47- Un recuerdo..., o tal vez tres (Final)

154 25 9
                                    

-¿Están seguros que era a las cinco?-pregunté por quinta vez y papá suspiró.

-Sí, Bren, solo se deben haber retrasado un poco-

Hacía veinte minutos que estábamos sentados en los escalones del edificio, esperando ver algún camión que parezca ser de mudanzas. Mamá se había ido a comprar un helado y todavía no regresaba. Después de haber escapado del hospital, mis padres corrieron detrás de mí y cuando me preguntaron el porqué de mi carrera me limite a decir que había visto un paciente muy mal herido y me había dado impresión. Ellos parecieron convencidos y sin reclamar nada, nos subimos a nuestro auto para regresar al que a partir de ese día pasaría a ser mi antiguo departamento.

Cuando ya estaba por volver a preguntar sobre la demora, un camión de fletes apareció por el final de la calle y papá suspiró aliviado

-¡Gracias, Dios!- dijo elevando las manos al cielo –Una pregunta más y moría- sabía que solo lo había dicho para molestarme, por lo que le di un leve empujón en el hombro.

-¡Eh!, ni que hubiera preguntado tantas veces- dije con fingida indignación y él soltó un<Sí, claro> antes de ponerse de pie para recibir al camión de mudanza.

Cuando el vehículo aparcó, dos hombres bajaron y en pocos minutos ya estaban subiendo las cajas.

Poco a poco el departamento fue quedando vacío y un sentimiento de melancolía me ataco cuando vi las últimas tres cajas. Esas cuatro paredes me habían protegido durante mis peores momentos y me dolía abandonarlas, pero no era algo opcional. Tomé una de las cajas que llevaba la escritura LIBROS y caminé hacia afuera del cuarto. Una vez en la acera, uno de los hombres la colocó el uno de los espacios vacios. Luego subieron por las dos restantes, dejándome sola.

Miré el edificio por una última vez. Lo iba a extrañar.

Estaba por caminar al auto que me llevaría hasta mi nuevo hogar, cuando una voz me detuvo.

-¿Brenda?- no podía ser real, tenía que estar soñando. Lentamente me gire sobre mis talones y me di cuenta de que había escuchado perfectamente. Frente a mí, con una expresión sorprendida, se encontraba un rubio de ojos azules.

-¿Bruno?- pregunté igual de incrédula y entonces me prepare para recibir algún comentario frio o algo que demostrara su odio hacia mí, sin embargo nada de eso paso, sino que se acercó hasta mí y me envolvió en un abrazo asfixiante. Esta vez estaba bañado y el aroma a una colonia masculina se filtró por mi nariz haciendo del momento más placentero.

-Estás bien, estás bien- repitió contra mi cabello y yo no podía hacer otra cosa más que devolverle el gesto.

-Lo estoy, ahora lo estoy-

No sé cuánto tiempo pasó hasta que se separó unos poco para mirarme a los ojos

-Estás bien- repitió en un susurro, como si aun no acabara de creérselo.

-Lo estoy- dije con una sonrisa, pero que borré al instante en el que me di cuenta de algo -¿No era que no podías volver?- pregunté sin terminar de separarme, aunque una duda se empezaba desarrollar en mi mente ¿Acaso me había mentido?

Bruno dibujó una sonrisa que le hizo brillar la mirada y luego se acerco aun mas, hasta llegar a mi oído.

-Soy libre- dijo en un susurro. Me quede quieta, mirando el vacio sobre su hombro, mientras trataba de comprender sus palabras.

-¿Libre, dices? ¿Quieres decir que ya no tendrás un guardaespaldas?- pregunté con cautela y el negó.

-No, lo que quiero decir es que soy completamente libre, ya no le debo nada a Tito, él nos dio la oportunidad de salir de todo lo turbio y aquí estoy- no me podía creer sus palabras, aun cuando las había escuchado fuerte y claro

-¿Libre, libre?- pregunté para asegurarme y él asintió con una sonrisa que casi no le cabía en el rostro

-Libre, libre- al escucharlo, fui yo la que lo abrazó con una fuerza asfixiante y él rio mientras me tomaba de la cintura y empezábamos a dar vueltas en el aire.

Era libre. Éramos libres.

Cuando mis pies volvieron a tocar el suelo, quise decir algo más para animarlo, pero todo quedó en el aire cuando él tomo mi rostro entre sus manos y conectó sus labios con los míos.

No lograba ensamblar lo que estaba ocurriendo y por un momento me quedé congelada, sin saber cómo reaccionar.

Me estaba besando ¡Bruno me estaba besando!

No podía apartarme, no quería hacerlo.

No sé en qué momento había pasado, pero me encontré correspondiéndole. Sus labios parecían perfectos contra los míos y aunque no era mi primer beso, logró posicionarse como el mejor que había recibido en mi vida, uno que seguro nunca olvidaría.

Cuando nos separamos, ambos respirábamos profundo. No había sido un beso brusco, sino más bien fue suave, al borde de lo inocente, sin embargo eso no le quitó que se sintiera como único. Mis labios parecían hormiguear debido al contacto y por un momento solo me dedique a repetir el beso en mi memoria una y otra vez.

Pero entonces pasó, recordé a Gonzalo.

Los ojos azules que tenía frente a mí se volvieron grises y el cabello rubio de repente parecía castaño. Las facciones de Gonzalo se iban dibujando en mi mente. Centímetro a centímetro. Sin embargo pestañee y los ojos volvieron a ser azules y el cabello rubio. Frente a mi volví a tener al chico que alguna vez había prometido enamorarme y entonces algo extraño se movió en mi pecho. Algo cálido, placentero, pero a la vez retorcido…

-Me voy a ir- dije finalmente en un susurro, como si fuese algo prohibido, tabú.

El negó con la cabeza.

-Lo sé, y siento lo de recién, pero ya no lo aguantaba más, quería que al menos te llevaras un buen recuerdo de mí- dijo a modo de disculpa. Me pasé una mano por el cabello y luego una sonrisa involuntaria se trazó en mis labios.

-No lo sientas, la verdad es que yo también quería que te quedaras con un recuerdo bueno de mí- no sé porque dije esas palabras, pero me salieron y me había gustado como habían sonado.

Ambos nos mantuvimos unos minutos más en silencio y entonces se volvió a acercar.

-Yo quiero que te quedes con dos- dijo antes de volver a besarme –o con tres- apuntó mientras se separaba por un breve momento y luego volvía a acabar con la distancia que nos separaba. Sonreí en la mitad del beso, pero en aquel momento, cuando la magia lo dominaba todo, un carraspeo a nuestro lado nos interrumpió. Inmediatamente nos separamos, para encontrarnos con la mirada seria de papá.

-Lamento interrumpirlos, pero ya es hora de irnos, Brenda, creo que deberías irte despidiendo de tu “amiguito”- quise rodar los ojos, pero me contuve, cuando se le ocurría hacer su papel de “padre sobre protector” podía llegar a ser bastante irritable. Se mantuvo a nuestro lado mientras nos despedimos con un beso en la mejilla y recién cuando empecé a caminar hacia el auto, él también lo hizo.

Antes de subir, miré una últimas vez sobre mi hombro. Ahí estaba Bruno, parado con las manos en los bolsillos, en la acera del que alguna vez fue mi edificio. Y aquí estaba yo, a punto de trepar a un auto que me llevaría lejos. Que me llevaría a algún lugar en el que él y yo jamás podríamos volver a coincidir.

Me mudaba a otra ciudad, él se quedaría.

Quizás fue el destino, quizás lo nuestro era conocernos, pero no estar juntos.

Quizás fue esa persona perfecta que conocí en el lugar y momento equivocado. Y eso dolía.

Mi locura, tu salvación|✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora