9. ¿Besarla yo?

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Steven Harvet:

«Vamos amigo, no ahora, no con ella» —Repetí al sentir la incomodidad de mi pantalón, que empezaba a ajustarse más a mi cuerpo.

La mezcla de alcohol con su aliento dulce y fresco logró que regresara a la realidad. Ella estaba borracha, por supuesto... De no ser así, estaría golpeándome en lugar de besarme. Saboreé por última vez sus labios y me alejé, el brusco tacto de Amy empuñando la tela de mi camisa me hizo sonreír, sentí un leve impulso de volverla a besar.

Darme cuenta de los absurdos pensamientos que formulaba mi mente me desconcertó.

—¿Qué haces? —Musitó insultos alejándome aún más—, no me beses.

—Has sido tú la que me ha besado.

—Ha sido un sacrificio para ganarme veinte dólares ¿vale? —sus palabras aún era difíciles de entender—. Pensé que te ibas a regalar a la primera que apareciera. Hubiese accedido a los treinta dólares.

Su comentario le pareció el mejor chiste que había en la historia, estaba riéndose, disfrutándolo.

A pasos desequilibrado ella dio media vuelta, dirigiéndose al grupo de mujeres con las que estaba apostando, la rubia de antes me hacía gestos para que la llamase, mientras otra mujer entregaba con discreción dinero a Amy. La sangre en mis venas ardía, ¿Cómo podía permitir que Amy Martins me hiciera parte de un juego? ¡De su juego!
Mi furia regresó cuando la observé acercarse nuevamente, con su sonrisa llena de cinismo y victoria, ella se tambaleó frente a mí, no me molesté en ayudarla a recuperar el equilibrio. Estaba lo suficientemente cuerda para apostar, podía lograrlo. O eso me parecía hasta que la vi caer al suelo riéndose a carcajadas.

—Me dejaste caer —dijo exageradamente sorprendida.

—¿Linda, estás bien? —Preguntó el capullo que se acercó a Amy  para ayudarla a levantarse del suelo.

—Tú me dejaste caer —empezó a cantar mientras me señaló y luego al oportunista que la sostenía—, pero él me levantó. Uohhhh. ¿Han escuchado esa canción?

Cuestionó de repente, el hombre a su lado aprovechó para acercarla más a él, di pasos hasta ellos, y tiré del brazo de Amy, alejándola del cretino que me reclamaba a la alcoholizada mujer.

—Largo de aquí —mi voz áspera detonaba las ganas que tenía de golpearlo.

—Largo de aquí —Amy hizo un intento de imitarme, musitando un gruñido al final—. Largo de aquí tú... ¡No, claro que no! yo tengo que irme contigo.

Siguió jugando con mi paciencia y orgullo. ¿Por qué continuaba a su lado?

—¿Puedes mantenerte en pie? —Pregunté y parecía ofendida hablando sobre cuántas figuras numéricas equilibradamente podía imitar.

Aproveché su momento de estabilidad para comunicarme con Pratt, estaba seguro que podía contar con su ayuda. En el estado en el que se encontraba Martins era imposible e irresponsable llevarla en moto. La respuesta positiva de su parte me tranquilizó y rápidamente envié la ubicación del lugar a mi colega.

—Ay, ay, ay —gritó de repente.

—¿Qué te pasa? —Pregunté preocupado, inspeccionando lo que iba mal con ella.

—CANTA Y NO LLORES —Vuelve a gritar y esta vez varías personas del lugar le siguen.

En el fondo se escuchaba una canción que repetía las mismas estrofas. Rodeé los ojos.

¡Carajo!
Inhalé y exhalé suplicando paciencia. Amy continuó gritando la letra de aquella canción. Intenté ocultarme al ver un rostro conocido... Pero demasiado tarde, sus ojos me encontraron y Lincoln socio del bufete asintió su cabeza hacia mí en un gesto de saludo. Forcé una sonrisa.

Miénteme otra vez [PARTE 1] | BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora