7. Amigo

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Amy Martins:

El teléfono empezó a sonar por quinta vez en la mañana, descolgué hablando con tono formal mientras observaba a Steven mirar, seguramente planteándose si debía acercase por cuarta vez a contestar o mi habilidad por cambiar de extensión se había activado.

Descolgué el teléfono y pase la extensión, cuando el idiota empezó su conversación por el teléfono, me sentí aliviada al poder lograrlo, siguiendo los tutoriales que vi.

Bendito seas, internet. Agradecí mentalmente.

—Antes de que te marches —habló interrumpiendo mi meditación, lo vi acercarse a mi espacio—. Necesito que  saques tres copias de cada uno de estos documentos.

Dejó un pilar pequeño de hojas en mi escritorio y regresó al suyo. Rodeé los ojos ante su evidente enojo.

¿Qué? Tampoco la cachetada que le di después de que me besara había sido tan fuerte, era lo menos que merecía por atreverse a besarme sin mi consentimiento.

Sí, ambos nos utilizamos para beneficios propios y lo aceptaba, pero no aprobaba un acercamiento con Steven sin razón alguna. Y el beso era innecesario, ya Deborah ni siquiera estaba en el lugar.
Sin ánimos de aumentar la tensión entre nosotros, decidí cumplir con su orden, cruzando el pasillo donde se encontraba la copiadora, el problema andante de Harvet aprovechó para asesinarme con la mirada durante los quince minutos que estuve en el lugar, me dediqué a ignorarla lo que la alteraba aún más. Cuando regresé a la oficina se encontraban cuatro hombres de traje sentados en el sofá junto a Steven, a uno de ellos lo pude identificar, Pratt.

Todos voltearon a verme y fijaron sus ojos en mi rostro, menos Steven que mantuvo su atención en el móvil.

—Pero si es la mejor relacionista pública —bromeó Pratt colocándose de pie y tomándose el momento de las presentaciones—. Colegas ella es Amy Martins.

—Hola —saludé con un tono suave y cordial.

—Amy, estos son Gael, Emiliano y Muller —Los señaló y ellos se pusieron de pie, brindándome una sonrisa—. Socios del bufete.

Gael y Emiliano eran de estatura media, de pieles bronceadas y musculosos, Muller sin embargo tenía una complexión similar a la de Steven; Blanco, un aproximado metro noventa, nariz recta y ojos claros. Parecían sacados de una revista, incluido Pratt, con su melena rojiza, las discretas e igualmente tiernas pecas en su rostro y su cuerpo delgado.

—Creo que me pasaré más seguido por aquí —comentó Gael dando un apretón a mi hombro—. Es un placer conocerte, Amy.

Los otros dos hombres hicieron lo mismo, me sonrojé aún más al verlos inspeccionarme sin pudor alguno. Mientras que de mala gana Steven se puso de pie señalando con su dedo índice los papeles en mis manos e instantáneamente se los entregué.

—Puedes irte, Martins —verbalizó mi estúpido jefe.

Continuaba molesto, lo vi caminar hacia su escritorio de nuevo y lo seguí. Me gustaba fastidiarlo.

—¿Al infierno? —Pregunté a su espalda, Steven giró, sonriente, con su típica actitud presumida. 

—No, cariño —susurró, inclinándose hacia mí para continuar—, a mí cama aún no.

Haciéndose a un lado, regresó con sus colegas. ¡Será imbécil!

Sus cambios repentinos eran tan insoportables como él. Preferí no comentar más y despedirme de las demás personas en la oficina.
Durante mi camino a la universidad crear insultos para Steven se convirtió en mi pasatiempo favorito. ¿En su cama? ¡En su cama jamás! Preferiría caminar a cuatro patas toda la vida que acostarme con un idiota como él.

Miénteme otra vez [PARTE 1] | BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora