⸎ Poemas a ritmo de laúd ⸎

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El ruido de las corrientes del mar y la caída de la noche fueron estímulo suficiente para el omega rubio; que decidió sentarse cerca de la zona de proa para sumergirse en sus pensamientos. Algunos hombres dormían mientras otros charlaban y compartían odres con vino rojo para amenizar el viaje todo lo posible. No era un trayecto de más de cuatro días, pero era mejor tener los sentidos alerta por si ocurría cualquier percance inesperado.

Giró la daga que tenía en la mano, observando los grabados metálicos y los brocados que decoraban la pequeña empuñadura. Era una de las pocas pertenencias de su padre, fallecido cuando Mello tan solo era un niño. Fue el escudero del hombre quien guardó aquel arma hasta que cumplió los catorce años y se la ofreció como regalo, pidiéndole que jamás olvidase sus raíces. Incluso le enseñó defensa con espada y escudo, a pesar de que el omega era reacio a combatir o usar las armas para asesinar a sangre fría. Nunca había sido un muchacho violento. Quizás dada su condición natural, su instinto era más débil que el de los otros hombres.

―Es realmente preciosa esa daga que tienes ahí.

Elevó la vista, deseando no haberlo hecho. Los ojos de Matt brillaban gracias a las lámparas de hierro forjado que se usaban para iluminar el barco. El color esmeralda en sus pupilas, las leves pecas de su rostro y su aroma de alfa, eran un cúmulo de todo lo que Mello intentaba evitar a menudo. Estaba furioso con él. ¿Por qué se había empeñado en ir con ellos?

Se movió a un lado cuando el alfa se sintió con plena libertad de sentarse junto a él, con las rodillas flexionadas y acercando sus delgados dedos a la daga que aún estaba a la vista.

―¿Puedo? ― pidió, mirando el arma con ojos curiosos.

Ambos se mantuvieron en silencio cuando Matt ojeó y acarició la empuñadura, elevando la daga frente a su rostro para observar su brillo bajo la luz de la luna. No era la primera vez que la veía, pero si la primera que Mello no se mostraba reacio a dejar que la sostuviese entre los dedos.

―¿Era de tu padre, verdad?

―Así es ― susurró, desviando la mirada e intentando ignorar el aroma de Matt. Ese que en su olfato mezclaba los arándanos y el cacao. Odiaba sentir aquella vulnerabilidad ante el alfa, deseando con vergüenza que se repitiese lo que un día ocurrió entre ellos a espaldas de su prometida ―. ¿Qué haces aquí, Matt? ¿Por qué no te has quedado en el castillo como los demás? No tienes ninguna razón para salir de expedición.

―¿Y quién si no va a cuidar de ti?

El tono de voz con el que lo dijo enfureció a Mello. Siempre lo trataba como si fuese un omega débil, desprovisto de carácter o fuerza. A lo mejor no era el mejor guerrero del rey pero se consideraba un buen estratega.

―Tú desde luego que no. No eres mi alfa, no eres nada para mí ― escupió, con aquella voz siseante y dolida, impregnada de remordimiento. Se puso en pie, tambaleándose debido al movimiento del barco. Se alejó del pelirrojo para internarse en la zona de carga, donde estaba seguro de que estaría completamente solo.

Matt apretó los dientes, echando la cabeza hacia atrás sintiendo que había vuelto a equivocarse. Él fue feliz el día que se casó con Layla, cuando decidió olvidar todo el magnetismo y la atracción que sentía hacía aquel omega orgulloso y bonito con el que hizo el amor en el bosque, una de esas noches en las que sus instintos animales no pudieron atrasar más el momento. Desde aquello, el deseo no había menguado. En absoluto. Creció mucho más si eso era posible, convirtiéndose en una obsesión por hundirse de nuevo en esa calidez húmeda que envolvía el cuerpo de Mello cuando estaba dispuesto a ceder ante sus instintos más primitivos. Ojalá nunca hubiese marcado el cuello de su esposa. Ojalá las cosas hubiesen sido diferentes para ambos.

⸎ Elementales ⸎ (Death Note Yaoi AU- Omegaverse - Fantasía)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora