13. E. R.

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Steven Harvet:

«Sus muslos se separaron y mi piel buscó sentirla con más intimidad, me frotaba contra su cuerpo que parecía encajar a la perfección con el mío, permitiéndonos torturarnos con caricias que nos hacían perder el control.

Me abrumaba el descaro con el que se entregaba, aún cuando le rogaba que no lo hiciera.

Cuando me liberé de la excitación que apretaba dolorosamente en mis pantalones, me vi perdido, no había nada mas que deseara en ese momento que hacerla mía y mi necesidad por penetrarla no dio paso para la espera, tan receptiva y dispuesta me recibió»

—¿Disfrutando de la paz que hay al no tener a esa delincuente aquí? —La voz de Deborah me alejó de mis pensamientos.

Abrí los ojos dejando la ensoñación sexual en la que el pensamiento de Amy me había metido.

—¿Por qué no llamas antes de entrar? —respondí al verla apoyada en la puerta.

—He tocado más de veinte veces, sin exagerar —gruñó.

Moví levemente mi cuello intentando relajar mis músculos tensos o al menos algunos de ellos. Deborah se acercó a mi escritorio y su sonrisa fue más amplia.

—¿Por qué estás aquí? —cuestioné.

—Ha llegado esto —estiró su mano entregándome un sobre amarillo.

Lo contemplé visualizando el nombre del remitente. No me molesté en tomarlo.

—¿Qué dice? —Deborah sonrió.

—No sé, es para ti.

—Evítame perder el tiempo en abrirlo, te escucho —dije con mal humor.

Creer que Deborah no había husmeado en un sobre que tuviese el nombre de Amy, era imposible.

—Solo hay un cheque —comentó—. ¿Eso quiere decir que no ha aparecido esta semana porque definitivamente no trabajará más aquí?

Las conclusiones de Deborah eran acertadas, incluso parecía más informada de lo que me habría gustado.

—Está bien, puedes retirarte.

—¿Qué tiene ella que no tenga yo? —preguntó de repente. La miré confundido— Se acostaron y más de una vez...

Mi respiración se detuvo, ¿por qué afirmaba con tanta seguridad eso? Me puse de pie intentando pensar en una repuesta adecuada.
Sobre todo una que Deborah olvidara tan rápido que no pudiera repetirlo.

—Jamás me he acostado con Amy. ¿De acuerdo?

Mentí descaradamente.
Deseando que aquello fuese verdad, ojalá nunca hubiese conocido a Amy.

Ella no debía conocer mi mundo de mierda, ni merecía ser involucrada, ¿Cómo no fui capaz de razonar? ¡Por Dios! Era la amiga de mi cuñada, fácilmente mi familia podría enterarse de mi vida.

—Steven, no mientas —soltó cabreada—. Por encima se notaba que te interesaba esa niña. Y tú no pierdes tiempo.

De mi boca continuaron saliendo...

... Mentiras:

—Amy es hija de Danes, intentaba convencerla para que su padre cerrara negocios con el bufete.

... Peticiones:

—Y no quiero volver a escuchar su nombre, me hace recodar la pérdida de tiempo que tuvimos con Martins.

Miénteme otra vez [PARTE 1] | BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora