34- Enfrentamiento

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-¡No, hiciste trampa asique no cuenta!-grite mientras le sacaba la hoja a Bruno, el cual reía como un desquiciado, y tachaba el punto que se había acabado de anotar.

Hacia aproximadamente quince minutos que habíamos empezado a jugar a las cartas y Bruno ya había hecho trampa en la mitad de las partidas, logrando que me sacara de quicio en varias ocasiones.

Ambos éramos muy competitivos, pero el parecía burlarse de mi enojo.

¿De dónde las habíamos sacado? Bueno, al parecer las “provisiones” resultaron ser tres mudas de ropa, que consistía en tres remeras brancas y tres pantalones azules, todos del mismo talle, además de la ropa interior; tres manzanas, tres botellas de agua y un mazo de cartas.

Lo primero que hice cuando sacamos todo de la caja, fue tomar las cuatro prendas que me correspondían para correr hasta el baño y trabé la puerta antes que alguno del dúo masculino se me adelantara.

Una vez dentro, empecé a quitarme la ropa que traía puesta y me acerque a la canilla para humedecer la remera que me había acabado de sacar. De la ducha no había ni rastros, asique había que improvisar para higienizarse al menos un poco.

Me limpie lo mejor posible y me coloque la ropa interior que me calzaba bastante bien. Respecto a la remera, me quedaba bastante grande, pero no me molesto, ya soy de usar ropa holgada, no tanto como esta que me quedaba como veinte talles más grandes, pero bueno.

Cuando mire los pantalones, considere la idea de volver a ponerme los anteriores, pero estaban sucios y rasgados en las rodillas. Suspire con frustración, el pantalón anterior era imposible de usar, pero el limpio me quedaba tan grande que se me caía. Luego de pensarlo unos momentos, mire la remera que traía puesta, me llegaban unos dedos por encima de las rodillas, lo que impedía que se viera algo.

Tome la decisión: me quedaría así.

Cuando fui a recoger la ropa del suelo, la remera anterior se me cayó, dejando a la vista su estampado

-“Free”- leí en un susurro y puse una sonrisa irónica en mi rostro -Muy oportuna, remera, muy oportuna- le dije en voz alta, como si me fuese a escuchar y luego la volví a levantar. Envolví todo en un rollo y lo puse en un balde que encontré.

Cuando salí del baño, espere encontrarme con alguno de los dos esperando para entrar, pero mis ojos se abrieron al igual que mi boca, cuando vi la escena que se montaba frente a mí.

Gonzalo estaba con la ropa interior puesta, el pantalón en una pierna y sin la camisa. Su espada era ancha y debo admitir que me sorprendió, en un momento lo había creído menos robusto. En cuanto a Bruno, el ya tenía los pantalones colocados, pero al igual que Gonzalo, aun tenía el torso descubierto.

Ambos estaban de espaldas a mí y parecían no haber notado mi presencia, lo que agradecí enormemente.

Empecé a retroceder lentamente con la intención de retirarme antes que me descubrieran, pero como la suerte está más tiempo en contra que a mi favor, termine tropezando con algo y cayendo a la vez que mi cabeza chocaba contra el suelo.

Me sentí aturdida por unos segundos, pero poco a poco fui recuperando mis cinco sentidos.

Cuando abrí lo ojos y pude enfocar, lo primero que vi fue a un par de ojos azules y un par gris, que me miraban preocupados. Bruno y Gonzalo.

Se encontraban uno a cada lado de mi cuerpo, que aun yacía tirado en la puerta de baño. Estuve a punto de hablar pero cuando mi vista bajó a sus torsos desnudos, las palabras murieron en mi boca y mis mejillas empezaron a levantar temperatura. Seguramente estaban enrojecidas, pero ninguno de los dos parecía notarlo.

-¿Estás bien?- la pregunta de Gonzalo me hizo regresar a la realidad.

-Si…si estoy bien- contesté tratando de mirarlo a los ojos, aunque la vista se me desviaba contra mi voluntad.

Era hora de actuar.

-Eh ¿Sus remeras? ¿O acaso no tienen? Aunque recuerdo claramente haberlas visto junto a esta- dije mientras señalaba la que traía puesta.

Mi tono había sido brusco y pareció desencajarlos, pero Bruno logró reaccionar primero y una sonrisa arrogante se dibujo en sus labios

-¿Qué, a caso te ponemos nerviosa sin remera?- Gonzalo, al escucharlo, soltó una carcajada.

-No- afirmé en tono desafiante, mientras me levantaba.

Ambos me miraron raro y no comprendía la razón ¿acaso había herido sus orgullos?

-Tu…tu no… ¿No llevas pantalón?- dijo Gonzalo mientras señalaba mis piernas pálidas por la falta de sol.

Cuando había tomado la decisión de no llevar pantalón, no me imagine que sería tan incomodo.

Mis mejillas volvieron a arder

-Yo bueno…es que el pantalón…mmm no me quedaba, pero si le molesta me pongo el anterior- dije mientras me sentía cada vez mas inquieta

Bruno se levanto mirándome a los ojos y Gonzalo copio su acción.

Los tenia parados frente a mí y ambos me sobrepasaban en altura, lo que me hacía sentir aun más pequeña. Tome una bocanada de aire y me di vuelta para entrar al baño, cuando siento que una mano se ajusta sobre mi muñeca.

Clave mi vista en el agarre y luego fui subiendo la mirada hasta que me encontré de frente con Gonzalo

-Perdón, no quise hacerte sentir incomoda es solo que…me sorprendiste, no es necesario que te cambies- su expresión me recordó a la de un niño pequeño y no pude reprimir las ganas de pellizcar sus mejillas.

No fue de modo brusco asique empezó a reír y yo me contagié.

-Ya ya, que no son de goma- se quejo mientras tomaba mis manos y las alejaba de su rostro.

Sus mejillas habían quedado levemente sonrojadas dándole un toque tierno y no pude evitar volver a reír.

-¿Con que te da mucha gracia, no?- pregunto con calma y yo asentí.

De un momento a otro mis pies ya no sintieron el suelo y todo se puso de cabeza

-¡Gonzalo! ¡Bájame!- me intente poner seria, pero una carcajada involuntaria me arruino la actuación.

Él empezó a dar vueltas y yo, aunque ya estaba empezando a marearme, no dejaba de reírme

-¡Ya Gonza, me estoy mareaaaando!- grite mientras el frenaba de golpe y empezaba a girar para el otro lado.

-Dijo que pares- la voz dura de Bruno hizo que Gonzalo de detuviera y yo dejara de reír.

Estaba con la cara pegada a la ancha espalda de Gonzalo, el cual aun no tenía la camisa puesta, y no podía ver nada, pero estaba segura que sus expresiones no serían muy amistosas

-Estábamos jugando, no tenias porqué meterte- podía sentir como los músculos de Gonzalo de tensaban

-Sí, pero ella dijo que pararas- aun estaba sobre el hombro de Gonzalo y la situación se estaba tornando incomoda, por lo que no me atrevía a pedirle que me bajara

-Pero lo decía en broma ¿o acaso no escuchabas sus carcajadas? Hay que ponerle un poco de alegría a este lugar- la respuesta de Gonzalo pareció enmudecer a Bruno, porque no objetó nada más.

-¿Gonza?-lo llame después de unos segundos en silencio

-¿Si?-

-¿Estas cómodo?-

-Muy-

-Bueno, yo no así que bájame ya mismo- escuche como reía y luego me obedeció.

Cuando mis pies volvieron a tocar el piso, empecé a recorrer la habitación con la mirada, hasta que encontré a Bruno, con las manos apoyada en los barrotes de la ventana y la mirada perdida en el horizonte.

Sentí un pinchazo de culpa y así fue que me dirigí hasta la caja y propuse la idea de jugar a las cartas.

Al principio Bruno y Gonzalo parecían querer sacarse los ojos, pero luego de unas cuantas partidas, se olvidaron de cualquier recelo y eso me hizo sentir mejor.

Mi locura, tu salvación|✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora