17: Excesos

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» diane «


La luz anaranjada de la tarde que entró por la ventana y golpeó mi rostro al despertar, incrementó seriamente el dolor de cabeza que me aquejaba desde el momento en que desperté el día anterior. Tapé mi rostro con mi mano y presioné mi cabeza con la almohada con deseos enormes de quitarme el dolor horrendo.

No quería abrir los ojos para descubrir que seguía en la horrenda habitación de hospital en la que desperté el día anterior.

Gemí incómoda y me moví, atrayendo la atención de la enfermera en turno.

—Señorita, no le recomiendo que se mueva tanto en estos momentos o la sonda con el suero se desprenderá de su mano y desgarrará- —gruñí interrumpiéndola. Estaba más irritable que nunca. —Tendré que colocarle más medicamento para hacerla dormir. —amenazó y dejé de moverme, retiré la mano de encima de mi rostro y suspiré, pensando en todo lo que me había ocurrido de un momento a otro.

Al inicio todo iba tan bien, como nunca lo había hecho mi vida y días después estaba en una habitación de hospital, por razones que todavía no me explicaban y que deseaba comprender. No era posible que a todos los que probaban el alcohol por primera vez terminaran en el mismo estado que yo.

Forcé mi mente, trayendo pequeñas piezas de recuerdos de los días anteriores, tratando de formar una idea de lo sucedido.

Había ido a una cita con Niall, sí. Después a la fiesta, sí, recuerdo eso también, pero ahí es donde había un gran salto en blanco desde el punto en que estuve bailando en la pista improvisada con Niall. No recordé nada más de eso, lo único de lo que me acordaba era que había despertado en mi habitación, aun usando el vestido de la fiesta y con un dolor de cabeza aún más intenso que el de esos momentos y ni hablar de las náuseas enormes que me llevaron a permanecer devolviendo todo lo que hubo alguna vez en mi estómago. Después, mamá me llevó al hospital y bueno, seguía en él.

— ¿Puedo hablar con el médico? —dije entre dientes, demasiado débil aún.

—Uh-uh. No creo que eso sea posible, se supone que debe estar durmiendo en estos momentos.

—No puedo dormir más en esta cama, ¿alguna vez se ha recostado en una? ¡Son lo peor! —me quejé a sabiendas de que corría el riesgo de recibir otra dosis de ese medicamento que me mandó a dormir anteriormente dos ocasiones. —Sólo quiero saber que estoy haciendo aquí. —pedí más amable, logrando que las facciones de la enfermera se suavizaran un poco.

—Veré que puedo hacer. —dijo antes de salir de la habitación.

Mis ojos se acostumbraron a la luz y permanecí con la vista fija al techo blanco. Odiaba la incertidumbre y sentirme como un conejillo de indias. Yo prometí no beber jamás de la manera en que lo hice, porque suponía que eso era lo que me tenía ahí.

Demonios, ¿qué pensaría Niall de mí entonces?

Eres un completo y total desastre, Diane Fray. Me das asco. 

No, eso no, por favor.

Permanecí dos horas en completo silencio y soledad, mirando cada centímetro de la habitación, despreciando el terrible azul descolorido que teñía a las paredes. Ese azul, más allá de ser tranquilizante era aburrido y feo. Si alguien sabía sobre colores, era yo, con todos esos años tomando clases de pintura. Jamás vería el azul de la misma manera, a no ser que se tratara de la tonalidad de los ojos de Niall. Tan profundos como los más bellos océanos. Eran del tipo de azul que te quitaba la respiración y te robaba suspiros.

To Niall, with love || niall horanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora