Me sentía demasiado débil para mantener los ojos abiertos, así que simplemente, recosté la cabeza en la pared y me dormí.
Un toque sutil me despertó. Y al abrir los ojos, Seth estaba sentado delante de mí.
En el momento en el que nuestras miradas se encontraron, acortó el espacio que nos separaba y me envolvió fuerte y protector entre sus brazos.- Dios mío. – suspiró escondiendo su rostro en mi pelo, yo puse el mío en su pecho. - ¿Estás bien? – dijo sin separarse ni un milímetro.
- Sí. ¿Y tú?
- No te preocupes por mí.
- ¿Cómo me has encontrado? – dije subiendo ligeramente la cabeza y dejando mis labios en su cuello.
- No ha sido muy difícil adivinar dónde te tendría ese desgraciado.
- En su cama. – dijo Aín en tono juguetón.
Levanté la cabeza para ver, desorientada, que alguien me había trasladado. Efectivamente, ya no estaba en el calabozo.
Aín estaba derecha en los pis de la cama. Los brazos de Seth se apretaron en mi espalda.- Debemos salir de aquí antes de que vuelva El Barquero. – dijo la chica.
- Si – dijimos Seth y yo al mismo tiempo, pero ninguno de los dos se movió del cálido e intimo momento que estábamos viviendo.
Unos segundo más tarde un nudo se formó en mi garganta.
- Seth. – dije débil. Él se aparto para ver mi cara. – Voy a toser. – y antes de terminar de decir eso, un buche de sangre chorreó fuera de mis labios.
- ¿Sigues llevándolos? – dijo él con el ceño fruncido, secando mis labios con sus mangas y llenándose de sangre.
- ¿Llevando qué? – Aín intervino arrodillándose en el suelo a mi lado.
- Los colgantes de los capitanes muertos. – murmuró él secando mi cuello.
- Eso te destruirá. – dijo ella quitando las manos del chico.
Puso los dedos en los botones de mi blusa y tiró con fuerza creando una raja hasta mi ombligo. Los cuatro colgantes quedaron a su vista, a parte de la ropa interior y la barriga.- ¿Era estrictamente necesario que destrozaras la blusa? – murmuré enojada, sintiéndome demasiado expuesta. Miré a Seth para ver que bajo ningún concepto miraba los colgantes, algo se removió en mí.
- Medusa, - dijo Aín, ajena a ese dato, poniendo su dedo índice sobre el colgante – Ulises, - lo señaló ahora clavándolo ligeramente en mi pecho - Calypso y ¿Caronte? – su sonrisa habló por ella.
- Se lo robé hace un par de días. – dije. Seth apretó la mandíbula sin dejar de mirar mi torso semidesnudo. Sentía calor.
Aín desató mis muñecas rápidamente y con sus mangas secó la sangre que había bajado por mi escote y llegaba hasta mi ombligo. Enredó sus dedos en mi brazo izquierdo y arremangó la blusa. Miró lentamente los tatuajes en el brazo. También, los resiguió con el dedo. Cuando se fijó en la venda del antebrazo lo despegó sin reparo. Eso llamó la atención del chico, que dejó de morderse fuertemente el labio para ver los puntos que llevaba en el corte.
- Así que si aquí está el corte, - dijo ella – en la mano tienes la marca de los muertos.
- Quítatelos. – dijo Seth apretando los puños al lado de su cuerpo. Aín tapó mi brazo e intentó cerrar mi blusa inútilmente.
- Vaya, - dijo viendo la que había liado. – lo siento.
- Es tarde para eso. – murmuré.
- Quítatelos ya. – Seth insistió.
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La Hermandad del Hombre Muerto
FantasyThaia despierta a bordo de un barco con rumbo desconocido, encontrando en él una maldición y hermosas criaturas. Pero el verdadero peligro reside en su interior y en el revoloteo de su pecho al conocerle a él. ---------- Existe una leyenda, una mald...