57: "La boda de mamá"

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Capitulo 57 - *La boda de mamá. Parte I – Capítulo especial *

Con el tiempo aprendí que es mejor llorar por escuchar la verdad, que tener una sonrisa engañada por mentiras. Mentiras que tarde o temprano se descubrirán. Llorar un rato en vez de vivir engañado es mucho mejor en todos los sentidos, no lastimas tanto.

…………….

Habían llegado estilistas y maquillistas a la casa, que iban de un lado al otro, desesperadas, “no hay tiempo” decían. 

Mamá estaba sentada en una silla de roble en medio de su habitación, la mitad de su cara estaba pintada mientras que la otra al natural. Mientras una de las chicas retocaba la parte maquillada de mamá, otra ajustaba el peinado con prendedores. Su vestido reposaba sobre la cama, blanco y strapless, un poco ampón y con pequeños brillitos que lo hacían lucir hermoso. Recuerdo cuando mamá hizo una video llamada conmigo para que la ayudara con el asunto del vestido, la cuenta salió muy cara, pero al final del día nos habíamos decidido por uno. Me sentía mal al no poder acompañarla pero al menos estuve presente por medio de un aparato. 

Mamá me sonrió desde la silla y luego se quejo a causa de que la estilista le había jalado uno de sus castaños cabellos. Moví los dedos y le devolví la sonrisa, de hecho todo el día he estado sonriendo. 

- Múevete, no tenemos todo el día – me dijo una de las maquillistas señalando otra silla que habían traído. – Tienes unos ojos muy bonitos – dijo ella. 

- Son como los de mi papá – dije yo. Mamá volteo a verme y me extendió su mano la cual tomé. Papá estaría feliz de que Martha volviera a ser feliz, y orgulloso por ver lo que ha hecho ella por esta familia que pronto se volverá a armar. Martha es la persona más valiente que he conocido, a pesar de todos los problemas que ha enfrentado, la mayoría por mi culpa, sigue con la cabeza en alto y mostrándo aquella sonrisa. La sonrisa es como el parabrisas, aunque no quita la lluvia te permite seguir adelante. 

Estás empezaron a hacerme lo mismo que mamá, entre el ardor de mis ojos al contacto con el maquillaje y el dolor de cabeza del cual ya me había acostumbrado, también me sentía feliz, pero también sentía miedo. Pero no sabía de qué, sentía una gran angustia, pero no sabía cual era la razón para sentirla. Es de esas ocasiones en donde te pasa algo, presientes algo, tienes miedo de algo, que al mismo tiempo no existe, ese miedo al monstruo invisible.

- Es para ti – una de las estilistas, la pelinegra, se me acerco con una bolsa color rosa en la mano, recién había ido a atender la puerta ya que estaban tocando. – Dice que tal vez te guste – 

- ¿Quién lo dice? – pregunté. La pelinegra se encogió en hombros. Me entrego la bolsa y vaya que me lleve una tremenda sorpresa. 

- ¿Quieres que te la ponga? – pregunto mientras sonreía. Lo dude unos segundos mientras veía aquella peluca castaña. Después asentí con la cabeza. Esta se encargo de ponérmela, y nuevamente pude volver a sentir lo que se siente cuando te encajan un prendedor. Algo que para muchas no les gustaría sentir, pero para mí era como darme de beber en pleno desierto. 

La pelinegra me entregó un espejo cuando ya habían acabado conmigo. Lo tomé y casi temblando lo acerque a mi cara. Sonreí al verme, con la peluca habían hecho un chongo de lado, parecía tan real, lastima que ese no era mío, quize tocarlo pero al final no lo hice porque tuve miedo de que este se volviera a caer. En el reflejo parecía otra, no la chica con cancér cerebral del hospital, sino que ahora era yo. _____. 

Pero a pesar de esos sentimientos de felicidad que ahora tenía, también me sentí triste, aunque pegara la peluca a mi cráneo, ese cabello no era mío, y nunca lo va a ser, me sentía realmente hermosa pero al mismo tiempo me sentía fea. 

Please...don't forget meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora