44: Realidad

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—Así que... ¿Dónde es que se ha metido mi hijo toda la tarde? —preguntó mi madre desde la parte superior de las escaleras en el momento en que trataba de cerrar cuidadosamente la puerta principal. —Sé que pronto serás mayor de edad y no necesitas a alguien que ande detrás de ti todo el tiempo, pero aún vives en mi casa, ¿no crees que necesito una explicación para cuando llegas a medianoche? —me quedé estático en la puerta, con los ojos cerrados y encogiendo un poco mis hombros, como si pudiera hacerme invisible con ese pequeño gesto. Además confié en que estaba oscuro y que mi madre no me vería con facilidad... tal vez si llegaba al sillón y me acostaba... —Niall James Horan Gallagher, te he preguntado algo. —añadió mamá con seriedad en su cansada voz. Abrí los ojos y traté de relajarme, suspirando en derrota. Mi madre podía ser muy persistente en algunas ocasiones.

—Estaba en casa de Liam, ma. Siento haberte despertado, pasé ahí toda la tarde... por si deseabas saberlo. —contesté cuidadosamente. Busqué entre la oscuridad a mamá, caminé hacia las escaleras y la luz del piso superior se encendió repentinamente, cegándome por segundos. Yo era completamente visible al igual que ella, pero mamá en su rostro era todo seriedad y no parecía estar bromeando.

—Pensé que pasarías la tarde con Diane. —explicó y moví mi cabeza negativamente, con una pequeña sonrisa en mis labios. A mamá le agradaba tanto la chica de la que estaba enamorado.

Completamente agotado, me dirigí a mi habitación justo al final del pasillo. Abrí la puerta y tropecé antes de poder cerrarla –tal vez había bebido algunas botellas de más– y por poco caí al suelo, pero logré detenerme con el pomo de la puerta. Me compuse rápidamente y cerré la puerta con cuidado de no hacer ruido. A ciegas busqué la cama y me dejé caer en ella en una posición extraña, con lo que traía puesto. Ni siquiera me quité los zapatos y me negué a encender la luz para buscar mi pijama.

Había pasado muchísimo tiempo desde la última vez que pasé toda una tarde con los chicos. Y ellos, de alguna manera, lograban agotarme física y mentalmente. Pero no me quejé nunca de eso, era gratificante al final del día.

Aunque me encontraba totalmente agotado, el sueño no llegó a mí con facilidad. Como era que deseaba que lo hiciera. Yo quería dormir para que la espera para el día siguiente no fuera tanta. Me coloqué boca arriba, alcanzando a pasar ambos brazos por detrás de mi cabeza y los acontecimientos de los últimos meses llegaron a mi mente en pequeños fragmentos. Había sucedido tanto en tan poco tiempo, que parecía estar fuera de la realidad.

Unos suaves golpes me distrajeron de mis pensamientos, trayéndome de vuelta a la realidad en la oscuridad de mi habitación. Ni siquiera la blanca luz de la luna, porque las nubes se habían encargado de cubrirla por completo esa noche.

Me quedé quieto, esperando para reconocer si eran parte de mi mente distraída o eran reales. Y así fue, escuché como si fueran pequeños trozos de granizo golpeando mi ventana. Fruncí el ceño y me levanté, arrastrando los pies hasta llegar a la ventana para reconocer la causa del ruido.

Mi sorpresa fue enorme cuando vi una chica castaña en un vestido blanco en mi jardín, tomando pequeñas piedras del suelo para después lanzarlas con puntería a la ventana de mi cuarto. Mi ceño fruncido se profundizó.

¿Diane? ¿Qué hacía ahí a medianoche? ¿Estaba tan ebrio que imaginaba cosas?

Había una sola manera de descubrirlo.

Encendí la lámpara de mi escritorio, iluminando tenuemente la habitación, dándole a saber que sus intentos por llamar mi atención habían sido exitosos y porque yo no quería ser golpeado con una piedra al abrir la ventana.

To Niall, with love || niall horanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora