Capítulo diecinueve

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- Te he traído comida. – dijo moviéndose más cerca de mí y dándome pan.

- ¿Por qué sigues cuidándome? – le miré a los ojos.

- ¿Por qué sigues preguntándome eso? – dijo esperando que me rindiera. Al no ceder, suspiró y dijo: - Por qué me preocupo por ti.

- ¿Y por qué te preocupas por mi? – tragué y un poco más animada seguí: - Quiero decir, no nos llevamos especialmente bien, a veces parece que te moleste incluso hablar conmigo, y otras veces apareces solo que para sacarme de quicio. Pero sin embargo, siempre tienes comida, o una manta, o agua.

- Me molestas muchas veces – dijo con una sonrisa ladeada – eres una niña malhumorada la mayor parte del tiempo, y arrogante y altiva.

- ¡Oh! – Le interrumpí – Eso también lo eres tú. – bufé. El me sonrió y rodo los ojos. Y yo le sonreí a él.

- Pero entonces me sonríes de ese modo, y no puedo evitar preocuparme por ti. – volví a sonreírle, no lo pude evitar, y su sonrisa juguetona se instaló permanente mientras nos mirábamos.

- Eres un manipulador. – dije sintiéndome repentinamente alegre y cálida.

- ¿Eso crees? – levantó una ceja mientras envolvía sus rodillas en sus fuertes brazos.

- Totalmente. – asentí fingiendo seriedad.

- Entonces, - troceó el pan en sus manos – supongo que puedo comerme esto. – y se puso el pan en los labios.

Sin siquiera pensar en lo que estaba haciendo le quité el pan de la boca, con mis dedos rozando su piel, y me lo comí. Le tomé completamente por sorpresa, porque abrió los ojos y entornó la boca.

- ¿Cómo aprendo a moverme? – dije para quitarle importancia al momento. El se tomó su tiempo en contestar mientras me fijé en como el mar se mecía, para no fijarme en él.

- Observa los movimientos mecánicos y repetitivos de los vigilantes. – miré hacia abajo, donde el de nuestro barco se movía en círculos – Nunca pasa nada nuevo, así que están aburridos. En el mejor de los casos se dormirán.

- ¿Qué pasa con los ataques de los últimos dos días? – le miré.

- Lo de ayer fue una falsa alarma. – susurró con seriedad. Carraspeó la garganta antes de añadir: - Pero hay vigilantes en botes en el agua.

- De acuerdo, - me dije – no bajar por el círculo.

- De hecho, no es buena idea irse de noche. – Dijo pensativo – El agua es más peligrosa en la oscuridad.

- ¿Has entrado en el agua de día?

- No

- Entonces no sabes de qué hablas. – le dije con una sonrisa de suficiencia. Volvió a sorprenderse de esa salida, y con el codo me empujó con suavidad. Luego le sonrió al mar.

- Deberías esperar a que terminaran los diez días de juegos. – Siguió de buen humor – Si desapareces antes, la alarma saltará muy rápido y te buscarán.

- Tienen a Catha, - susurré, - podría fingir que muero en la próxima bajada al mar.

Eso me pareció una gran idea, pero a juzgar por la manera en la que se giró, con el ceño fruncido y las manos apretadas en puños, a él no. Rastreó mis rasgos intensamente.

- Entonces, ¿Cómo sabré yo que no has muerto? – esa salida me tomó, esta vez, a mi por sorpresa.

- ¿Para qué quieres saberlo? No he muerto hasta ahora, si sabes que lo fingiré la próxima vez no-

La Hermandad del Hombre MuertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora