diez.

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Renjun

Cuando llegué a Corea, no se me fue permitido ir a clases hasta que los papeles de admisión fueran arreglados. Tuve que quedarme en casa un par de días, en los cuales estuve bastante solo, pues no tenía amigos, lo cual era algo triste.

En aquellos seis meses después de conocer a Yina, había decidido cambiar, tanto mi personalidad como mi físico. Aproveché todo ese tiempo para intentar volverme más fuerte en cuanto a las críticas de los demás, y dejar de ser tan vergonzoso. Esto último fue lo que más me costó, pues aún seguía siendo muy vergonzoso, pero conseguía ocultarlo la mayoría de las veces.

Lo último fue teñir mi pelo. No sabía por qué, pero tenía ganas de hacerlo. Cambié de tener el pelo rojo, a tenerlo rubio, casi gris. Me gustaba aquel color, pues no me hacía ser reconocido por todo el mundo. A veces me llamaban "El chico del pelo rojo", pero ahora no sería así.

Mi primer día de instituto fue el séptimo para todos los demás, pues llegué una semana y dos días tarde. Aún así, pretendía hacer amigos.

Entré al instituto. Debía admitirlo, estaba algo asustado. No quería que volviera a pasar lo mismo que en la escuela en China, así que decidí comportarme de una manera diferente. He de decir que la forma en que deseaba comportarme no era YO, no se parecía a como yo en realidad era, pero quería intentarlo. Si forzaba esa personalidad, acabaría adhiriéndome a ella... ¿no?

El número de mi taquilla era el 230, así que la busqué al final de todas.

216, 217, 218... ¿esa es Yina?

¡¿Yina estudiaba en esta escuela?! No daba crédito. ¡Qué casualidad!

Aclaré mi garganta un par de veces hasta alcanzar el número de su taquilla. Desde luego, no iba a actuar como la última vez. Esta vez, debía actuar como... no sé, ¿más fuerte? Sí, eso.

"¿Necesitas ayuda?" pregunté, al ver que no podía abrir su taquilla. Quería empezar bien antes de meter la pata otra vez, aunque intentaría no hacerlo. Se me quedó mirando un par de segundos, quizás no me había entendido. "He dicho que si necesitas ayuda." repetí.

"Uhm, sí, sí. Si puedes abrirlo..." respondió perpleja, y me entregó un papel con una larga combinación de números. Yo ya recordaba la mía; había tenido demasiado tiempo libre.

Introduje la contraseña mientras notaba su mirada en mí. No dejaba de mirarme, esperaba que me recordara. Sería muy vergonzoso si no fuera así.

"Supongo que ya no tendrás excusas para darme tu número de teléfono." dije, mientras terminaba de poner los números y abrí la taquilla. La miré. "Aunque no me importa, ya lo tengo." creo que estaba actuando de la manera correcta. Se me quedó mirando por un largo rato. ¿Quizás estaba intentando recordar quién era yo? "¿No vas a decir nada?"

once again || huang renjunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora