- El mundo está loco y querrá destruirte. – decía Gea. – No confíes en la raza humana.
Estaba tumbada en una superficie plana, la claridad filtraba a través de mis párpados cerrados. Una imagen de Seth besando mi nariz anoche se entrometió en mi cabeza y me sentí vergonzosamente ansiosa por volver a verle aquella noche, olvidando la discusión de los colgantes. Y por si eso no fuera lo suficientemente malo, no pude evitar sonreír.
Moví los dedos de los pies como un acto para volver al mundo de los vivos, y el calor corporal del pequeño cuerpo del ave llegó a mí.
Lentamente abrí los ojos y me sorprendió cuan claro estaba todo, nunca dormía hasta tan tarde, aunque no supiera exactamente qué hora era.
Me incorporé y desperecé el cuerpo estirando brazos y piernas y Ioh extendió sus enormes alas, como si estuviera imitándome, y las batió moviendo la suciedad del suelo en mi dirección.
Cuando di dos pasos hacia la pared repleta de cifras, busqué la tiza bajo la madera y escribí: - Mil ochocientos cuarenta y tres. Y veintidós días.
Y al levantar la tiza de la superficie me percaté que justo a menos de dos centímetros estaba escrito el mismo número que acababa de escribir.
Fruncí el ceño sin entender quien habría dibujado aquello allí antes que yo, sin que me hubiera despertado, cuando la puerta se abrió de un golpe y Catha apareció apoyada en el marco.
- Hora de matar monstruos. – dijo con una sonrisa radiante.
- ¿Catha? – exclamé un poco fuerte. Quise correr hasta ella pero el tirón en mis tobillos me recordó que estaba atada. Sin embargo, al echarle un vistazo a la chica me percaté de que no llevaba cadenas.
- ¿Mil ochocientos cuarenta y tres? ¿En qué día vives?
- ¿Qué? – me giré a ver la pared en la que las dos cifras exactas estaban una al lado de la otra, mirándome. - ¿Qué día es hoy?
- Ante penúltimo día de jolgorio. – declaró.
- ¿Jolgorio? – Me dije a mi misma. ¿Ya era el día de competición? No entendía que estaba pasando allí, qué había estado haciendo el quinto día de luto. ¿Dormir?
- Juego, competición, recreo, jolgorio – cantó.
- ¿Qué pasó ayer? – le miré ignorando su cara de sabionda.
- Yo estuve en mi celda todo el día. Como los últimos cinco días. – se encogió de hombros.
- ¿Y yo? – me dije a mi misma. Ella se rió causando un estruendo.
- Hablas como una loca. – irónico.
- Déjate de bromas, Catha. – Bufé – No puedo recordar qué es lo que hice ayer. – la miré, ahora me atendía al fin. – De hecho, no recuerdo ni haberme despertado ayer.
- Vaya, - dijo – creí que eso sólo me pasaba a mí. – pareció pensar en ello un momento y luego miró mis ojos sin un deje de timidez y dijo: - Tranquila, no es gran cosa. – Y definitivamente, era gran cosa.
Tide me desató los tobillos con cara de póker.
- Hola Thaia, ¿Qué tal ayer? – dijo estrechando los ojos. Le miré desorientada intentando adivinar si se estaba metiendo conmigo. – Ya veo.
Al salir al pasillo y ver el suelo y las paredes manchadas de sangre y barro clavé mis pies obligándole a detenerse. Abrí la boca para preguntarle pero él se adelantó.
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La Hermandad del Hombre Muerto
FantasiaThaia despierta a bordo de un barco con rumbo desconocido, encontrando en él una maldición y hermosas criaturas. Pero el verdadero peligro reside en su interior y en el revoloteo de su pecho al conocerle a él. ---------- Existe una leyenda, una mald...