28. Mi mujer

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Steven Harvet:

Dos meses después.

«—Necesito que me ayudes —al oír la voz de Amy sonreí, su rostro me miraba ilusionado.

Inspeccioné cada una de sus facciones. Maldita sea. Su belleza me llevaba a un nivel primitivo. Aquella mujer era mía y por supuesto era capaz de hacer lo que sea por ella.

—Pídeme lo que quieras —dije.

Su ojos se tornaron fríos y dejó de observarme con amor, supe que se indignó intuyendo que estaba enfadada.

—Ayúdame a contarle que estoy embarazada —el grito que salió de su garganta me sorprendió más que sus propias palabras, esa voz no le pertenecía a Amy. Intrigado clavé mi mirada en ella.

Aquellos ojos marrones se dilataron cambiando de color, eran verdes, tan claros que pude ver mi imagen reflejada en ellos y el muchacho que reconocí me alteró los sentidos.
El aire me faltó cuando el rostro de la mujer frente a mí cambio por completo su aspecto.

—Verónica —pronuncié con temor y una repentina sonrisa en sus labios se dibujó—. Amy, ¿dónde está Amy?

Interrogué exasperado, de pronto observé cómo el cuerpo de la muchacha empezaba a desmayar.

Me incliné para evitar que cayera, su peso hizo que la poca estabilidad de mi cuerpo me obligara a bajar hasta el suelo con ella en mis brazos. Estaba fría y su mirada estaba fija en mí.

—Ayúdame —susurró. Reconocí la voz de mi novia. Me centré en buscarla pero no tardé en percatarme que la mujer en mi brazos volvía a ser Amy.

—Cariño, háblame —desesperé al verla vulnerable y débil. Sus preciosos ojos se llenaron se lágrimas y el dolor me atravesó el alma—. Amy, por favor.

Supliqué al ver que cerraba los ojos, dejando de observarme.

Agité su cuerpo, una y otra vez ordenándole que me mirase. Pero no me escuchaba.
Todo se detuvo, incluida mi respiración.
No podía.
Mi pecho se contraía del dolor»

—Amy —liberé gemidos de dolor... Cercanos al llanto.

Mis ojos se abrieron de sobremanera, obligándome a orientarme, con mi mirada recorrí la habitación en la que me encontraba. La opaca luz del amanecer empezaba a hacerse presente a través de la ventana.

Me encontré sentando en la cama, llevando bóxer blancos y aún con el clima ambientado del lugar mi cuerpo estaba lleno de sudor.

Me sentí solo y vacío.

La pesadilla volvió a mi mente agitándome la respiración, quería llamar a Amy pero la hora me lo impidió. Era demasiado temprano, seguramente seguía durmiendo en casa de su padre.
¡Ah! Odiaba tener que dormir lejos de ella, aunque me alegraba que Danes estuviese en libertad, lamentaba su idea de que su hermana y el pequeño demonio se quedaran más tiempo con ellos, ¡y en la habitación de Amy!

Tomando una ducha con urgencia, intenté no pensar en la manera que mis sueños me atormentaban, recordar el rostro de Amy transformándose al de Verónica me mataba.

No permitiría jamás que le hicieran daño.
Y aunque no tuve noticias de Eker después del juicio, sabía que no se quedaría tranquilo.

Miénteme otra vez [PARTE 1] | BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora