Capítulo 26: Un plan arriesgado

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Días después.

El senador Waldorf salió temprano de la mansión para asistir a un evento público que lo tendría ocupado todo el día. Su esposa tuvo que acompañarlo para hacer acto de presencia. La oficina no estaba cerrada, pero Wilson y Efrén la monitoreaban de vez en cuando. Dhasia estaba en llamada conmigo usando audífonos inalámbricos que se encargó de cubrir con su cabello mientras esperaba instrucciones de mi parte. Era ese momento o nunca.

-Debemos deshacernos del más astuto de los dos.

-Ese sería -afirmó con seguridad.

-Envíalo a hacer algo por fuera de la mansión que le tome tiempo. Antes de que se vaya, asegúrate de colocar el rastreador que te di. Así puedo vigilar su posición.

-Creo que ya tengo una idea.

El sonido de sus pasos y el viento que chocaba contra el micrófono me indicaron que estaba en movimiento. Lo siguiente que escuché fue su conversación con el susodicho.

-Señorita Dhasia, ¿en qué puedo servirle?

-Necesito que pases por mi vestido. Está en la tintorería Cocun. Aquí tienes el recibo -le entregó un trozo de papel.

-Queda en el centro de la ciudad.

-¿Tienes algún problema con eso?

-Bueno... a esta hora hay tráfico y estoy ocupado aquí. Tengo que podar los arbustos -le sacó el cuerpo-. ¿Alfredo está libre?

-¿Te parece que eres mi primera opción? Alfredo está haciéndole revisión a los automóviles.

-¿Y ya habló con Efrén?

-No, pero apuesto a que dejaría lo que sea que esté haciendo. Le contaré a mi padre sobre tu disposición -la escuché moviéndose. En ese momento, pensé que la oportunidad se había arruinado.

-¡Espere! -Wilson exclamó en la distancia. Escuché pasos fuertes, como de trote, acercándose-. Discúlpeme, señorita. Con mucho gusto iré a buscar su vestido.

Caminaron juntos mientras Dhasia le mencionaba una larga lista de cosas que debía verificar con la empleada antes de recibir el vestido. Supuse que lo hacía para asegurarse más tiempo. Entonces, escuché un motor encendiéndose seguido del trote de mi novia alejándose.

-Coloqué el rastreador bajo la silla de su moto -inhaló y exhaló a profundidad-. Dios, pensé que no iba a lograrlo.

-Lo hiciste perfecto -tecleé el número de serie del aparato en mi programa y conseguí su localización en tiempo real-. Ya está saliendo de la mansión. Es hora de pasar a la segunda parte del plan.

Le ordené a mi novia que buscara una naranja, palillos y una bolsa plástica. Una vez los reunió, le pedí que fuera al baño de su cuarto, se cubriera la mano con la bolsa y metiera la naranja en el inodoro lo más profundo posible. En un principio, pensó que estaba bromeando. Tuve que insistir un par de veces para que se diera cuenta de que era en serio. Sólo en ese momento me hizo caso y, además de obstruir su inodoro, llenó la línea telefónica con sonidos que expresaban asco y desagrado. Cuando la escuché quitarse la bolsa, di por hecho que terminó y le dije el resto de las instrucciones.

-Ahora mete dos palillos en la cerradura de la puerta. Eso logrará atrancarla un rato. Ten una pinza a la mano para retirarlos cuando sea necesario -le recordé.

-¿Cómo sabes todas estas cosas?

Me eché a reír ante su tono de preocupación, pero la sonrisa se me desdibujó al caer en cuenta de la respuesta.

SERENDIPIA PARTE II: DHASIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora