44- Reencuentros.

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De un momento a otro, la habitación ya se encontraba repleta de uniformados que no dejaban de preguntarnos como nos encontrábamos o si necesitábamos algo. Gonzalo no solo aun me seguía abrazando, sino que se aferraba a mí como si fuera a mantenerlo a flote en medio de un mar. Luego de las preguntas, un hombre nos indico que lo siguiéramos y así lo hicimos, antes de cruzar el umbral, Gonzalo entrelazo su mano con la mía y aunque al principio me tomó por sorpresa, no la aparté. A medida que avanzábamos por el pasillo, íbamos viendo que las puertas ahora se encontraban abiertas y, dentro de la mayoría de ellas, aun se podían ver como los uniformados rodeaban a varias personas que claramente estaban en peores condiciones que las nuestras, incluso pude ver a uno que parecía al borde de la desnutrición. La mano de Gonzalo apretó la mía cuando me quede más tiempo del necesario en esa puerta, indicándome que siguiera, y entendí el porqué cuando secó una lágrima que había bajado por mi mejilla. Ni siquiera me había percatado de ello. Seguimos avanzando y entonces, cuando llegamos a la sala principal, nos encontramos con una imagen algo chocante. Varias personas yacían esposadas en el suelo y otras tantas siendo atendidas en un rincón. El piso estaba manchado de sangre y tenia las ventanas rotas, al igual que las pocas cosas que llenaban el espacio. Parecía que un huracán hubiera arrasado con todo. Un nuevo jalón en la mano, me indico que me había vuelto a detener y me obligue a seguir caminando. Afuera se veían las luces azuladas y rojas. Aun estaba de noche, pero la iluminación del lugar no hacía nada dificultoso el paso. La briza leve que me golpeo el rostro, me hizo cerrar los ojos por unos segundos y disfrutarla. Se sentía bien, se sentía a libertad.

Estaba por subir a la ambulancia que me indicaba el policía, cuando escuche como alguien gritaba mi nombre. Inmediatamente empecé a buscar al dueño de la voz. Alguien volvió a gritar y entonces la vi. Mi mamá estaba detrás de una barrera que había construido los policías y no la dejaban pasar. Sacudía los brazos y lloraba, junto a ella, papá parecía a punto de desmoronarse. Al verlos, no me importaron los llamados del uniformado, solo me solté de Gonzalo y corrí hacia ellos.

Con cada paso que me acercaba, las lágrimas me nublaban la vista y no podía dejar de pensar en lo que hubiese pasado si ese disparo me hubiese dado. Cuando llegue a su lado, no me importó la barrera que nos separaba desde el abdomen hacia abajo, solo los abracé y entonces lloré. Las lágrimas de mamá me mojaban la camisa gigante que traía puesta y eso me dolía, porque esas lágrimas eran por mí, era lágrimas que derramaba por mi culpa, aunque prefería diez mil veces que sean de felicidad y no de dolor. Papá no lloraba, solo me abrazaba de la misma forma que lo había hecho Gonzalo en la habitación, incluso llegaba a doler por la fuerza que hacía.

-Mi niña- lloraba mamá sobre mi hombro y yo la abrazaba más fuerte para que supiera que estaba ahí.

-Ya, mamá, estoy acá, ya no tienes de que preocuparte- dije con desesperación mientras me aferraba con fuerza a ambos. Quería demostrarles que estaba ahí, quería demostrarme que estaba a salvo.

Las imágenes de todo lo que pasé a lo largo de esos días llegaban a mi mente de una forma brutal, el día del secuestro, los golpes, la huida frustrada, las quemaduras, las lágrimas, Gonzalo, Bruno…

Un hombre vestido de blanco llegó a mi lado y nos pidió que vaya a la ambulancia para asegurarse de mi estado de salud. Luego de otros segundos abrazados, finalmente me separe de su lado y camine hasta la ambulancia. Me volví una última vez para ver sobre mi hombro y los encontré abrazados entre ellos, como para evitar derrumbarse en pedazos. Rápidamente quité la mirada, incapaz de seguir viendo esa imagen sin sentirme culpable. Era increíble como una situación te puede hacer ver las cosas de otra forma. Hacia unas semanas atrás, detestaba a mis padres por solamente llenar su espacio con dinero, hoy me siento afortunada de tenerlos, no importa si lejos o cerca, porque ellos siempre estarán a mi lado cuando realmente los necesite, algo diferente a lo que pasa con los de Gonzalo.

Cuando llegué al lugar en el que me separé de Gonzalo,  me encuentro con que no solo él ya no estaba, sino que también había una ambulancia diferente. Se habia ido. Sin decir nada, me subí junto a una mujer vestida de blanco y un policía que ocupaba la camilla. Una de sus piernas estaba manchada de rojo oscuro y parecia aumentar segundo a segundo, estaba al borde de una hemorragia. Cuando las puertas se cierran, la enfermera empesó a ejercer presión en la herida, mientras el hombre se limitaba a mirar el techo del vehículo mientras aferraba sus manos al delgado acolchado de la camilla.

El resto del camino a mi pueblo transcurrió entre los quejidos del herido, la enfermera intentando detener la hemorragia y el dolor de cabeza que se había apoderado de mi cuerpo. Cuando le pregunté a la enfermera porque nos derivaban directo hasta el hospital de Rominet en vez del hospital de nuestro pueblo, ella me contestó que era porque el nuestro estaba más completo, además de que era más seguro. No se lo discutía, aunque viendo como el hombre frente a mí iba ganando rojo en la pierna y perdiendo el color del rostro, me parecía una mejor idea haber hecho aunque sea una parada rápida. No iba a mentir, tenía miedo de que se muriera ahí, frente a mí.

Después de los cuarenta minutos más largos de mi existencia, al fin llegamos al hospital. Cuando las puertas se abrieron, ya había dos enfermeros esperando, los cuales rápidamente se encargaron de llevar al uniformado hacia el interior del hospital. Suspiré aliviada.

La enfermera se encargó de guiarme hasta una sala pequeña, equipada con una camilla y una especie de escritorio lleno de artefactos médicos. Me realizó algunas revisiones e incluso me extrajo una muestra de sangre para controlar no se qué cosa. No pasó mucho antes que volviera diciendo que todo estaba bien y que solo necesitaría algunas vitaminas por las que perdí estando en ese lugar. Nada nuevo.

Mi locura, tu salvación|✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora