«Capítulo 22»

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El pequeño saiyajin cayó colocando su antebrazo como defensa. No pudo evitar que las piedrecillas del suelo se incrustaran en su delgada piel, gimió de dolor y cerró los ojos. Su rostro estaba rojo, acalorado por el cruel clima que ahí había, escupió un diente ensangrentado, uno de leche, de aquellos que se caen cuando somos niños.

—¡Levántate, Kakarotto! —Exigió el hombre, podría decirse que era una versión más grande del pequeño, exceptuando por la cicatriz en forma de estrella que tenía en su mejilla izquierda.

El pequeño de cabello alborotado movió su cola hacia arriba de forma lenta, se sostuvo con las palmas intentando levantarse pero estaba agotado, repleto de golpes y moretones tras su entrenamiento con su padre. Chasqueó la lengua, se reprimió las lágrimas que salían de sus ojos y en un rápido movimiento se colocó de pie, gritando, asestando un golpe en el vientre de su progenitor, quien lo recibió con un radillazo en el estómago. Volvió a caer.

Esta vez no pudo levantarse. Sintió la rabia subir por su cuerpo, apenas tenía cinco años, quería pelear y entrenar, no ser maltratado. Cerró los puños y golpeó el suelo, flexionó sus piernas y sostuvo sus rodillas, haciéndose un ovillo, ocultando su cara, no quería que lo viera llorar.

Bardock se aproximó a su hijo y se inclinó en una rodilla, extendió su cola y rodeó por la espalda a su pequeño, lo levantó con su cola y lo hizo mirarlo a los ojos.
Deslizó sus pulgares por debajo de los ojos del pequeño, limpiando sus lágrimas sin expresión.

—Kakarotto —Lo llamó, éste lo miró a los ojos, las raspaduras de sus mejillas y frente le ardían, comenzaban a sangrar pero apretó la quijada, reteniendo el dolor. No podía ser débil, y aunque lo fuera, no debía mostrárselo a su rival, eso le había dicho su padre— Debes ser fuerte. La jodida vida así es, te quita lo que quieres y te lo escupe en la cara. Que no te importen los demás, hazles ver que puedes tener lo que quieras, sé más cruel que la vida.

El pequeño asintió, sus pies tocaron la tierra y se colocó de nuevo en posición de pelea. El saiyajin mayor le mostró la cicatriz en su mejilla. Le dijo que se la hizo el día que perdió a su esposa, después de parir la hicieron abandonar el planeta con el perdón de Freezer, fue mentira. La mandaron asesinar y cuando él lo descubrió intentó detenerlos, lo hirieron y no pudo hacer nada, desde entonces se propuso conspirar contra Freezer. Sus ojos se abrieron aquel día.

Kakarotto sintió el odio por primera vez en su vida. Odiaba a su dictador, tenía que acabarlo por quitarle a su madre, por todo lo que causaba en su planeta.

***

—Carajo —Susurró al momento que entraba con prisa por la puerta de su supuesta casa. Era de noche, todo estaba oscuro y tropezó con algo. Se acomodó el rastreador de energía y llevó sus dedos a su cabello húmedo por el sudor.

—Kakarotto —Escuchó a su padre. Se colocaba su armadura pues saldría a una misión en ese instante. El joven se irguió y chasqueó la lengua. De nuevo maldijo en voz baja. Bardock olfateó a su hijo de catorce años y notó una fragancia diferente—¿Estuviste con una hembra? —Preguntó sin apartar la mirada de su armadura que abrochaba.

Desvío la vista hacia otro lado, rodó los ojos y se acomodó el flequillo, y el pantalón pues recordó lo que estuvo haciendo horas antes. Mordió su labio, nunca imaginó que tener sexo era así de genial.
Con su pocs experiencia sólo siguió sus instintos, la hembra de dos años más grande que él lo guiaba, mientras él simplemente gozaba para finalmente tomar todo el control. Se sentía agotado, toda su fuerza se había ido en tan pocos minutos, no quería riñar con su padre en esos momentos.

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