Capítulo 2: Infiltrada en la mansión

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-¿Estás lista? -preguntó mi mamá del otro lado de la puerta. Al no recibir respuesta, tocó un par de veces-. ¡Marianne!

-Ya casi -le avisé sin despegar mi vista del espejo.

Estaba usando un vestido rosa pastel con corte de cintura alta y un estrecho cinturón blanco que iba adornado con un lazo. Por si fuera poco, calzaba unos altos tacones de aguja. Me sentía ridícula con la elección de vestuario que tomé, pero estaba a punto de conocer al senador Waldorf, principal cabeza del Partido Conservador, así que debía lucir lo más femenina posible.

Caminé despacio hacia la cama intentando no perder el equilibrio y extendí el brazo para alcanzar mi celular. Me coloqué los audífonos y empecé una videollamada con Marcela. Apenas la imagen de vídeo apareció, alejé el celular y enfoqué mi vestido.

-¿Qué te parece? -le pregunté avergonzada.

-¡Wow! -su cara no tenía precedentes-. Debo admitir que me has sorprendido... Te ves muy bien.

Enfoqué mi rostro de nuevo.

-Entra en el papel de la persona más prejuiciosa del mundo. Si no me conocieras, ¿pensarías que soy lesbiana?

-Jamás se me cruzaría por la cabeza esa posibilidad.

-¿Y qué hay de mi cabello?

-Que sea corto te da un toque clásico.

-Entonces ya estoy lista.

-Sí -sonrió bastante conforme, pero casi enseguida puso una cara dubitativa-. Aunque...

-Adelante, dilo.

-Te hace falta maquillaje.

-Mi mamá me prestó esto -resignada, le mostré una bolsa llena de productos de belleza.

-Tranquila, yo te guío a través del proceso. Lo primero que debes hacer es buscar algo como esto... -revolvió un par de cosas en su cartera y me mostró una base en polvo-. ¿Sabes cómo se utiliza?

-Pareciera que crees que para mí estamos hablando sobre física cuántica. No me gusta maquillarme, pero conozco los productos. Por supuesto que sé cómo se utiliza la base.

Ella se rio.

-Aplícate un poco.

La obedecí emulando lo que había aprendido de mi mamá. Cuando llegó la hora de aplicar el rubor, Marcela me explicó cómo y en qué dirección debía mover la brocha según los rasgos de mi rostro. Para finalizar, me coloqué pestañina y un labial nude.

-¿Opinión final?

-¡Perfecta como una ama de casa de los cincuenta! Recuerda sacar tu lado más conservador. ¿Llevas el equipo?

Alcé mi vestido hasta revelar una liga negra en mi pierna izquierda que sostenía la diminuta grabadora de audio.

-No llevaré la cámara ni el escáner porque dudo que suceda algo importante en nuestra primera reunión.

-Está bien.

-¡Marianne! -mi mamá volvió a tocar la puerta.

-Tengo que irme.

-Oh, bueno. Que te vaya muy bien. No olvides lo básico: cruza las piernas, no pongas los codos en la mesa, el tenedor va en la mano izquierda y sonríe sin importar qué estupidez diga el senador. Apenas llegues a casa, quiero que me cuentes todo.

-Vale -colgué.

Me miré por última vez ante el espejo, tomé un gran bocado de aire y salí de mi habitación. Mi mamá casi se cayó de espaldas al verme. A pesar de no saber sobre mi orientación sexual, ella era la persona que más me conocía en el mundo entero. Seguramente pensaba que me iba a vestir con una camisa formal, un pantalón y unos zapatos cerrados.

SERENDIPIA PARTE II: DHASIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora