Capítulo 45: Las cenizas

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Lo mejor de haber compartido auto con Eric fue no sentir la presión de tener que rellenar el silencio con palabras. Todas las personas que había visto en los últimos días querían hacerme hablar a como diera lugar porque creían que eso me haría bien. Sin embargo, el chico nunca intentó dirigirme la palabra; a duras penas, tuvimos contacto visual un par de veces. Durante todo el trayecto, nos quedamos callados escuchando las canciones favoritas de Dhasia. Yo sentía su dolor y él sentía el mío. Con eso, sólo con eso, bastaba por el momento.

***

—Dinos cuántas personas suele haber dentro para saber a qué nos atenemos —Bonnie me dijo una vez el grupo completo se reunió en la parte trasera de la mansión.

Agaché la cabeza mientras recordaba.

—Usualmente están dos empleados de oficios varios, la cocinera, el portero, el chofer, el senador y su esposa —conté con un sinsabor en la boca y una sensación de vacío en el estómago.

—¿Entonces no tienen guardaespaldas? —Ethan miró a Bonnie—. Esto debería ser sencillo.

—Yo no estaría tan segura.

—¿Qué haremos, Bons? —preguntó Jamie.

La mente maestra meditó en silencio por unos segundos.

—Andrea y tú van a entretener al guardia mientras entramos. Digan que están perdidas o finjan ser pasantes de periodismo… lo que sea necesario para mantener sus ojos alejados de las cámaras sin llamar su atención —les dio dos pequeños frascos de vidrio junto a pañuelos—. Úsenlo sólo para casos de emergencia. La cabina es pequeña; él podría hundir un botón o hacer una llamada antes de quedar inconsciente.

Las chicas asintieron y se dirigieron hacia la entrada.

—Nosotros haremos el trabajo sucio —nos entregó a cada uno una pinza, pasamontañas, un frasco con cloroformo y pañuelos.

Cuando recibimos la señal de Jamie, empezamos a cortar la cerca de alambre. Me detuve al caer en cuenta de que en ese lugar Dhasia y yo nos encontramos la primera madrugada que la ayudé a escapar de la mansión, antes de colarnos al parque acuático donde trabajé durante el verano. Recordé cuando estábamos sentadas en la orilla de la piscina, con nuestros pies dentro del agua, sumidas en el silencio más cómodo que alguna vez había experimentado.

—¿Qué esperas? —Bonnie sacudió mis hombros para devolverme a la realidad. El agujero en la cerca ya estaba terminado y los chicos se encontraban del otro lado—. ¡Vamos!

Agaché la cabeza y atravesé el hueco. Caminamos en dirección a la entrada procurando ocultarnos entre los arbustos y, al mismo tiempo, vigilando las ventanas de la mansión. Ethan se encargó de cubrir con pintura negra en spray cada cámara que nos encontramos en el camino. Estando a pocos metros, escuchamos un carro.

—¡Agáchense! —exclamó Bonnie.

Alguien me jaló hacia un arbusto.

—¿Qué ves? —preguntó Ethan.

—El senador, su hijo y su esposa están saliendo —Bonnie empuñó su mano y golpeó el piso arrojando, sin querer, un poco de arena hacia la cara de Eric y mi pecho—.  ¡Mierda, tenía ganas de dejar inconsciente a ese hijo de puta! —espetó con rabia.

SERENDIPIA PARTE II: DHASIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora