43- A un segundo de recibir un disparo.

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Todo pareció congelarse por un instante justo antes que todo explote. Se escuchaban pasos, muchos, que se entremezclaban con el ruido ensordecedor de las alarmas. Luego del primer disparo, se escucharon un par más, pero en ese momento ninguno. Alguien empezó a gritar, y después se escucho una voz por los parlantes.

-¡ALERTA! ¡HEMOS SIDO INVADIDOS! ¡ALERTA! ¡TODOS A SUS POSICIONES! ¡ALERTA!...-

El mensaje se repetía una y otra vez, pero no era capaz de procesarlo con claridad ¿Invadidos? ¿Eso qué quería decir? Un empujón me hizo caer de rodillas al suelo y soltar un quejido, que ni siquiera se escucho sobre todo el alboroto. Alguien jalo de mi cabello, obligándome a ponerme de pie y luego me empezó a arrastrar hacia el pasillo. Necesite tres segundos comprender la situación, uno para darme cuenta de que se trataba de uno de los guardias, otro para sentir el cañón de un arma sobre mi costado y uno tercero para comprender que me estaba utilizando como un escudo humano. A mi lado, Gonzalo estaba en la misma situación, solo que con su “padrastro”. Cuando sintió el peso de mi mirada, volteo a verme, dejando a la vista los cortes que nuevamente desdibujaban su rostro, y dibujo con sus labios un <Estarás bien> mudo. Quise decirle que ambos lo estaríamos, pero el guardia me obligo a salir de la habitación. Empezamos a avanzar hacia el lado contrario al que se escuchaba todo el alboroto, justo hacia donde teníamos pensado ir Gonzalo y yo una vez iniciado el plan.

-¡ALERTA! ¡HEMOS SIDO INVADIDOS! ¡ALERTA!...- la voz se escuchaba aun más ensordecedora en el pasillo, lo que me recordó al día de nuestra huida frustrada. Los parlantes estaban justo ahí.

Seguimos avanzando y entonces los disparos volvieron. No opuse ninguna resistencia cuando me empujaron para acelerar el paso, la verdad es que yo tampoco quería estar en ese lugar. Sentía que el corazón se me escaparía del pecho. Cuando distinguí la ventana, vi que ahora estaba enrejada y se sintió como un golpe en el estomago ¿Ahora por donde saldríamos? Cuando estaba a punto de hacer la pregunta, Titán empujo a Gonzalo hasta una de las puertas de los lados, haciendo que éste suelte un quejido cuando golpeo duramente contra la madera, y sacando una llave de su bolsillo, la abrió. El que me tenía a mi no necesitó ni siquiera darme un empujón, porque enseguida me adentre en el lugar justo después de que el dúo ingresara. La estancia era pequeña y bastante sucia, no media más de cuatro metros cuadrados y el escritorio en una de las orillas mas una silla algo deteriorada, hacía suponer que en algún momento se había tratado de una especie de oficina. El olor a encierro mas las partículas de polvo que llenaban el cuarto hacían del lugar, un espacio intolerable, pero tenía algo que la hacía perfecta: una ventana y sin rejas. Titán se apresuro a ir hasta ella, al igual que el guardia que me perseguía, dejándonos así libres a Gonzalo y a mí. Fue entonces que lo comprendí: nos estaban dejando en este lugar para que nos asesinaran los que venían detrás de nosotros. Cuando los vi salir, quise copiar su acción, pero entonces Titán se volvió hacia nosotros mientras desenfundaba un arma.

-Bien ¿Quién de los dos es el primero?- pregunto mientras nos apuntaba a Gonzalo y a mí de forma alternada. Ahogué un grito. Por instinto retrocedí un paso, pero sabía que ya no tenía escape. Moriría, moriría y nadie lo podría detener. Moriría y la idea no me resultaba agradable en lo mas mínimo. Recordé todas esas veces en las que la había deseado, intente recordar algo que me hiciera aceptar mi muerte un poco mejor, pero no nada venía. Nada me resultaba suficiente para rendirme, para aceptarlo. Todo lo que alguna vez me había hecho odiarla, la muerte de Thomas, la idea de porque él y no yo, todo me resultaba insignificante y poco coherente. Ahí, justo a un segundo de recibir un disparo, comprendía que la vida nunca llega a ser suficientemente mala como para querer dejarla, porque lo que hoy te parece el fin del mundo, mañana lo veras como un día gris, lo que hoy te parece insuperable, mañana solo será un recuerdo lejano. La vida nunca llega a ser insuperable, difícil sí, pero no insuperable, solo hay que enfrentarla, porque los días soleados no serian tales si no existieran los días de lluvia, pero tal como dijo alguien alguna vez en algún lugar del mundo “Nunca se extraña el agua hasta que el pozo se seca” en ese momento no quería morir, ni en ese momento, ni en el que seguía, no quería morir y punto, sin embargo esa no era mi decisión, eso estaba más que claro.

Cuando ya me preparaba mentalmente para lo inevitable, Gonzalo avanzo hasta mí y me cubrió con su cuerpo, dándome la espalda.

-Dispárame a mí y deja que se vaya, ella no tiene la culpa de nada- dijo con voz demandante. No lo podía ver, pero podía imaginar cómo Titán lo miraba con diversión mientras yo estaba helada por sus palabras ¿Acaso había escuchado bien?

-Que te ofrezcas para ser el primero no la salvará, no tengo pensado dejar testigos, así que…- no había terminado, cuando se escuchó un disparo. Al instante sentí como mi cuerpo era empujado para atrás y cubierto por otro. En ese momento pensé lo peor. Gonzalo. Me quede ahí, de espaldas al suelo, con su cuerpo sobre el mío y esperando otro disparo que me correspondía, sin embargo lo que ocurrió fue lo menos pensado. Alguien grito a voz de alto, luego otro disparo y mas gritos de “Se escapa” o “Los encontramos”.

Sentí como Gonzalo se removía hasta reincorporarse en sus manos, para mirarme a los ojos.

-¿Estás bien?- pregunto con un tono claramente preocupado. Asentí y entonces vi como alguien aparecía sobre el hombro de Gonzalo y con un arma, antes que dijera algo, empuje a Gonzalo hacia un costado y patee las piernas del sujeto, de modo que cayó de espaldas al suelo, luego, sin perder tiempo, me abalancé sobre él y coloque mis manos en su cuello, aunque sin ejercer presión, solo era para mantenerlo quieto.

-¿Qué era lo que pensabas hacer?- pregunte al filo del llanto, la verdad estaba al filo del colapso, no soportaba un segundo más en ese lugar -¿Por qué no nos dejan en paz de una vez?- entonces las lagrimas fluyeron y sentí como unos brazos me tomaban por detrás para alejarme del hombre que parecía en el límite de lo sorprendido y lo confundido. No opuse resistencia, solo deje que quien sea que estuviera detrás de mí, me sentara en el suelo y me abrazaba.

-Shh, tranquila, ya estamos a salvo- era Gonzalo –Nos encontraron, ya estamos a salvo- repitió en un susurro cargado de lo que parecía un llanto ahogado y entonces lo vi: el hombre tendido en el suelo frente a mi tenía un uniforme. El uniforme de la policía.

Mi locura, tu salvación|✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora