Capítulo 5: Apuros de niñera

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El día siguiente, a la hora del desayuno, le eché un rápido vistazo al libro. Me di cuenta de que cuando el senador dijo que abarcaba sus compromisos "desde mañana hasta fin de año", era cierto. Aquel día Dhasia tenía un quinceañero clasificado como rojo en nivel de importancia. Antes de eso, debía llevarla a una boutique y al salón de belleza. Resignada, me levanté de la silla y me dirigí al baño. Tomé una rápida ducha y me vestí con un jean claro, una blusa blanca, una camisa manga larga de cuadros azules y unos zapatos marrones. Entonces regresé al comedor donde mi mamá terminaba de desayunar.

-Voy a salir con la hija del senador. ¿Necesitarás el auto?

-Puedes llevártelo -me lanzó las llaves-. Charles enviará una camioneta a recogerme cada vez que nos reunamos con el equipo de campaña. Cuestiones de seguridad, supongo.

-Está bien -me despedí con un beso-. Nos vemos más tarde.

Puse a reproducir el álbum Songs About Jane de Maroon 5 mientras conducía a la mansión de los Waldorf. En la entrada, le mostré mi identificación al portero. Al registrar mi llegada, me di cuenta de que tenía un libro igual al mío; supuse que aquel era para que tuviese conocimiento de mis entradas y salidas permitidas. Finalmente, tras comprobar que todo estaba en orden, me abrió la reja.

Me parqueé en el mismo lugar que antes y me dirigí a la mansión. Wilson estaba esperándome en la entrada. Intercambiamos saludos y tuvimos una corta conversación; el muchacho me contó que Dhasia estaba desayunando y me escoltó al comedor.

La encontré en pijamas. Estaba alternando bocados entre tres platos con comida. En uno había omelet con jamón de pavo, en otro había medio panqueque con jarabe de maíz y en el último había fruta cortada en pequeños trozos cuadrados. Además de eso, tenía un pocillo con chocolate caliente y un vaso de jugo de naranja.

-Vaya, no estás usando un vestido -comentó tras hacer un breve repaso a mi vestimenta.

-Te sorprendería saber que no siempre visto como si fuese a una pasarela de alfombra roja -respondí en el mismo tono burlesco, pero ella se echó a reír en lugar de atacar de vuelta.

-Siéntate -me dijo.

Obedecí, y ella continuó.

-¿Quieres algo de comer?

-¿Alguna razón particular por la que estés más amable que ayer? ¿Acaso pusiste laxante en la comida?

-No lo haría en mi propia casa -murmuró en broma-. No me gusta que me observen comer, o al menos no si las demás personas no están comiendo. ¿Entonces?

-Un poco de fruta estaría bien -cedí.

Dhasia le hizo una seña a una mujer de cuarenta y tantos que estaba escuchando nuestra plática desde un costado de la habitación. Ella ingresó a la cocina y, minutos después, me dio un plato con banano, fresa, kiwi y mango. Me preguntó si quería yogur o crema batida para acompañar la ensalada, pero decliné su oferta con un "gracias" y una sonrisa. La señora aprovechó para recoger algunos platos y se adentró de nuevo en la cocina.

-¿Puedo saber cuál es nuestra aventura hoy, niñera? -remojó un trozo de panqueque en el chocolate.

-Tienes un quinceañero esta noche.

Agarró su celular para mirar la fecha.

-¡Ay, no!

-¿Sucede algo? -me llevé un trozo de kiwi a la boca.

-La cumpleañera y yo no tenemos un buen historial.

-Debes asistir de todas formas. Tu papá fue claro: tu asistencia al evento es de carácter imprescindible.

SERENDIPIA PARTE II: DHASIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora