Capítulo 22: Here Comes the Sun

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Narra Paul

Le sostuve la mano todo el camino que tardó el avión en llegar a las Bahamas. Ese cosquilleo tan insistente me embargo de poco en poco.

Y cuando quedó dormida en mi hombro y sentí su corazón tan cerca del mío me volví loco.

Tal vez, sólo tal vez ella me estaba salvando.

Salvando de mi mismo.

Me estremecí entonces cuando sus labios se movieron y sus ojos pestañaron varias veces.

Miré a mi alrededor esperando la oportunidad para que nadie mirará y entonces la besé y ella me correspondió.

—Bonita manera de despertar --susurró aún en mis labios-.

—¿Ya te he dicho que eres irresistible?

Me miró sonriente.

—Tal vez... unos cientos de veces.

—Te lo diré una más, eres irresistible.

Y ahora ella me plantó un beso, sin medir consecuencias y sin miedo a ser descubiertos.

Tal vez eso necesitábamos, estar a solas, conocernos, por que querernos ya lo hacíamos.

Minutos después ya habíamos descendido del caluroso e incómodo avión en el habíamos tomado este viaje.

Respiramos el aire fresco que aún no conocíamos de las Bahamas.

Nuestro destino se centró en llegar al hotel de cuatro estrellas que mi padre había reservado.

Dos habitaciones, estaba claro, Cynthia y ___ dejando de lado a John y a mi.

Así debía ser, ¿no?

Subimos de prisa a la recámara respectiva de cada uno. No aguantábamos más las ganas de sumergirnos en el bello y cálido mar y arena fresca que inunda el cuerpo.

Nos pusimos el traje de baño, esperando a las chicas que parecían tardar siglos, entonces decidimos adelantarnos.

Estábamos sentados en la arena, John hablaba sobre un pasó enorme, quería casarse con Cynthia.

Aquello me descolocó, ¿mi mejor amigo casado? Ridículo. Entonces balbuceó y exigí el punto exacto.

Cynthia estaba embrazada.

Ahora me habían descolocado con mayor fuerza.

Y de pronto aparecieron embriagando el lugar con su cálido aroma a frutas.

Allí estaba, frente a mi, insegura, con su traje de baño negro completo, gafas de sol y sombrero voluminoso. Las manos cruzadas, dedos fijos, mirada pérdida y me desvanecí ante ella.

Me había demostrado una vez más lo bella que era, lo dulce de su ser y estaba enloquecido y sin más de querer esperar.

Se sentó junto a mi, sin decir una sola palabra, enrojecida y tuve aún más ganas de besarla, de abrazarla y de cubrir su fulminante cuerpo con el mío.

Bastó cuando se fueron John y Cynthia para que ambos nos volviéramos a consumir en un eterno cariño.

—Me encanta como se te mira ese bañador --le susurré al oído-- pero te mirarías aún más guapa sin el entre mis sábanas.

Sonrió, mejillas rosadas, suspiros volando y sabia que el odio que ambos nos habíamos planteado se había esfumado igual que una promesa.

Se giró para mirarme con sus grandes ojos.

Maybe I'm Amazed • Paul McCartney y Tú (EN REVISIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora