Epílogo de la primera parte

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Hogar dulce hogar, pensé. Añoraba la oscuridad y el frío de las calles de Darkness. Yo , Sombras , ya estaba otra vez en mi casa y había cumplido mi misión satisfactoriamente.

Sí , lo que oís; bueno , mejor dicho lo que leéis. Lo tenía guardado en el bolsillo del pantalón,  y no lo iba a perder.  Ese había sido mi motivo al huir de Darkness, no el destruir a esa niñata que se había puesto en mi camino. Pero al final,  todo había salido bien. La Dama Oscura, mi Señora, me iba recompensar por tan grande hazaña que había conseguido.

Su plan, su maléfico y maravilloso plan, había salido a la perfección.  primer paso del plan había sido matar a la familia de su archienemiga, la Dama de Fuego, para desestabilizarla y que dejara menos desprotegido su palacio; donde tenía escondido lo que mi Señora necesitaba. Lo había cumplido más o menos.  Al coche donde iba el padre del fenómeno y el fenómeno lo había estrellado contra otro. Así había conseguido matar al primero. Pero aquel fenómeno,  siendo un bebé,  no le había afectado en absoluto. Cuando intenté acercarme para matar a la criatura, creó una barrera de fuego que no me atreví a cruzar. Y ella solo era una bebé.  Nunca había visto nada parecido , pero no penséis que le estoy alabando, no.

Ese fue mi pequeño fallo, que desencadenó una victoria. Al matar al padre e intentarlo con la niña, la Dama de Fuego se pensó que yo intentaba matarle o que intentaba secuestrarla. Que equivocada estaba. Y conseguí lo que quería. Distraerla.

En estos dieciséis años el palacio siguió igual de protegido , así que yo ideé mi propia estrategia. Lo primero que tenía que hacer era encontrar a gente un poco resentida hacia Fuego y su corte y luego con mis encantos los controlaria.Me encanta hacer eso.Me dediqué a ello los dieciséis años que tardó lo chica fuego en descubrir Eldim. Porque cuando robara lo que necesitábamos también quería terminar con la tarea que no terminé al hacer chocar los dos coches;matar a la hija de la Dama de Fuego.

Contacté con Noche, y él me avisó cuando la chica y los demás le visitaron,  Noche fue bastante fácil de controlar. Y cuando se reunieron todos los elementos me aparecí allí para ver si podía controlar a Sarah. No pude. Otro signo de que era más poderosa de lo que creía, nunca nadie se me había resistido.

Y mandé a mis controlados contra los ciudadanos de Eldim. Pero eso también fue una distracción para que dejaran sin protección el palacio. Y funcionó;  todo, excepto una pequeña parte. No conté con que la chica me siguiera.

Me pilló justo cuando acababa de guardarmelo en el bolsillo.  Un poco más y no lo llego a coger, pero pude hacerlo. Lo que no pude hacer fue matarla. Estaba marcada con la marca de su madre, que la protegía,  pero me impresionó cuando creo el tornado ese de fuego que me mandó derechito a casa. Pero mi misión estaba cumplida.

Llegué a mi palacio, quiero decir,  el palacio de la Dama Oscura, donde gobernaba a todo Darkness y sus ciudadanos; todos mis descendientes.

Llegué al salón principal, donde sabía que me esperaba la misma Dama Oscura que hace dieciséis años.

Sus ojos dorados iguales a los de la Dama de Fuego me miraban ansiosos, esperando respuestas. En realidad,  era clavada a la Dama de Fuego. En todo menos su pelo. Empezaba también rubio , pero en vez de acabar en tonos rojos, acababa en negro carbón.  También era muy parecida a la hija de Fuego.

- Espero que estos dieciséis años de espera hayan valido la pena- me dijo con su voz dulce y musical, pero yo sabía que detrás de esa bonita voz se escondía una clara amenaza si no había cumplido lo que ella quería.  Suerte que lo había conseguido.

- Mi Señora- me arrodillé ante ella y le entregué el paquetito envuelto.

- Y la cría del fuego?  -me pregunto mientras examinaba ese anillo que tanto había deseado. El anillo de fuego. Era un fino anillo de oro puro con una gema de tonos anaranjados.

- La niña sigue viva-tragué saliva al ver como fruncía el ceño -pero mi Señora, tendremos más oportunidades más adelante. Recuerde que este solo es el principio de su plan.

Ella me devolvió la sonrisa y exclamó:

- Que empiece la diversión.

Y su risa maléfica resonó por todo el salón.

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