Capítulo #26

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Hicieron una actividad especial. Al ser los alumnos del último curso, debíamos dejar un aporte al instituto. De cierta forma aquello me recordaba a la tradición silenciosa que se pasó de generación en generación a través de los alumnos del instituto Landon Marshall. «Deberás dejar una huella al irte, eso si no quieres acabar con la maldición de fracasado el resto de tu vida. ¿No nos crees? Mira al conserje Gordon Hydes»

Nuestro grandioso presidente escolar decidió que arreglaríamos las aulas menos cuidadas. Así que nos organizó por grupos. Debíamos limpiar las aulas y pintar las que estuvieran más derruidas. Fue así como terminamos en el aula más apartada de Landon Marshall, rodeados de silencio y olor a pintura.

Como era de suponerse, después de nuestro pequeño escandalo con la foto y el mini artículo en el blog de André, no éramos personas del agrado público por lo que nadie quería formar equipo con nosotros. Era gracioso, los dos nerd éramos los villanos. Mi único consuelo, si podía llamársele así, era que Ethan también fue afectado por la foto. Ni Azlyn ni Zoe le hablaban, de la misma forma que tampoco me hablaban a mí.

Neil se había mantenido apartado, aunque en varias ocasiones le descubrí mirándome, solo que apartaba la mirada en el preciso instante en que chocaba con la mía.

Allí estábamos, él pintando la pared del pizarrón y yo la del otro extremo. No nos hablábamos sino para cosas fundamentales. ¿Tienes otra brocha? ¿Hay más pintura? ¿Puedo darte una patada en la espinilla? Pero entonces lo escuché silbar. Detuve el movimiento de la brocha y escuché, era una melodía suave, si no me equivocaba era: Everybody's Changin de Keane. Me di la vuelta y lo miré, movía la brocha de arriba a abajo, esparciendo la pintura azul, mientras entonaba aquella melodía en un silbido.

—No puedo creer que parezcas tan feliz —dije, haciendo que él girase parte de su cuerpo para verme. Sus labios antes juntos por la melodía que tarareaba, se ensancharon en una de esas sonrisas tan características de él, una de esas que yo odiaba.

—¿Por qué no debería estarlo? El año está a punto de acabar, mis calificaciones son excelentes, no solo tengo altas probabilidades de graduarme con el mejor promedio, sino que prácticamente puedo aspirar a la universidad que se me antoje.

—¿Qué me dices de la chica a la que le rompiste el corazón? —dije cuando él se encogió de hombros y regresó su atención a la pared. No volvió a girarse y no contestó de inmediato, dejó las cerdas de la brocha pegada a la pared haciendo que una gota de pintura azul descendiera, la recogió con un movimiento de la brocha y dijo.

—Tiene dieciséis años, lo superara.

—No puedo creer que hables así, Lodge. Tú le importas.

—No, no es así. Yo para Azlyn solo era un capricho, se olvidará de mí en cuanto conozca a otro con el que pueda hablar sobre porqué prefiere el helado de pistacho por sobre el de ron con pasas.

—Eres una persona horrible —dije luego de un rato, dejando la brocha a un lado, él se giró completo y yo agregué—. No puedo creer que estés justificando lo que hiciste. Al menos acepta que estuvo mal.

—¿Qué hay de diferente entre lo que yo hice y lo que tú me hiciste? —Nos miramos por un rato, era como si pudieran saltar chispas de un momento a otro.

—No me siento orgullosa de eso —confesé luego de un instante, porque era cierto, él ladeó una sonrisa y dijo.

—Bien, digamos que yo tampoco me siento orgulloso de haber difundido esa foto. Estamos a mano.

—¡No! —dije sorteando los pupitres y acercándome—. No estamos a mano. Dañaste mi imagen, todos piensan que soy una persona horrible, quiero que te retractes públicamente.

La guerra nerdDonde viven las historias. Descúbrelo ahora