El águila se removió, y después de sacudir sus plumas con fuerza, antes de que yo pudiera abrir los ojos, salió volando por el ventanal.
- Buenos días. - una voz tremendamente familiar resonó en la celda. - ¿Cómo lo llevas?
Levanté la vista para ver a Tide con su semblante serio en la versión más suave que había visto nunca. Le sonreí, no lo pude evitar. Me había sentido tan sola.
- ¿Dónde estabas? – dije sin poner un filtro a mis emociones.
- El capitán me necesitaba. - respondió cruzando la habitación y agachándose para desatar mis pies descalzos. Rápido y eficaz.
Entonces me levantó, puso las manillas en mis muñecas y dejó un pedazo de pan en una de mis manos, con un guiño sorprendentemente humano.
- Y hablando de él. - siguió - Se muere de ganas de verte.
- Que ilusión. - murmuré sintiendo un nudo en mi garganta. Tide pretendió no escucharlo. – Dame un segundo.
Me giré y volví a agacharme, saqué la tiza de entre las láminas de madera y escribí a la vez que decía en voz alta:
- Mil ochocientos cuarenta y tres. Y Veintidós días. – miré mi obra de arte un momento, escondí la tiza, y me incorporé con el pan en la mano. Troceé la punta y me la comí con ganas, luego miré a Tide. - ¿Quién le dio la tiza?
- El amo le da al diablo todo lo que ella quiere. – busqué sus ojos, extrañada de aquella revelación tan sincera. – Se conocen de siempre.
- Si, - me dije a mi misma. – cinco años son una eternidad dependiendo de cómo los pases.
- Vamos. – tiró de mis cadenas por la habitación.
- Y por cierto, ¿Dónde está? – dije. Pero entonces la pregunta se quedo suspendida en el aire cuando vi lo que tenía ante mí.
El pasillo estaba totalmente manchado de sangre y barro. Había manchas y girones tanto en las paredes como en el suelo.
- ¿Qué ha pasado aquí? – dije esperando lo que él iba a decir después.
- Los esclavos no hablan.
Cruzamos el corredor pasando de largo varias puertas cerradas, él tiraba de mi cuerpo con fuerza y rapidez mientras yo me reclinaba hacia atrás para hacerle la faena más difícil y que fuéramos más despacio. Lo que fuera que hubiera pasado allí anoche no pasó desapercibido para nadie. Y teniendo en cuenta todo el secretismo, no entendí por qué no limpiaban las paredes.
Lo que estaba claro desde que llegué a este lugar era que si quería saber algo debía encontrar yo misma la manera de averiguarlo.- Catha...- Tide rompió el silencio al llegar en frente de las escaleras que subían a cubierta - está bien. De mejor ver que tu.
- Perdona que no esté radiante. - espeté. - Alguien se olvidó de darme de comer durante cuatro días. – miré atrás por última vez antes de empezar a subir.
- Lo hicieron a sabiendas. - dijo él. Miré la mancha negra en su nuca.
- ¿Por qué?
- Fue un método que siguieron con todas. - contestó sin mirarme. Seguí mirando su nuca – O con casi todas – murmuró. – Por si alguna de las esclavas era la asesina.
- ¿Sigue habiendo asesinatos? - murmuré. - ¿Eso es lo que pasa cada noche?
- Supusieron que si no os alimentaban, al final la que fuera que fuese, no tendría energías para salir. – siguió él.
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La Hermandad del Hombre Muerto
FantasyThaia despierta a bordo de un barco con rumbo desconocido, encontrando en él una maldición y hermosas criaturas. Pero el verdadero peligro reside en su interior y en el revoloteo de su pecho al conocerle a él. ---------- Existe una leyenda, una mald...