Capítulo 16: Celos

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Los días pasaron y Dhasia seguía sin reconciliarse con sus amigas. Intentó hablar con Andrea, a quien sentía que debía explicaciones, pero no tuvo éxito. En cuanto a Jamie y Bonnie, estaba determinada a no hacer nada porque creía que era una tontería que se hubieran enojado con ella. Me inclinaba más hacia el lado de sus amigas, pero preferí quedarme en silencio. De todas formas, faltaba menos de veinticuatro horas para que el reinado iniciara. El tiempo se nos estaba agotando y debíamos cumplir con los preparativos que el senador había estipulado. Ella, por supuesto, no estaba para nada a gusto con eso.

—Alfredo, maneja a casa de Andrea —le pidió estando a unas pocas calles del salón de belleza.

Él le obedeció sin rechistar y cambió de rumbo.

—Perderemos la cita —fui la única en replicar.

—No lo haremos.

Suspiré ante su tranquilidad.

—¿Qué te hace pensar que ahora escuchará lo que tienes que decir?

—Que esta vez la dejaré sin opciones —sonrió.

Quince minutos después, estábamos parqueados frente a una lujosa y excéntrica mansión con muchos ventanales. Dhasia se presentó ante los guardias como una compañera de Andrea que quería devolverle un libro. Bastó con que dijera su apellido para que el portero nos dejara entrar. Uno de los empleados nos recibió en el parqueadero y nos llevó hasta la sala principal.

Una vez adentro, me quedé sorprendida por una gran alfombra de piel de cebra que tapizaba la sala en su totalidad; prefería creer que se trataba de una buena imitación, pero estaba segura de que era piel auténtica. Mientras esperábamos, el muchacho nos ofreció jugo de lulo. Ponto, escuchamos pasos provenientes del piso de arriba. Alzamos la mirada: Andrea, quien usaba un pijama rosado con puntos blancos, estaba bajando las escaleras. En la parte media, se dio cuenta de que nosotros éramos quienes la estaban buscando. Entonces volvió a subir los escalones a paso acelerado.

Dhasia me dio su vaso y salió corriendo detrás de ella. Mientras que perseguía a su amiga, Alfredo y yo tuvimos que lidiar con la cara de desconfianza matón de seguridad. Desde el primer piso escuchamos la conversación que tuvieron casi que a gritos. El escolta se dio cuenta de que se trataba de problemas de adolescentes y se fue al patio a fumar.

—¡Te he dicho mil veces que no quiero ganar! —gritó Dhasia—. Si esa fuera mi intención, no te habría ayudado tanto, ¿no crees?

Hubo un breve silencio.

—¿Me prometes que estás participando sólo por tu padre?

—Claro que sí —empezaron a hablar más calmadas—. No soy tu competencia directa. Te ayudé ese día y te ayudaré mañana desde la pasarela. Conmigo a tu lado, tienes una menos que derrotar.

No pude escuchar el resto de la charla, pero supuse que se habían reconciliado. Confirmé mi hipótesis cuando las vi bajar juntas. Andrea había reemplazado su pijama rosado por un pantalón verde menta, una blusa color coral y unas botas blancas.

—Ella vendrá con nosotras —me avisó.

Salimos de la mansión. Alfredo nos llevó al salón de belleza. En la recepción, Dhasia ordenó trasladar los servicios a su amiga sin antes consultarme. La mujer que atendía no puso tantos problemas porque ya había recibido el pago por adelantado. Siendo así, Andrea fue llevada a una habitación privada y los tres nos sentamos en la sala de espera.

—Espero que no te haya molestado lo que hice —acompañó sus palabras con una cautelosa sonrisa—. Mi papá no lo sabrá —acomodó su brazo para que rozara con el mío con disimulo.

SERENDIPIA PARTE II: DHASIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora