💌 Segunda Sonrisa

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Nimura había estado buscando entre los registros del Jardín, pero para su mala suerte no encontró nada de la persona que buscaba, era como si nunca hubiera existido. Esto desesperó un poco al pelinegro, sin embargo mantuvo la calma. Salió de aquel lugar, rumbo a algún destino inexacto.
Encontraría a aquella chica cueste lo que cueste.

«¿Dónde estás, Tn?», pensó.

[Kabukichō – Distrito 4]

Kabukichō era un vecindario del Distrito 4, y era considerado una zona roja debido a sus residentes, los que consistían en: Yakuzas japoneses, mafiosos extranjeros, rebeldes, criminales, ex-convictos y ghouls peligrosos. Aquella zona estaba repleta de bares, antros, casinos, hostales, moteles, comercios y locales para adultos. Kabukichō era, además, manejado por Agrath*, una joven ghoul de la que muy poco se sabía, pero a la que todos temían y respetaban.

En uno de aquellos edificios, aquella bella pelinegra estaba recostada sobre un sofá rojo con un libro entre sus manos. En la misma habitación se encontraban varios ghouls que conversaban y reían mientras fumaban y bebían café, alcohol o sangre, algunos incluso jugaban poker con apuestas prácticamente ilegales.

– ¡Volví a ganar! –gritó uno de ellos, mientras se levantaba de su silla de un salto.

– Tch. Maldito suertudo –dijo otro, dejando las cartas en la mesa de mala gana.

– Digamos que hoy estoy de suerte –rió, tomando su ganancia.

– Yo que tú no festejaría mucho, podrías perder –dijo otro.

– Tch. Envidioso –rió.

– Sólo te advierto –miró a la chica.– Oye, Agrath –llamó.– ¿No quieres jugar?

– Nah –lo miró.– No me gustan las apuestas.

– Tú te lo pierdes –miró a sus compañeros.– ¿Otra partida, perdedores?

– Adelante, perdedor mayor –sonrió de lado.

Las horas pasaron, y la noche había caído.
Tn suspiró y se levantó, atrayendo las miradas de todos los presentes.

– ¿Sucede algo, jefa?

– Nada –tomó su chaqueta.– Voy a dar una vuelta, no tardo.

– ¿Quieres que te acompañemos?

– Nah, estaré bien. Sigan con sus apuestas.

– Llámanos si tienes una emergencia.

– Si, si –asintió ella mientras salía de aquel lugar.

La joven salió del edificio, se colocó su chaqueta poniéndose también la capucha de ésta y sus audífonos; cuando la música comenzó a sonar, ella comenzó a caminar.

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Nimura caminaba por las calles del Distrito 4, tomando algo de aire y tratando de recolectar algo de información de la chica a la que buscaba, le parecía imposible que ella hubiese desaparecido así sin más, sin dejar pistas y borrando todo rastro de su existencia; ni siquiera pudo saber si la madre de esta chica aún estaba con vida o no.

«Aprendiste a ocultarte bien, ¿Cierto, Tn?», pensó mientras sonreía levemente.

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Tn se detuvo en seco, viendo como a lo lejos caminaba alguien de cara conocida.

– Nimura... –murmuró. Frunció el ceño.– Maldito.

Lo observó unos momentos, viendo como él caminaba y miraba atentamente su entorno, como buscando a alguien. Frunció el ceño más aún, tomó su capucha para que esta no llegase a caer, y volvió a caminar, acelerando el paso y alejándose lo más posible de él. Se detuvo en un callejón, se recargó en la pared y suspiró, dejándose caer, quedando sentada en el suelo.

«Así que aún estas buscando a Rize...como si a ella le importases, idiota. Te lo dije», pensó, molesta.

– Maldito... –suspiró.

Su teléfono celular comenzó a sonar, haciéndola salir de sus pensamientos; lo sacó de su bolsillo y contestó.

– Dime.

Jefa. Adivina.

– Habla de una vez, idiota.

Ya, lo siento. ¿Recuerdas el accidente de vigas del que me contaste?

– Sí, te lo dije anoche. Lo vi cuando iba a tu casa.

Bueno, ¿Sabes quienes fueron las víctimas?

– No sabía que había víctimas.

Pues sí, hubo dos. Uno de ellos es un estudiante universitario de nombre Ken Kaneki, y la otra...fue Rize.

– ¿Kamishiro? –preguntó, sorprendida.

Sí, la misma.

– ...Vaya...

Me enteré de que el chico sobrevivió, pero ella no lo sé.

– ...Entiendo. Si sabes algo más avísame.

Claro. Nos vemos más tarde.

– Sí. Adiós –cortó.– Con que...ahí estabas, Rize... –susurró.

Volvió a suspirar y se puso de pie, sacudió su ropa y acomodó su capucha. Tras volver a colocarse los audífonos, comenzó a caminar mientras oía las melodías de su música favorita. Se dirigía al departamento del joven que acababa de llamarla.

[Distrito ??]

Nimura entró a su departamento, había pasado todo el día buscando a alguien que probablemente ya no volvería a ver. Suspiró y se sentó en el sofá, tomando una fotografía que tenía sobre la mesa de café. En la misma se veía a una niña de cabello oro recogido en dos coletas y ojos carmesí brillantes, sonriendo ampliamente con una flor roja en sus manos, vestida con un vestido rosa con una bata blanca sobre el mismo.

– Resultaste ser una escurridiza, Tn –rió.– Pero te encontraré –habló a la fotografía.

Rió. Miró la fotografía sonriendo. No sabía ya dónde buscar, y había perdido tiempo buscando a Rize para matarla. Pero no se rendiría, la encontraría a como dé lugar, cueste lo que cueste, sin importar qué o a quién debía sacrificar en el medio.
Tomó un bolígrafo y una hoja blanca, comenzando a escribir una carta para la chica que buscaba...


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Tn,

  No estabas cuando fui a buscarte, me enteré de que escapaste por tu cuenta. Está bien, sólo espero que estés bien.
  Debí haberte escuchado antes; Rize no me convenía, me lo dijiste y no te oí. Lo siento.

Sonríe, Tn
Voy a buscarte.
 
 

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*Agrat bat Mahlat (אגרת בת מחלת) es una diablesa de la mitología judía.
En la literatura rabínica, en las vísperas de los miércoles y del Sabbath, aparece como «el demonio danzante del techo», que acecha el aire con su carro y su séquito de 18 mil mensajeros de la destrucción.

Sonríe, Tn... 💌 Souta Nimura WashūDonde viven las historias. Descúbrelo ahora