Capítulo cuarenta

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- Por poco perdemos a la reina pirata. – dijo Aín mirando el cielo. Ioh chilló en respuesta.

Seth, Tide y Sharingam se giraron para verla plantada delante de mí con el cuchillo de Catha en la mano y su bota en la espalda de ella.

- Suéltala o no te daré monedas para pagarle a El Barquero. – dijo clavando sus ojos en Côi, quien me sujetó más fuerte contra su torso.

En un acto reflejo clavé mi codo en su vientre, lo separé y lo volví a clavar y así un par de veces más, hasta que su mano cayó de mi boca.

- Apuesto a que le deja pasar gratis. – murmuré plantándome detrás de ella. Aín rió delante de mí y asintió.

- Anda, Seth, - dijo ella sin dejar de mirar a Côi – si además es divertida.

Un tiro resonó en todo el océano y nos giramos para ver al supuesto capitán del navío apuntando con su arma al cielo. Respiré aliviada demasiado rápido, ya que entonces apuntó un nuevo objetivo y disparó.

Tide cayó al suelo agarrando su pierna como si le fuera la vida en ello, y Côi le golpeó la cabeza a Aín dejándola inconsciente. Catha se levantó, cogiendo su cuchillo y apuntándome.

- Al suelo, bonita. – escupió ella. Me senté al lado de Aín.

- Muy bien – dijo El Barquero – Esto es lo que vamos a hacer. – Miró de reojo a Tide, quien mordía su puño para no gritar y apuntó el pecho de Seth que estaba ahora levantando las manos después de echarnos un vistazo. – Vas a darme tú colgante de capitán y luego te arrodillaras para que te vuele los sesos.

Un silencio tenso y tenue inundó la ruidosa situación. Miré el cuerpo de Seth, totalmente alerta, a la espera para saltar o correr. Me sentía frustrada por no poder ponerme cerca de él, sentir su calor, oler su aroma dulce o ver sus ojos una vez más. Gateé hacia sus botas pero Catha estampó el bastón en mi espalda.

- No puedes volarle los sesos al recogido del fundador. – dijo Tide entre dientes.

- Diremos que has sido tú, - le contestó - o que ha sido el amor de su vida, que por miedo a que la matara él antes, ha decidido tomar ventaja. – sonrió. – Y luego como castigo – siguió – ya veré si la mato o la desposo. – Seth hizo un movimiento rápido hacia él y Sharingam quitó el seguro del arma y la cargó como advertencia. - ¿Qué le parece a mi amor? – dijo mirándome en el suelo.

- No habla en serio. – dijo Tide de nuevo. La sangre en mi mejilla estaba goteando, llenando el suelo debajo de mí y manchando mi pelo.

- Lo sé. – murmuró Seth. – Le tiene demasiado miedo a Knut.

Côi se movió lentamente hasta ponerse al lado de su desquiciado hermano. Se cruzó de brazos a la sombra de él.

- No. – dijo riendo. – Miedo debes tenerle tú, por qué te descuartizará cuando vea a quien llevas a cenar a casa. El chico al que él ha criado cae en las garras del mismo monstruo que le destruyó.

- Eso ha sido bueno. – dijo Catha con una risa endiablada encima de mí.

- Tranquilo – susurró Seth – no habrá cenas familiares. 

- Te están llamando monstruo. – susurró Aín con los ojos cerrados. – Por mucho menos ya me habrías fulminado.

- Hay que moverse, la cosa se está poniendo fea. – dije contenta de tenerla consciente de nuevo.

- Escucha. – dijo la chica. Catha se giró a vernos y Aín se calló.

- De todos modos, - Tide alzó la voz con tranquilidad. Miré su pierna que seguía sangrando y me pregunté cómo podía parecer ajeno a ello. – no creo que consiguieras casarte con ella. Nuestra Thaia y sus encantos acabarían contigo antes.

La Hermandad del Hombre MuertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora