Capítulo 10: Las hetero nunca se quedan

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-Lamentamos el inconveniente. Mi asistente llevará a la señorita Waldorf a revisión médica -avisó la senadora Blake, no obstante, Dhasia se negó y caminó hacia el centro de la tarima.

-Sólo fue una pequeña caída -evocó una sonrisa convincente-. Estoy bien. Mejor continuemos con el cronograma.

Saqué la pistola de agua para realizar una prueba. Le disparé a una rama en la copa del árbol que se encontraba a la misma distancia de la que yo me encontraba de la senadora. La potencia del chorro era tan fuerte que alcanzó su objetivo con éxito.

-Bajo el propósito de salvaguardar los valores tradicionales de la familia, la fundación Mamá y Papá y yo hemos trabajado para oficializar una recolecta de firmas en contra de la adopción de parejas del mismo sexo -anunció orgullosa.

Los aplausos de la multitud no se hicieron esperar. Aproveché el momento para empuñar la pistola y redirigir la mira hacia la senadora. Me costó trabajo encontrar un buen ángulo ya que muchas ramas se interponían en el camino. Cuando por fin lo conseguí, coloqué mi dedo sobre el gatillo y me dispuse a disparar, pero un gusano blanco y peludo se colocó en mi brazo. Apenas sentí la picadura, di un brinco y caí un par de ramas abajo ocasionando que el árbol se agitara.

-Yo, Dhasia Waldorf, vengo en representación de mi papá, el senador Waldorf, ofreciendo el apoyo incondicional de su campaña presidencial a esta honorable causa -se apresuró a leer su discurso, y todos devolvieron la atención hacia la tarima.

El ardor que sentía era fuerte, pero el plan debía continuar a como diera lugar. Luché para enfocar a mi objetivo de nuevo; estaba lo más dichosa pasándole una tijera a Dhasia. Volví a colocar mi dedo sobre el gatillo y, esta vez, lo jalé sin piedad cinco veces. El primer chorro rebotó en el cabello de la senadora, el segundo y tercero impactaron en su cara y los últimos dos se desviaron a su pecho. En resumidas cuentas, logré que Beth Blake quedara cubierta por un verdoso, espeso y apestoso manto de excremento de paloma.

Entre el público se produjeron unos pesados segundos de total silencio. Todos tenían caras de sorpresa salvo por Dhasia, quien estaba batallando por aguantar la risa, y la senadora, quien parecía querer que se abriera un hueco en la tierra. Entonces, la multitud estalló en risa. El equipo de la fundación se apresuró a bajarla del escenario, pero ella se resistió dando manotazos en el aire. Por si fuera poco, una lluvia de flashes inundó la escena. Los guardias de seguridad tuvieron que meterse entre las personas con el fin de controlar la situación, no obstante, ese acto fue malinterpretado y todos salieron corriendo.

En menos de dos minutos, el jardín central pasó de estar invadido por una turba homofóbica a estar completamente vacío. Impedida por el ardor, bajé del árbol con torpeza y me acosté sobre el césped. Cerré los ojos y me quejé del dolor acoplando una posición fetal.

-¡Eso estuvo genial! -Jamie exclamó.

-Debiste haber visto su expresión -agregó Dhasia con la misma emoción, pero no tardó en darse cuenta de que algo andaba mal-. Espera, ¿te encuentras bien?

-No -atiné a responder.

Alfredo se agachó y examinó mi brazo.

-Parece una picadura de gusano. Menos mal que me anticipé a eso y se me ocurrió comprar un ungüento en la farmacia.

Todas lo miramos estupefactas.

SERENDIPIA PARTE II: DHASIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora