Capítulo 31: Adiós a la abstinencia

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-¡Gané de nuevo! -exclamó victoriosa y me enseñó su escalera de diamantes que iba del cuatro al nueve-. Tenemos que volver a jugar cuando estemos a solas y podamos apostar prendas de ropa.

-Seguro -incorporé las cartas a la baraja y revolví todo.

-¿Sucede algo? -entrecerró sus ojos-. Has estado actuando raro desde que regresaste. ¿Mi papá te dijo algo? Porque si fue así, sabes que puedes decirme.

Solté un suspiro.

-No le gusta que seamos tan cercanas.

-¿Crees que ahora sí sospeche?

-Tal vez -murmuré.

En ese momento, su papá y mi mamá salieron de la cocina cargando los platos. Organizaron las cosas en el comedor de forma que el pavo quedó en el centro y los acompañantes a su alrededor. Mi mamá nos avisó que la comida estaba lista y empezamos a tomar asiento. Charles se ubicó en una esquina entre su esposa y mi mamá. Cuando llegué a la mesa, no me quedó más opción que sentarme en la otra punta quedando frente a Charles y entre mi novia y mi padre.

Nadie tocó ni un cubierto hasta que el senador dio inicio a la cena cortando una gran pieza del pavo. Hicimos turnos para agarrar las bandejas, servirnos la cantidad que deseáramos y pasarla al siguiente. Al final, todos terminamos con pavo, ensalada y puré en nuestros platos. Pronto, Charles se puso de pie para destapar el vino.

Pensé que cada uno se serviría como quisiera, pero el senador pasó puesto por puesto llenando las copas sin antes preguntar si queríamos beber. Estando al lado de mi papá, colocó la botella destapada sobre la mesa y se inclinó para agarrar una jarra de agua. Sirvió el líquido en su copa a una velocidad que dejaba mucho que desear. Mientras tanto, en la cara de mi padre se reflejaba lo mucho que le afectaba el aroma que emanaba de la botella de licor que reposaba cerca.

-Nada como un buen Chapoutier -Vivian saboreó sus labios tras darle un sorbo a su copa-. ¿No te gusta el vino, Tobías?

-No -respondió de dientes para afuera.

-Mi esposo tiene una buena colección de licor. Yo me considero una fiel amante del vino, pero debo reconocer que el whiskey de malta también tiene lo suyo.

Mi padre esbozó una sonrisa incómoda esperando en silencio a que alguien cambiara de tema. En otra ocasión, el senador habría hecho lo que fuese para detener la imprudencia de su esposa, no obstante, en aquel momento parecía estar deleitándose.

-Él no bebe nada de alcohol -mi mamá aclaró.

-Oh -tras haber captado, bajó la mirada a su plato y escondió la vergüenza que sentía con un improvisado elogio-. El pavo te quedó realmente exquisito, Bianca.

-Fue trabajo en equipo, ¿cierto? -Charles se metió.

Tras unos bocados, el senador empezó a hablar sobre asuntos de su campaña presidencial por los que nadie en esa mesa estaba interesado. En reiteradas ocasiones, se encargó de poner a mi mamá en un pedestal haciéndole cumplidos relacionados al trabajo. Escuchar tantos halagos no le hizo gracia a mi padre quien sólo se limitó a masticar sin apartar sus ojos del plato. Parecía que toda la cena iba a ser así, pero, de un momento a otro, mi mamá desvió la conversación.

-¿Cómo siguieron las cosas con Sinclair?
Apenas dijo ese nombre, Charles arrugó la cara con tanta amargura como si se hubiese mordido una pimienta de olor.

-Aún estamos aclarando el malentendido -respondió en un tono poco complaciente y nos repasó a todos con la mirada hasta enfocar a mi papá-. Tobías, ¿cómo te fue en la entrevista de trabajo?

SERENDIPIA PARTE II: DHASIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora