17. Que mal lo haces.

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Steven Harvet:

—Por un momento creí que ella no era de tu interés —Eker entró a mi oficina echando gritos—. Maldito bastardo. ¿Pensabas tener un dulce y escondido romance con esa perra?

—¿Qué has dicho? —Perdiendo la poca paciencia que me quedaba, eufórico abandoné mi asiento en busca de aquél imbécil— ¡Repítelo!

Cuando mis manos tomaron el cuello de su camisa y con la fuerza del agarre lo arrastré a la pared, Eker rio observándome con enojo, enojo que sabía por qué estaba sintiendo y que apenas podían acercarse al aumento de la rabia en mis entrañas.

—¿Qué te ofende? ¿Que la haya llamado así o que lo sea? —Continuó.

Incapaz de detenerme lo solté para asestar un puñetazo en sus costillas. Eker se dobló hacia delante y cayó de bruces sobre el suelo.

—Aléjate de ella —advertí y volvió a reír—. Vuelves llamarla así y te borraré esa estúpida sonrisa del rostro.

—¿Te contó cómo nos conocimos? Seguramente no —balbuceó—. Y yo tampoco lo haré, te queda a la imaginación eso y las veces que me la cogí.

—Mientes —una mezcla de furia y terror hizo que mi voz se desvaneciera, alimenté la ira de mi cuerpo, acercándome para obligarlo a levantarse del suelo y volver a golpearlo, aquel instante mis nudillos buscaron su rostro y su cuerpo se balanceó hasta mi escritorio—. ¿Y sabes porqué me gusta esa mujer? Porque sé que jamás saldría con alguien como tú.

—¿Y crees que si conociera la escoria que eres aún saldría contigo? —Apuntó, fui en busca de él y devolvió el puñetazo a mi cara—. Tú y yo no somos diferentes, amigo.

Soltó carcajadas que se escuchaban más como quejidos. El sabor de la sangre en mi boca me obligó a escupir y al instante regresé por más.

—Le pones un dedo encima y te... —Callé dejando de golpearlo—. Lárgate.

—Ya lo hice ¿y sabes qué? Después de follarmela iba contarle el mismo cuento que a todas, yo la víctima y tú el asesino, pero no lo hice porque los planes han cambiado un poco, amigo.

—¡Que te calles, maldita sea! —Grité eufórico, dejando que nuevamente la ira actuara por mí, lo volví a golpear, deseando acabar con él.

No... Mi loca pelinegra no era como las otras mujeres, ella no se dejaría engatusar por Eker.

—Mírate —aún en la agonía y con el rostro lleno de sangre, sonreía—, finalmente tengo la respuesta... Amy Martins es la mujer que cumplirá mi venganza. ¿Te duele imaginar que me la cojo, no? ¿Te duele pensar que la mujer de la que te enamoraste va a tener asco de ti, verdad?

—Te arrancaré la lengua como vuelvas a mencionar su nombre en tu jodida vida —le advertí.

—Hubieses visto la cara que puso cuando le dije que la querías —otra risa salió de su boca—. Un par de tórtolos. ¿Me pregunto quién lloraría más por la muerte del otro? Porque estoy seguro que prefieres eso a que me la coja. ¿No es así perro egoísta?

Sin compasión mis puños empezaron a golpearlo al mismo tiempo que caíamos al suelo y recibía pequeñas defensas de mi oponente debajo de mí.

Imaginarlo cerca de Amy, me repugnó. La puerta empezó a sonar casi al mismo ritmo en que golpeaba diferentes ángulos del cuerpo de Eker una y otra vez, su sonrisa seguía intacta. «Asesino» Las palabras que hace años atrás Eker pronunciaba para mí, regresaron. Sentí como el aire se me iba.

Horrorizado observé la sangre en su rostro y mis manos manchadas nuevamente de ese rojo intenso... Me obligué alejarme de él.

—Steven, ¿Qué está pasando? —La cerradura continuó siendo forzada—. Llamaré a seguridad. Eker, abre la puerta.

Miénteme otra vez [PARTE 1] | BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora