Sería diferente

«Capítulo 27»

Cuando despertó no tenía noción del tiempo. No tenía ni la más remota idea acerca del lapso que permaneció inconsiente. Sin fecha, ni hora. Únicamente las estrellas, que con solo verlas sabía que no estaba en el lugar donde creció. Eran más cercanas, más brillantes.

Lo último que aparecía en su mente eran las imágenes del planeta verde explotando, los cráteres y rajaduras en el suelo inhabitado de Namekusei, resonando y vibrando ante la energía maligna del emperador Freezer. La misma lagartija que estaba dispuesto a asesinarlo. 
El sofocante calor que ardía sobre su piel, el denso humo que le robaba poco a poco el oxígeno y su sudor cayendo sobre sus ojos, buscando desesperadamente el botón que activaría aquella nave que sería su última esperanza de sobrevivir.

Despertó sintiendo las sábanas tocando cada centímetro de su piel expuesta, desnudo como si su ropa misma se hubiese consumido por las llamas. Intentando averiguar si de verdad aniquiló al Emperador del Mal. O el hecho de verlo casi despedazado no era más que una ilusión de su cerebro exhausto.

Se levantó de golpe. Buscando al saiyajin que lo había ayudado en su victoria con la mirada. Sintiéndose incómodo al no verlo por ningún lado, descubriendo que estaba solo en un lugar extraño. Por la puerta entraron sujetos raros, que lo miraron fijamente y recorrieron su cuerpo ya sano con sus ojos.
Tragó saliva con dificultad, cogió la ropa que le otorgaron y se sintió abrumado.

Enseguida pensó en La Tierra. En la mujer de ojos azules que debía estar angustiada por él y en su amiga de hermoso cabello negro que estaba embarazada la última vez que la vio.
Llevó sus manos a su cabeza, al menos las había mantenido a salvo. Y de eso se sentía casi orgulloso.

Estuvo a punto de perder, a segundos de morir, aún con la fuerza nueva que adquirió su lucha había sido complicada. La energía que corría por su cuerpo se sentía insuficiente, cerró los ojos y aborreció sus resultados.

Viajando su imagen una vez más a ese brillo dorado que apareció frente a él en el cuerpo de su rival. Prometiéndose que se superaría aún más, rechazando la opción de volver a su hogar en ese instante.

Pero no estaba arrepentido de su decisión. Para eso había nacido, esa era su misión en la vida, esa era su naturaleza. Y ahora lo sabía.

Milk

La mano de mi Gohan sujeta mi dedo índice con fuerza. Para sus dos años es demasiado fuerte. Eso me encanta de él.

Habla muy poco pero me dice mamá, lo curioso de este tiempo fue que su primera palabra fue Piccolo. A pesar de su carácter sé que siente cariño por mi pequeño, él, Krillin y Bulma junto con mi padre me han ayudado mucho.  Mi hijo es un amor. Es tranquilo y duerme demasiado, pero cuando despierta no hay quién lo calme.

Ahora mismo estoy arrullándolo en el balcón del castillo, haciendo que mire el cielo. Levanta sus manitas, como si intentara alcanzar las nubes.
Igual miro en esa dirección, pero yo intento alcanzar algo más lejano.

Bulma pidió a Shenlong que Vegeta regresara, el gran dragón le dijo que no podía traerlo de regreso porque Vegeta se negó, nadie sabe dónde está y en qué anda metido, pero eso es lo de menos, La Tierra por ahora está en paz, Krillin y el señor Piccolo entrenan para cualquier emergencia. Pero prefiero el mundo así, sin luchas, sin caos, un mundo en dónde pueda educar bien a mi pequeño, hablando de ello, no sé nada de su padre, nada de Kakarotto.

Mi papá ha traído príncipes de otros reinos, otra vez. Intentando que tomen mi mano, quiere sentir que me deja en buenas manos si algo le llegara a pasar. Uno que otro está interesado en una madre soltera, otros simplemente al saberlo se rehúsan. En otra ocasión me habría dolido que me tratasen así, pero realmente no quiero a nadie. No estoy interesada en nadie, y no quisiera que alguien más entrara en la vida de Gohan. Bulma me dice que deje de mirar a las estrellas y vea lo que tengo frente a mí, le respondo siempre que ella hace lo mismo, Yamcha le ha pedido regresar, ella se negó. Espera pacientemente el regreso de Vegeta, así como yo espero el de Kakarotto.
Vaya par de mujeres que somos.