«Capítulo 17»

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Milk

Observo por la pequeña ventana redonda del cuarto. El cielo se tornó de un color rojo violáceo, está por oscurecer, los dos soles de Vejīta se ocultan en unas montañas.  Bulma está en una mesa escribiendo y sacando cálculos para diseñar un combustible que nos saque de aquí.

Cuando llegamos a la entrada del castillo un soldado de otro planeta nos recibió a Kakarotto y a mí. Hablaron por unos minutos y luego Kakarotto sujetó mi muñeca, me dijo que volara. Buscamos el ki de Vegeta y Bulma y cuando los encontramos, Kakarotto nos guió a un "hotel de paso".

Aquí estamos, Bulma y yo. Vegeta y él regresaron al castillo. Algo iba mal por lo que pude apreciar.

Me detengo frente a un espejo viejo. Retiro la cinta de mi cuello y lo observo, cierro los ojos.

La imagen de Kakarotto besándose con la tal Celery abruma mi mente. Me causa ira, asco, el simple hecho de que me siento usada, él ya se había metido con otras mujeres antes y yo sólo fui una más, ni siquiera estoy a la altura de esa clase de personas con las que estuvo.

Pero algo no encaja. Vuelvo a observar mi cuello frente al espejo. Si aquí en Vejīta existen las prostitutas, ¿por qué ninguna está mordida?
Observo a Bulma, frota su cabeza intentando pensar, miro su cuello envuelto. Ambas estamos mordidas, prueba de que estuvimos con Saiyajines. Pero Celery no tenía nada, la lógica diría que al menos debería tener más de tres marcas de dientes. Sacudo la cabeza, es eso o me estoy imaginando cosas.

Alguien toca a la puerta. Coloco un pañuelo alrededor de mi cuello. Antes de que haga algo, Bulma se levanta y abre la puerta.

Dos mujeres, al parecer, entran con bandejas de "comida" en las manos. Medirán a lo mucho un metro treinta, son de piel amarillo pastel y llevan vestidos que recuerdan a las yukatas de la Tierra, una con uno azul y otro de color rojo.

—Cortesía —Dice una mientras levanta la bandeja. Su voz es aguda. 

—Gracias —Responde Bulma al momento que se inclina y sostiene lo que nos ofrecen.

Lo lleva a la mesa donde escribía. Giro al escucharlas murmurar.

—¿Ves? Te dije que sí —Dice una. La otra asiente— Fue lo mismo con Gine.

—Sí —Responde la otra— Pero no son saiyajin.

—Disculpen —Las interrumpo. Guardan silencio de inmediato y me miran— ¿De qué hablan? ¿Quién es Gine?

Intercambian miradas. En cuanto se interesa, Bulma regresa a unos pasos cerca de mí.

—Hace tiempo, una saiyajin se enamoró —Dice la que viste de rojo.

A mi mente viene la historia que Kakarotto me contó aquella noche. Así que es cierta. ¿Qué tiene eso que ver en estos momentos? Bulma abre los ojos impresionada.

—Su nombre era Gine —Continúa la que viste de azul.

—En tantos años fue la primera a la que se le vio marcada.

—¿A qué se refieren con marcada? ¿Qué le pasó a ella? —Pregunta Bulma agachándose a su altura.

—Fue exiliada —Digo en voz baja. No lo suficiente porque las tres me escuchan.

Sería diferente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora