Extra: Bruno.

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En cuanto Daniel me avisó que Tito me estaba buscando, imaginé lo peor, sino ¿Por qué me llamaria a su oficina?

Con la cabeza formulando miles de malos presagios, me dirigí hasta el lugar citado, desobedecerlo no era una opción.

-Disculpa ¿Sabes si Tito ya me puede atender? Él me citó para este horario- dije a uno de los mastodontes que resguardaba la puerta principal.

-¿Nombre?-

-Bruno Olivera- dije con tono seco y el gigante asintió.

-Lo esperan- dijo haciendose a un lado y así permitirme el paso.

El interior del lugar rebosaba de lujos. Desde los delicados muebles que llenaban la sala hasta los artefactos de ultima tecnologia, como el televisor de infinitas pulgadas que colgaba de la pared.

-Aquí estas, pensaba que te habías retrazado- una voz a mis espaldas me recordó que no había venido para admirar los lujos del lugar. Me gire sobre mi eje para encontrarme frente a mi jefe.

-Pues ya ve que no fue así-

Guardé mis manos en los bolsillos del pantalon, en un intento por ocultar el temblor que tenia en ellas. La ansiedad me estaba matando.

-Bien ¿Que te parece si empezamos por tomar asiento?- ofreció con una amabilidad que extrañamente parecía sincera. No objeté nada porque la verdad es que necesitaba sentarme si no queria que tambien las piernas me temblaran. Estaba completamente indefenso. Si Tito decidiera que ya no le servía o que le estaba causando problemas por lo cual decidia deshacerse de mi, entonces yo no tendría oportunidad, el lugar estaba repleto de gigantes iguales al de la puerta y si tenia la suerte de vencer a uno, aun me quedarian veinte más.

-¿Y...cual es la razón por la cual me ha citado?- dije con el tono más firme que pude, aunque se escucho mas como un grasnido.

Tito se ubico en el sofa individual frente al mio, quedando la mesa ratona como unica barrera. Tomo una de las copas que yacían sobre estas y la llenó de lo que parecia ser licor para pasarmela, al principio me rehusé, pero terminé aceptando. Luego se sirvió una para él y la alzó en mi dirección.

-Un brindis-

Los nervios me estaban matando, pero tambien me sentí confundido.

-¿Un brindis? ¿Por qué?- él esbosó una sonrisa que se me antojó como juguetona.

-Un brindis de despedida porque a partir de hoy ya no tendré a mi cargo a uno de mis mejores trabajadores- sus palabras me helaron ¿Acaso él pensaba asesinarme?

Empecé a soltar un balbuseo inentendible con el cual pretendía preguntar la razón de su decisión, pero se vio cortado cuando él soltó una carcajada -Tranquilo, hombre, no te estoy firmando la sentencia de muerte, sino uno de liberación- toda mi cordura quedo en paralisis

-¿Que?- habia escuchado claramente, solo me quería asegurar para no ilusionarme por un error, tal vez la mente me habia jugado una mala pasada.

Tito tomó un sorbo de su copa y la apoyó sobre la mesa.

-Dije que ya eres libre, tu deuda ya está saldada- la felicidad que crecia en mi pecho era impocible de explicar, era libre.

En cuanto esa idea se digirió en mi mente, dos nombres aparecieron en mi cabeza: Megan...y Brenda. Las quería ver. Me había enterado sobre el rescate de la semana anterior, de echo fue noticia en varios kilometros a la redonda: rescate de treinta personas y mas de quince detenciones, entre ellos Marcos Oviedo, el jefe.

Tito se encargó de todos los gastos de traslado y en menos de media hora ya estaba rumbo a mi ciudad natal ¿Como me recibiría Megan? ¿Mis padres lo comprenderian? ¿ Podría todo ser como antes? Esa y mil preguntas más revoloteaban en mi mente, pero intenté despejarlas rapidamente.

Mi locura, tu salvación|✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora