8. Detenerme

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Steven Harvet:

—¿Y cómo ha estado Amy? —Preguntó Danes.

—Ha hecho su trabajo —respondí sin importancia—. No me puedo quejar.

No estaba en aquel lugar para hablar de Amy Martins.

—Quiero decir, si ha estado bien —habló descaradamente, enarqué una ceja.

—Señor Martíns, es su hija —bufé—. ¿Qué sabré yo? Solo la veo tres horas al día.

—Estoy seguro que en esas tres horas le habla más que a mí —meditó.

El descaro era algo que por lo visto los Martins llevaban en la sangre.
¿Por qué en lugar de preguntarme a mi sobre su hija, no se lo preguntaba a su empleado con quien ella se veía muy cercana?
En mi opinión lucia bastante bien... Contenta.

—Bueno si mi padre me metiese a la cárcel, ignorarlo es lo mínimo que haría —Danes se removió de su asiento—. Y eso que ella desconoce que realmente iba a estar dos semanas completas encerrada.

—Mi hija debía aprender la lección y Harvet —gruñó con mal humor—. No me haga recordar lo mal qué hace su trabajo.

—¿Qué esperaba que hiciera después de que me entregara un documento falso? —reproché con el mismo tono malhumorado— Ella no tenía ni idea de la firma de esa autorización.

Martins me contrató para que Amy estuviese retenida y en cuánto fuese libre no tuviese ningún tipo de antecedente legal. Sin embargo tras su engaño me decidí por sacarla de ahí y escoger la lección más adecuada para ella.

Trabajar y pagar con su propio esfuerzo el dinero que había tomado.

—Jamás vendería esa casa —confesó—, Aún así espero que el trabajo como castigo sea suficiente.

Tomé aire clamando paciencia, Danes Martins ni siquiera entendía que el trabajo no era un castigo, que Amy trabajase por conseguir el dinero que había hurtado era una lección para su vida.

Pero no gastaría mis palabras volviéndoselo explicar. Mi mal humor estaba aumentando, algo que esa familia lograba sin dificultad alguna. Alejé mi atención de Danes y me concentré en un pequeño cuadro que colgaba en la pared. Era un retrato de Amy junto a un perro, tendría unos seis años, estaba seguro que era ella. No había cambiado mucho, salvo su piel; No lucia el perfecto bronceado de ahora, se veía mucho más blanca y su cabello oscuro resaltaba aún más.

—Eso sería todo —Danes interrumpió mi meditación, me puse de pie asintiendo—. Por cierto, ¿Ha averiguado para qué Amy quería el dinero?

—No y como ya le he comentado, eso no es parte de mi trabajo.

Y no se debería ser muy listo para saber que Amy utilizó el dinero para dárselo a alguien más, pero... ¿A quién?

—Ya veo que su comunicación con mi hija no es muy buena —concluyó—. Que así se mantenga Harvet, sigue advertido. Ella no es como las mujeres con las que acostumbra salir.

—Como usted lo ha dicho, su hija no es mi tipo —demandé, los recuerdos de las veces que Amy y yo nos hemos besado aparecen en mi cabeza—. Aún así debería entender que ella es lo suficientemente adulta para...

—Para tomar decisiones estúpidas —terminó por mi.

Ni siquiera me tomé el tiempo de discutirle, Martins y yo nos dimos un apretón de manos antes de salir de su despacho.

Al llegar al salón estaba Amy sentada en el sofá, con una sonrisa falsa y una expresión de calma que no llegaban a sus ojos.

—Hola —dijo dando pasos hacia mí, me detuve al casi chocar contra ella.

Miénteme otra vez [PARTE 1] | BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora