me encontré que un cuerpo todo ensangrentado, yacía a metros...